Capítulo 3

Ava había hecho un muy mal trabajo tratando de hacer el papel de una experimentada motera. Por lo menos para Rick, que no se había tragado el cuento. Ella pensaba que sólo debía meterse directamente en ello y actuar como si pertenecía allí, como si encajara.

Aparentemente no.

Por otra parte, ¿qué estaba tratando de probar? Supuso que quería verse como si perteneciera. No había razón para eso. Aquí estaba totalmente fuera de su elemento y todos lo sabían. También podría simplemente pasar el rato y disfrutar de la novedad de la experiencia y dejar que un veterano como Rick le enseña los pormenores.

Como montar en la oscuridad en el desierto, donde las carreteras tenían curvas y el viento cortante picó sus mejillas y la hizo desear haberse aplicado algún bálsamo labial para mantener los labios hidratados.

Había mucho que no sabía.

¿La parte del paseo? A ella le encantó. Aferrarse a Rick mientras la moto se agarraba al virar por la carretera era una emoción que no había esperado. Sentía como si fuera parte de la propia motocicleta. Era emocionante. Y cuanto más se acercaba a Rick, más caliente se sentía, lo que era un agradable beneficio adicional. A él tampoco parecía importarle que se apretara contra él. Su cuerpo era sólido y cuando ella apoyó la barbilla en su hombro, eso le dio una gran vista. Él tenía un buen dominio de la moto, sabía lo que estaba haciendo, lo que la ayudó a relajarse. Ni siquiera parecía notar su peso o el hecho de que tenía un cuerpo extra en la parte posterior. Él sólo se centraba en la carretera. El viaje fue cómodo y ella deseó que fuera de día para poder ver el desierto.

Después de circular durante un tiempo—ella había perdido la noción del tiempo y no tenía ni idea de cuánto tiempo habían viajado—tomaron un tramo de camino que conducía a una enorme finca. En la oscuridad pudo distinguir vallas y oír la agitación de los caballos, ¿entonces tal vez era una granja o un rancho o algo así? Los perros ladraban en la distancia, y la tierra suelta se movió bajo sus pies después que bajaron de la moto.

Y, oh, ella estaba dolorida, sus músculos tensos de estar en la misma posición durante tanto tiempo. Resistió el impulso de frotarse el trasero.

—¿Cómo te sientes?

—Bien. —Ella se quitó el casco y se lo entregó a Rick.

—¿Agarrotada?

—Un poco.

Él sonrió y se pasó los dedos por el pelo.

—Te acostumbrarás. Es como montar un caballo. Tus músculos tienen que ajustarse.

Ella esperaba que se ajustaran rápidamente.

—¿Dónde estamos?

—La casa de Joey. Es uno de los Hellraiser, posee un rancho aquí en el desierto. Los Hellraiser hacen muchas fiestas aquí porque está lejos de la atenta mirada de la ley.

—¿En serio?

—Sip. Vamos.

Ava se preguntó qué clase de fiestas eran para que los Hellraiser no quisieran que la policía o el alguacil del condado lo supieran. Alcanzó a Lacey, que estaba justo delante de ella.

—¿Has estado aquí antes?

—¿En casa de Joey? Claro. Un montón de veces.

—¿Qué pasa aquí?

Lacey le apretó la mano y se echó a reír.

—Relájate, Ava. Estamos aquí sólo para ponernos cómodos y pasar un buen rato. Ya lo verás.

Lacey se alejó con Bo, dejándola—una vez más—hasta que Rick avanzó y pasó su brazo alrededor de ella.

—No voy a dejarte sola. No te preocupes.

—No estoy para nada preocupada. —Y no lo estaba. No por ella, de todos modos. Estaba más preocupada por en que estaba involucrada Lacey. Por eso es que estaba allí. Aunque tenía que admitir, que tener el brazo de Rick a su alrededor no estaba nada mal después de todo. Él era alto, magnífico, fuerte, y olía muy bien. Como a cuero, jabón y aire libre. Y alegraba la vistaVale, es de mi cosecha… el original pone and he was fine to look at.

