Capítulo 4
"Es absolutamente verdadero. Mamá realmente tenía una mirada, un gesto diferente para cada ocasión. Pero les diré algo que nunca le he dicho a nadie: La más extraña de todas las miradas de mamá era la que ella reservaba para cualquier mención de Scott Bernard. En serio. Por un tiempo muy largo yo estuve convencida de que ellos habían tenido un amorío o algo por el estilo. Pero entonces un día mamá me contó sobre la vez que él hizo una visita corta en busca de Marlene. Allí estaba esa mirada de nuevo, durante todo el tiempo que ella estuvo contando la historia. Y yo repentinamente me di cuenta de que yo no estaba viendo una de esas miradas de lo que-pudo-haber-sido sino una que estaba diciendo lo que-nunca-debió-haber-sido."
María Bartley-Rand, como es citado en Un Extraño en Casa de Xandu Reem: Una Biografía de Scott Bernard
Scott dio un suspiro de alivio al sentir a la aeronave calmarse, los neumáticos de goma chirriando contra la superficie asfaltada en un llano pero largo tramo en desuso de la autopista de las Tierras del Sur. Las prioridades de la misión y el usual papeleo burocrático le habían hecho imposible conseguir un antiguo VTOL, mucho menos un Alpha, así que Scott estaba encantado con un respirador de aire de cuarenta años, un jet civil de cinco pasajeros que alguna agrupación en G4 debió haber liberado de un museo de las pre guerras. Ellos le habían quitado el polvo a la cosa y equipado con nuevos neumáticos, pero la cabina había visto mejores días, y los instrumentos eran antiguos. El problema más grande de Scott era el refrenarse de tratar de pensar a la aeronave a través de maniobras de mechamorfosis. Un gran número de beneficios que se habían logrado, de todos modos; la cosa ni siquiera estaba equipada con un casco pensante de interfaz neural!
Dejadas las prioridades a un lado, sin embargo, había buenas razones para volar de civil y negar entonces cualquier afiliación militar. La superficie de la Tierra, las Tierras del Sur especialmente, se había convertido en un lugar penoso para los soldados. Con la así llamada caída del Punto Reflex y el abandono de los Invid de sus colmenas, de los huertos con Flores de la Vida, y de los campos de POW, la raza humana estaba otra vez en movimiento. Las personas se estaban literalmente arrastrando fuera de los agujeros en los que ellos mismos se habían sumergido cuando el Invid había desembarcado. Cientos de miles, muchos de los cuales habían pasado el año anterior o más en centros de internación en lo que alguna vez fuera llamado Canadá, estaban emigrando hacia el sur desde las arruinadas Tierras del Norte, atraídos hacia Brasilia por los rumores de esfuerzos de reconstrucción masiva y la promesa de un Gobierno de la Tierra Unida levantándose de las cenizas del aparato de la Cruz del Sur. Al mismo tiempo miles más se habían dirigido hacia las agrietadas y surcadas carreteras del tres veces invadido mundo en busca de amigos perdidos y amados, mientras que otros se mantenían ocupados exigiendo venganza sobre espías, simpatizantes, y cualquiera que haya sacado provecho durante la ocupación.
Soldados de cualquier ejército, privado o de otro tipo, estaban siempre en el extremo receptor de la ira y avidez de sangre generalizada, especialmente aquellos desafortunados quienes se habían considerado como insurgentes o luchadores de la libertad. Era un hecho aceptado que la insurrección había causado más daños y perjuicios que bien -las represalias del Invid tienen por lejos más peso que el dudoso valor de destruir un puñado de Shock Troopers o naves Pincer- y que la Regis no había sido realmente derrotada sino que voluntariamente había abandonado el planeta en busca de terrenos de caza más ricos. En consecuencia, la retornante REF no fue considerada como una cierta fuerza benéfica de libertadores sino hasta ahora otro ejército conquistador, una pandilla de bandoleros acudiendo a reasumir el control después de una ausencia de quince años.
Bajo las circunstancias, el pequeño jet de Scott era menos un producto de elección que de una verdadera necesidad. Y la misma verdad sostenía su vestimenta de civil.