 

Respuesta Maneme: Me encanta tu cosecha, se ajusta a la perfección. . Lacey podría haberla pegado con un tipo feo, con una sucia barba hirsuta y la raja del culo asomando por los pantalones. Dio gracias a la fortuna de que hubiera conseguido un compañero de viaje que parecía que podría ser un modelo masculino en lugar de algún motero del tipo grasiento y canoso.

Llegaron a la casa. En el momento en que entraron, estaba sonando la música alta, las luces estaban a todo volumen, había fuego en la chimenea, y un montón de cervezas alineadas en cubos grandes de metal en el suelo de la sala de estar.

El lugar era muy rústico, todos los suelos y los paneles eran de madera. Con muy poca decoración y Ava pudo decir inmediatamente que se trataba de la casa de un tipo. No tenía toques femeninos en ningún lugar. No había cuadros en la pared, sólo una cabeza de venado sobre la chimenea. Y estaba un poco desordenado, aunque la gente sólo empujaba las cosas fuera del camino y a nadie parecía importarle.

Ava se estremeció ante el desorden, apretó sus manos en puños, y se obligó a no saltar para ordenar las cosas.

Había crecido en un ambiente impecable, su madre fue esposa de político casi desde el primer día. A Ava nunca se le había permitido dejar sus juguetes por ahí, y siempre se le había exigido que los recogiera cada noche antes de acostarse. Por supuesto todos sus juguetes habían estado relegados a la sala de juegos, nunca en ninguna de las áreas comunes de la casa.

Cuando se hizo mayor, recordaba volver a casa de la universidad y no permitírsele estudiar en la mesa de la cocina. Había sido enviada a su habitación. Después de su primer semestre ella había dejado de ir a casa. Era más cómodo—más hogareño—en la universidad. Aunque aun así, ella mantuvo inmaculada su habitación en la facultad. Hábito, supuso.

El caos en esta casa era realmente algo digno de contemplar. Ruidosos y chillones, un centenar de moteros se hacinaban en la casa de este tipo, hablando sobre música, riendo, sentados por todas partes, desde la chimenea a las escaleras, a la cocina e incluso esparcidos en los patios delantero y trasero. Y latas de cerveza desechadas por todas partes.

—¿Quieres una cerveza? —preguntó Rick.

—Claro. Gracias.

Metió la mano en un cubo de metal redondo y agarró dos latas, las abrió, y le entregó una. Ella tomó un par de tragos, miró a su alrededor buscando una servilleta, y por supuesto no encontró ninguna. No en la casa de un chico de todos modos, por lo que tomó la mejor alternativa—se limpió la boca con el dorso de la mano, mirando a su alrededor para ver si alguien se había dado cuenta.

—Los modales no cuentan aquí. Deja de preocuparte por eso.

—Lo siento. Los viejos hábitos tardan en morir.

—En este grupo puedes estar toda llena de babas y nadie dirá una palabra.

  Ella se echó a reír.

—Lo tendré en cuenta.

En lugar de quedarse donde estaban—algo que ella probablemente habría hecho—Rick empezó a pasear. Conocía a muchas de estas personas, se detuvo para saludar, y era lo suficientemente amable como para presentarla a la gente con quien conversaba. La mayoría de los chicos parecían sorprendidos al verlo, preguntaron dónde había estado, señalando que había pasado mucho tiempo desde que había estado por ahí.

Ellos le dieron la bienvenida al volver.

Ava también se preguntaba dónde había estado.

—Eres un hijo de puta.

Ava se congeló ante el tono de enojo de alguien detrás de ella. Rick apartó su atención de la persona con la que había estado hablando hacia el sonido de la voz, luego sonrió.

—Eh, cabrón, ¿qué pasa?

Ella se quitó del camino mientras los dos hombres se daban la mano y reían.

—Maldita sea. ¿Qué hiciste, caer en un agujero negro o algo así? —preguntó el tipo.

Era grande—todo él—un hombre gigantesco. Incluso su pelo se veía tan salvaje como su rostro, cayendo en rizos salvajes hasta la mitad de su espalda.

—Algo así. Me alegro de verte, Joey.

Ah. Así que este debía ser el hombre que era dueño de la casa.

—Joey, esta es mi amiga Ava.

Joey se volvió hacia ella, la miró de pies a cabeza, luego la levantó y le dio un gran beso en la mejilla.

—¿Cómo estás, cariño?

Cuando él la dejó, ella exhaló.

—Bien. Gracias. Encantada de conocerte. Gracias por invitarnos.

Joey hizo una pausa, y luego se echó a reír y se volvió hacia Rick.

—Una cosita educada, ¿verdad?

Los labios de Rick se elevaron.

—Sip.

—¿Así pues, sigues en la vida?

Rick se encogió de hombros.

—Más o menos. ¿Qué hay de ti?

—Hellraiser hasta que me muera. Bo ha hecho un buen trabajo haciendo crecer la pandilla. Nos mantiene ocupados con… —Joey pareció darse cuenta de que Ava estaba allí de pie—. Él nos mantiene ocupados yendo de un lado a otro.

—Puedo verlo. Recuerdo cuando había sólo diez o quince de nosotros.

—Ahora hay más de un centenar en esta área. Lo ha hecho bien. Y sé que estará feliz de tenerte de vuelta.

—Sí, me di cuenta que era hora de volver a casa.

Joey golpeó a Rick en la espalda.

—Ya era la maldita hora.

Joey se alejó para ver algunas otras personas y Rick y Ava terminaron sus cervezas. Rick metió la mano en el barreño más cercano para coger otra, la abrió, y se la entregó mientras deambulaban por ahí.

—Parece que conoces a mucha gente —dijo ella.

—Unos pocos. A algunos no los reconozco. Muchas de estas personas son nuevas.

—¿Joey dijo que te habías ido un tiempo?

—Sip. Viajando.

—Eso debe haber sido emocionante.

Él se echó a reír.

—Puede ser.

De repente quería saber más acerca de él. Él debía llevar una vida muy interesante.

—¿Con quién vas cuando viajas? ¿Grupos como este, o más pequeños?

—Nadie. Voy solo.

Ni siquiera podía imaginar eso.

—¿De verdad?¿No te sientes solo?

Él la miró.

—No.

—Así que te gusta estar solo.

—Supongo que sí. Nunca pensé realmente en ello. Sólo lo hago.

—Yo no lo disfrutaría.

—¿Qué? ¿Montar o estar sola?

—La parte solitaria.

—No está mal. Me da un montón de tiempo para pensar.

Ahora fue su turno de reír.

—Tengo demasiado tiempo para pensar. Yo no querría todo ese tiempo a solas. Me volvería loca.

Él se inclinó y deslizó un dedo por la punta de su nariz.

—Es bueno para llegar a conocerte a ti mismo, aprender a estar cómodo en tu propia piel.

Rick tenía razón, y sin duda se veía a gusto consigo mismo. Con todo, ella se preguntó cuánto tiempo realmente había pasado montando solo. ¿Qué hacía que una persona anhelara ese tipo de soledad? A la mayoría de la gente le gustaba estar con otras personas, no aislados.

Ciertamente era una persona interesante. Y a ella siempre le había gustado estar rodeada de personas interesantes.

Hablando de gente… ¿a dónde demonios se había ido Lacey? No la había visto desde que habían llegado. Ava la buscó, pero la multitud se había espesado y no podía encontrarla.

—¿Buscas a tu amiga? —preguntó Rick.

—Sí.

—Vi a Bo llevarla al piso de arriba. Vamos a encontrarlos.

Una vez más, le tomó la mano y la llevó por las escaleras, aunque tuvieron que serpentear a través de una multitud de personas que utilizaban las escaleras como zona para sentarse. Aunque, de hecho, no pareció importarles hacer espacio para que Rick y Ava pasaran hasta que llegaron a la planta alta.

Ava estudió la forma en que el pasillo se dividía en dos direcciones y llevaba a un montón de puertas… puertas cerradas.

—Esto, tal vez no deberíamos estar aquí.

Rick inclinó la cabeza hacia un lado.

—¿Por qué no?

—Creo que la gente vino aquí para encontrar un poco de intimidad.

Él sonrió.

—Estoy seguro de que sí. Pero querías encontrar a tu amiga, ¿no es así?

—Bueno, sí, pero si ella y Bo querían estar solos…

Él se encogió de hombros.