La mención de los simulagentes hermanos Invid lo habían hecho venir a caer en las manos de los agentes de inteligencia de la REF por dos semanas más de exámenes de memoria e interrogatorios. Finalmente, sin embargo, los examinadores de Scott habían aceptado que el paradero presente de Marlene era desconocido y que el mismo Scott mantenía la mejor oportunidad de encontrarla. Lo que él había acordado hacer, bajo la condición de que le sería dada una oportunidad para emprender la búsqueda sólo y a su manera.
El G2 había consentido, calculando que eso demostraría una simple razón para asignar un equipo de agentes al coronel, pero Vince Grant había recibido noticias de la operación y la vetó antes de que un solo agente secreto haya sido asignado. De regreso en la superficie, entretanto, Scott había estado interrogando a migrantes, sobornando a funcionarios locales, y trocando con forrajeadores por información sobre el paradero de cualquiera de sus seis ex compañeros de equipo -contando uno por Lancer, y Marlene entre ellos. Él se había concentrado en Rand, quien meses atrás en el concierto final de Yellow Dancer había dicho algo sobre dirigirse hacia los alrededores de Norristown, donde él planeaba escribir sus memorias.
Una semana de desventaja había pasado antes de que Scott encontrase lo que parecía ser una pista digna, y esa pista lo había traído ahora a él y al diminuto jet a Xochil, un pueblo no muy alejado del camino que el equipo había tomado a través de Trenchtown, en el corazón de las Tierras del Sur.
Una multitud de zarrapastrosos vecinos del pueblo de miradas inexpresivas y forrajeadores rudos estaba congregándose alrededor de la aeronave para el tiempo en que Scott levantó la cubierta corrediza de la cabina y descendió. Él respondió unas cuantas preguntas sobre el estado de las cosas en la costa norte a cambio de información sobre Rand y, por quinientos Nuevos Billetes (con una promesa de entregar otra suma igual a su regreso del pueblo), reclutar los servicios de un par de decentes y arrojadizos fusileros locales de la era militar de finales del siglo para vigilar al jet.
Veinte minutos después él estaba recorriendo una callejuela estrecha alejada de la calle principal de tierra de Xochil, centrando la puntería sobre las revoluciones roncas de lo que él supuso era el motor de una motocicleta abastecido con combustible fósil.
Rook Bartley estaba parada al lado de la máquina chopera, haciendo girar el acelerador del manillar con su mano derecha mientras su mano izquierda peinaba con cola de caballo su cabello largo y rubio rojizo. Al verla, Scott sonrió genuinamente por primera vez en semanas.
Ella estaba vestida con un overol de mecánico, de espaldas y con las mangas arremangadas y adornadas con escudos de nombres de marcas de motocicletas. Ella también estaba unos cuantos kilos más gorda que cuando ellos habían cambiado adioses, sus manos y una mejilla manchadas con grasa y mugre. Scott esperó a que los sonidos refunfuñantes de la motocicleta se extinguiesen gradualmente antes de llamarla por su nombre.
La versión metálica-rockera de "Look Up" de alguien estaba sonando con gran fuerza en los altavoces del estéreo. La canción se había convertido en algo así como un himno en las Tierras del Sur, a pesar del "We Will Win" de Lynn-Minmei que había capturado el espíritu de la Primera Guerra Robotech.
Rook volteó, sobresaltada, y lo contempló fija y excéntricamente por unos buenos diez segundos antes de que una sonrisa hendiese su rostro pecoso. "Bueno, quizás en este momento todos estos gases de escape me estén confundiendo, pero juraría que ese es Scott Bernard parado en la entrada."
"Hola, Rook," él le dijo por encima de la música y del sonido retumbante del motor marchando en vacío.
Ella sacudió su cabeza en descreimiento, limpió sus manos en un trozo de toalla, y se dirigió a abrazarlo, besándolo levemente en la boca y luego hundiendo de golpe un puño en su antebrazo.
"Yo pensé que estabas lejos buscando a tus amigos, soldado. Imaginé que ahora estarías a mitad de camino a Tirol." Los ojos azules de Rook le dieron una rápida ojeada. "Y mírate -¿la REF te ha botado a la vida real o algo por el estilo?"
"Tú luces magnífica," él dijo, rebosante de alegría.
Rook dio un paso hacia atrás y pellizcó los pantalones del overol como si ella estuviese llevando puesta una falda. "¿Lo crees, huh?"