—Es sólo sexo. No les importará ser molestados. Vamos.

¿Sólo sexo? Estaba de broma, ¿verdad?

Al parecer no. Echó a andar por el pasillo. Ava corrió tras él y agarró su brazo antes de que él girara una perilla.

—¿Vas en serio? Deja de hacer eso.

—¿Qué?

—No se puede interrumpir a las personas que tienen sexo.

—¿Por qué no?

—Primero. Es de mala educación. Y en segundo lugar… oh Dios mío. ¿Tengo que deletreártelo?

Él se apoyó contra la pared y se cruzó de brazos.

—Claro. Dispara.

—¿De verdad quieres ver a la gente…ya sabes.

—¿Follando?

  Dios. La forma en que lo dijo. Ella se sonrojó. Él lo hizo sonar sucio. Y excitante. Y emocionante.

—Sí.

—Supongo que si la gente no quiere ser molestada echarían cerrojo. A menos que se olvidasen. A la mayoría realmente no les importa. Mira.

Ella dio un gran paso hacia atrás mientras él giraba la perilla y abría una puerta que estaba, como él dijo, sin cerrojo.

—¿Hay alguien aquí teniendo sexo?

—¡Lárgate de aquí! —Vino una réplica mordaz de la oscura habitación.

Rick se rió y cerró la puerta.

—¿Ves? No querían invitados.

Ella negó con la cabeza.

—No puedo creer que hayas hecho eso.

Él la ignoró, dio unos pasos por el pasillo y abrió la puerta de al lado.

—¿Qué está pasando aquí?

Hubo una respiración pesada. Entonces risitas, seguidas por una voz masculina que dijo:

—Estamos follando. ¿Por qué’ ¿Quieres observar?

—Tal vez. Volveré a ponerme en contacto contigo.

Cerró la puerta y se volvió hacia ella. Ava se puso la mano sobre la boca para sofocar la risa.

—Eres algo.

Él movió las cejas.

—No tienes ni idea, cariño.

—No tienes la intención de entrar en cada habitación y hacer esto.

—Claro que sí.

Esta vez, ella aceleró el paso y se apresuró a cubrir la siguiente puerta, poniendo su mano sobre la perilla con la esperanza de poder evitarle un poco de vergüenza a otra pareja.

—De verdad. Detente.

Sin desanimarse, él se inclinó hacia ella y le cortó la respiración cuando puso su mano sobre la suya. Se sintió absorbida, acorralada, y por alguna razón no le importaba en absoluto.

Él giró el pomo y abrió la puerta, enviándola volando en la habitación con él.

—¿Hay alguien aquí?

Nadie respondió.

—Eh, estamos de suerte. Parece que tenemos ésta para nosotros.

Antes de que pudiera decir una palabra, él había cerrado la puerta tras de sí. Ava oyó el chasquido de la cerradura.

—Los inteligentes cierran la puerta para evitar que entren capullos como yo.

Ahora ella estaba encerrada en una habitación oscura con Rick. Y sin embargo, no tenía miedo. Intrigada, sí. Emocionada, sin duda.

—¿Estás ahí? —preguntó él, bajando la voz.

—Sí.

—Sigue hablando y te encontraré.

Ella se lamió los labios.

—¿De qué quieres que hable?

Él se acercaba. Ella se alejó, a pesar de que no era de miedo. Golpeó algo con la cadera.

Una cómoda, tal vez.

—No lo sé. Dime que estás pensando.

—Estoy pensando que estoy encerrada en una habitación con alguien a quien no conozco mucho.

—¿Es necesario que me conozcas bien?

—No lo sé. Tal vez.

—¿Qué quieres saber de mí, Ava?

Él se estaba acercando. Ella se desplazó más hacia la derecha.

—Dime dónde has estado durante los últimos diez años.

Él se quedó en silencio. Cuando volvió a hablar, su aliento rozó su mejilla.

—Estuve en la cárcel por un tiempo por robo. Después sólo viajé por libre aquí y allá, terminando en Chicago.

Le resultaba difícil respirar con él de pie tan cerca de ella. Pero al menos había sido honesto.

—¿En la cárcel?

—Sip.

—¿Por cuánto tiempo?