Scott aprobó con la cabeza. "Supongo que estás comiendo mejor ahora."
Rook rió. "Imagino que lo notaste, Scott. El hecho es, que estoy embarazada."
"¿Embarazada? Vaya, Pensé que había algo diferente, pero-"
"Seis meses," ella dijo. "Ella será una Virginiana si lo he calculado correctamente. Pero luego consideré que ya es hora de que ellos cambien los signos del zodíaco, ¿no lo crees?"
"¿Ella?" Scott dijo.
Rook sonrió ampliamente. "Llámalo intuición femenina. Rand es escéptico, pero yo ya tengo escogido su nombre -María. María Bartley. ¿Qué opinas?"
Scott lo pronunció y asintió con la cabeza. "Me gusta como suena. ¿Así que este lugar es tuyo?" él preguntó luego de hacer una pausa. En el fulgor deslumbrante de luces incandescentes alimentadas por un generador estaba situada una gran cantidad de motocicletas restauradas parcialmente. Allí había tal vez una docena de motores yaciendo sobre bloques, ruedas de rayos colgando de los cabios, marcos oxidados y partes de repuesto apiladas en las esquinas o esparcidos desordenadamente sobre mesas de trabajo de madera gruesa. El aire apestaba a solvente y gases de escape.
"Lo será algún día," Rook dijo, mirando a su alrededor. "En este momento yo sólo estoy ayudando." Ella acarició su estómago. "Hay que alimentar a la familia."
"¿Por qué aquí, de todos los lugares?"
Rook mordió su labio inferior. "Trenchtown, principalmente." Scott recordó algo sobre pandillas de motociclistas rivales en el pasado de Rook, los Ángeles Azules y las Serpientes Rojas. "¿Tú tienes familia allí, no es así?"
"Mamá y una hermana. Supongo que estoy considerando enmendar las cosas uno de estos días."
Scott sonrió falsamente. "¿Qué hay de Rand?"
Rook torció su rostro. "¿Te refieres al Gran Narrador?" ella sacudió repentinamente un pulgar sobre su hombro. "Encontramos un lugar a unos pocos kilómetros al oeste del pueblo. Todo lo que él hace es escribir mañana, tarde, y noche. Como si fuese a haber un público para su libro o algo por el estilo."
"¿Has leído algo de él?"
"Sí, lo hice," ella dijo, regresando a la motocicleta en la que ella había estado trabajando. "Y en realidad no es malo. Por supuesto que yo tengo que clarificarlo a él en muchos de los hechos. Al oírlo relatar, tú pensarías que él ganó la guerra sin ayuda." Rook estuvo callada por un momento. "Así que, ¿qué es lo que te trae por aquí, Scott? No te imagino a ti estando sólo por casualidad en el vecindario."
"No lo estoy," Scott confesó. "Estoy buscando a Marlene, Rook."
Rook lo evaluó silenciosamente. "Hablando de enmendar las cosas... Buscas hacer una reunión, amigo. ¿Planeas vender entradas, o qué?"
Scott continuó con su palabrería. "¿Has oído de ella, Rook?" Rook aceleró el motor, y la motocicleta expulsó una nube de humo blanco. "Creo que es mejor que hables con Rand, soldado. No quiero estar en el medio de esto."
***
Scott reconoció ejemplos de obras hechas a mano por Rand en la ruinosa cabaña de madera que él y Rook llamaban casa. No había mucho para mirar por fuera, pero las dos habitaciones principales eran cómodas aunque espartanas y reflejaban la naturaleza utilitaria de Rand. Scott también reconoció las pequeñas libretas de notas apiladas encima del escritorio, aquellas que Rand había protegido con su vida durante el viaje al Punto Reflex.
"Aquí tienes," Rand dijo, entregando una jarra grande de cerveza hecha en casa y jalando una banqueta enfrente de la silla de Scott. "Yo la embotellé cuando llegamos por primera vez."
Rand ya había explicado cómo Rook había seducido a un piloto de un Alpha de la REF para transportarlos en avión hasta Norristown luego de que Scott se había puesto en camino hacia los cielos.
"Lo que es extraño es que yo justamente estaba pensando en ti," Rand reanudó. "Yo estaba leyendo en mis notas sobre el día en que tú y yo nos conocimos. La vez en que yo salvé tu trasero de tres azules."
Scott casi vomitó su cerveza a través de la habitación. "Tú salvaste mi-" Él refregó su boca en su manga, decidiendo que ello no ameritaba una discusión. "Cierto, ahora lo recuerdo."
"Sí, ésos eran días," Rand dijo en tono meditativo, sacudiendo su despeinada greña de cabellos rojos. "Forrajeando; sobreviviendo por el camino..." Él miró a Scott. "Voy a llamar al libro Notas en el Viaje."
"¿Tu bebé, es ese?"
Las espesas cejas de Rand se arquearon. "Así que Rook te lo dijo. ¿Ella también te comentó de esa disparatada intuición que le hace asegurar que es una niña?"
"María, creo que ella dijo."
"Sí, bueno, no apuestes." Rand sorbió su bebida. "No obstante, cualquiera sea el resultado, me voy a asegurar de que el niño sea educado para apreciar libros y películas y el conocimiento en general." Él señaló con un ademán hacia el escritorio. "Quizás ella termine siendo un escritor como su padre."
"Tú dijiste 'ella,' Rand," Scott hizo notar.
Ambos rieron, pero no pasó mucho antes de que una incómoda pausa entrase furtivamente en su conversación. Cuando Scott mencionó a Marlene, la sonrisa de Rand se esfumó por completo.
"¿Qué necesitas de ella, Scott?" Rand preguntó.
"Sólo necesito hablar con ella. Eso es todo lo que te puedo decir en este momento."
"Y supongo que tampoco me puedes decir nada sobre el por qué la mayoría de los Cyclones dejaron de funcionar. De repente hay un gran número de cazadores de Protocultura desocupados vagando por allí, amigo."
"Lo siento, Rand," Scott le dijo. "Todos estamos en la misma oscuridad."
Rand sonrió presuntuosamente. "El mismo viejo soldado. ¿Qué es -tu gente de la REF la quiere para interrogarla?"
Scott miró a sus pies. "Oye, ¿Crees que esto es fácil para mi? ¿Piensas que lo quiero? La miro y veo a la Marlene que amé. La miro y pienso en lo que el Invid nos hizo."
Rand volteó sus ojos. "Oh, por amor a Cristo."
"La Regis se proponía exterminarnos, Rand," Scott gruñó. "¿No recuerdas eso? Las Flores habían alterado su maldito lugar de disparo. Si la flota no hubiese retornado, todos estaríamos muerto."
Rand se puso de pie. "¡Si, y si la Regis no hubiese decidido partir cuando lo hizo, tu preciosa flota- " Él señaló hacia el techo. "-tu preciosa flota nos habría irradiado a todos nosotros!"
"¿Hubieses preferido permitirles a los Invid tener este planeta?"
"Preferiría que nada de esto hubiese sucedido, Scott. Pero no veo cómo forzando a Marlene a regresar a eso servirá algún propósito ahora. Ella está viviendo una vida normal, Scott. Déjala en paz."
"¿Dónde está ella; Rand?" Scott urgió. "Es posible que ella sepa dónde están mis amigos."
Rand lo observó con atención. "¿El SDF-3? ¿Qué creen?"
Scott forzó su aliento. "La nave no emergió del hyperespacio. Relativamente hablando, se desvaneció al mismo tiempo que los Invid dejaban la Tierra."
"¿Así que ustedes creen que?"
"Que ellos posiblemente han terminado en el mismo lugar." Scott atrajo la mirada fija de Rand. "Es posible que Marlene todavía esté en armonía con la Regis. Es por eso que yo necesito hablar con ella, Rand."
El hombre más pequeño sacudió su cabeza. "Me estás poniendo entre la espada y la pared, hermano."
"Sólo dime dónde está, Rand."
Rand bebió un largo trago de su jarra. "Ella está con Lunk y Annie. Ellos están en Roca Negra."
Scott trató de ubicarlo.
"¿Recuerdas el libro que Lunk trató de entregar a Alfred Nader?"
"Por supuesto," Scott dijo en repentina comprensión. "Allí es donde los encontrarás."
"Gracias, Rand."
De mala gana, Rand aceptó la mano ofrecida. "Una cosa, Scott," él dijo cuando ellos estaban sentados de nuevo. "Lunk no será tan amigable contigo como yo lo fui."