—Tres años.

—¿Cuánto tiempo hace de eso?

—Hace siete años.

—¿Desde entonces no?

—No.

Ella inhaló, soltó el aire, luego dejó de respirar cuando él le rodeó la cintura con los brazos.

—¿Eso te molesta?

—¿Honestamente? No sé. —Ella lo pensó. Solo porque pasara algún tiempo en la cárcel no quería decir que ahora fuera una mala persona. Las personas cometen errores. Algunas personas aprendían de ellos. Había visto mucho de eso.

Él se echó a reír, y dio un paso atrás.

Vete, Caperucita Roja.

—¿Qué?

Oyó el crujido de los muelles de la cama.

—No puedes manejar al Gran Lobo Feroz.

Ofendida, ella se adelantó, su rodilla tocó el colchón.

—Espera un minuto. Yo no he dicho eso.

—No tienes que decir nada. Eres un pequeño conejo asustado.

Maldita sea.

—No lo soy.

—¿No lo eres?

Sonaba tan presumido.

—No, no lo soy. Es sólo que no tengo sexo indiscriminado con extraños.

Él se rió, el sonido tan oscuro como la habitación en la que se encontraban.

—Lo siento. Me dejé el currículum en mi otra moto.

Qué idiota. Ella debería irse, bajar y…

¿Y qué?

—¿Intimidas a menudo a las mujeres para que tengan sexo contigo?

—Nunca he tenido que rogar a una mujer para tener sexo conmigo, Ava.

Ella lo creyó. Las mujeres probablemente luchaban entre sí por el derecho de meterse en la cama con él. ¿Y por qué no? Era magnífico, rezumaba sexualidad. Así que ¿qué demonios estaba mal con ella? No era virgen. Dios era testigo de que el hombre hacía que fluyeran sus jugos.

—Si tienes que pensar tanto sobre eso, debes irte. Te prometo que no te perseguiré.

—¿Y si quiero que lo hagas?

—¿Quieres que yo qué? ¿Qué te persiga?

—Sí.

—Yo no persigo mujeres. Me gusta que estén dispuestas.

Ella dejó escapar un suspiro. Tenía razón.

—Ava.

—Sí.

—¿Qué hay de malo en dejarte ir y simplemente disfrutar de ti misma?

No tenía una respuesta para eso, ya que rara vez lo hacía.

—No lo sé.

—¿Quieres que te enseñe lo que es?

Estaba retándola, desafiándola a dejarse ir. ¿Podría?

Su vida estaba toda planeada, muy ordenada y controlada. Este momento representaba todo lo que ella no era. Y todo lo que Rick era. Él no parecía ser una amenaza para ella, por lo menos no que pudiera discernir. Por otra parte, ¿qué sabía realmente sobre él?

¿Qué había sabido realmente de cualquiera de los chicos con los que había tenido sexo?

No mucho más que lo que le habían dicho. Ella no les había conocido mejor de lo que conocía a Rick. Y estaba mucho más cachonda por él de lo que nunca había estado por ellos. Sólo por estar de pie en esta habitación oscura con él, escuchándolo hablarle estaba mojada, sus pezones contraídos y pidiendo ser tocados, lamidos, chupados.

La búsqueda emocional de lo prohibido, supuso. ¿Era ése el señuelo que arrastró aquí a Lacey? ¿El chico malo, vestido de cuero, que ofrecía la manzana en el jardín? Tentador, oh tan tentador.

Por otra parte, ¿qué tenía de malo en ser un poco salvaje? Ella sin duda iba retrasada en eso.

Se sentó en la cama. Y de repente, él estaba allí, su pecho contra su espalda.

Y cuando él se inclinó y presionó sus labios en el lado de su cuello, ella se estremeció ante el contacto, inclinó la cabeza hacia atrás, y le permitió tener acceso. Ella se volvió y él la empujó en su contra, sus pechos se aplastaron contra su pecho.

Ella puso las manos sobre sus brazos y sintió la fuerza de la flexión de sus bíceps, y supo que le quería desnudo, quería explorar su cuerpo con sus manos y su boca.

Quería algo que nunca había tenido antes.

La oportunidad de vivir un poco al límite.