capítulo 14

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Dos días más tarde. Mad estaba sentada en la cocina de la casa de Sean. La noche anterior Sean y ella habían estado estudiando a fondo el material que tenía para prepararse para la reunión de la junta.

Le sorprendía lo lejos que había llegado.

Bueno… respecto a la reunión, porque en relación a Spike, no había hecho ningún progreso. Pero al menos, sabía lo que iba a suceder en la junta.

Sean se había portado estupendamente. Se había quedado con ella hasta medianoche explicándole todas las dudas que tenía, y cuando le dijo que estaba impresionado por lo rápido que lo comprendía todo, ella no pudo evitar ponerse a llorar.

Llamaron al timbre y Mad volvió a la realidad.

—¿Te has olvidado la llave, Sean? —preguntó ella mientras abría la puerta—. ¿No habíamos quedado en vernos después de la reunión?

Amelia estaba al otro lado de la puerta.

—Hola, Madeline. Esperaba encontrarte aquí, pero no estaba segura.

Cuarenta y ocho horas antes, Mad le habría cerrado la puerta en las narices. Pero en esos momentos, sólo podía pensar en la expresión de Spike después de la discusión que habían tenido en el hotel.

Quizá, la aparición de su hermanastra era cosa del destino. Desde luego, que Amelia hubiera ido a buscarla no era lo habitual.

—Madeline, ¿puedo pasar? Llevo queriendo hablar contigo desde Memorial Day. Y antes. Confiaba en que podría hacerlo mientras estábamos en Greenwich… —se calló de pronto—. Estoy balbuceando.

Mad se echó a un lado y la dejó pasar y cerró la puerta. Se fijó en que tenía mala cara.

—Amelia…

—El día que te fuiste de Greenwich, Richard me dijo que fue porque pensabas que me había enrollado con Spike. Pues no fue así. No te haría tal cosa.

—Te vi salir de su habitación. ¿Por qué estabas allí si no habías pasado la noche con él?

—Había ido a preguntarle si hablaría contigo por mí. Quería pedirte disculpas desde hace tiempo, pero siempre estabas fuera. Y creo que tampoco me habrías escuchado.

Mad no podía creer lo que estaba sucediendo. Amelia siempre había sido una mujer calculadora y segura de sí misma y, sin embargo, se comportaba de manera extraña.

—¿Qué te ha pasado?

—Hace siete meses tuve un aborto.

Mad sintió un nudo en la garganta.

—Amelia…

—No fue planificado, pero eso no me importaba. Estoy destrozada —respiró hondo—. Y mi amante se ha casado, y su mujer está embarazada de gemelos. No le había contado lo del bebé… No, hasta el fin de semana que estuvimos juntas en Greenwich. Cuando le expliqué lo que había sucedido, no me creyó. Me acusa de haberme inventado la historia para darle pena. Oh, Madeline, he perdido al amor de mi vida por mi arrogancia, y ahora sufro en soledad.

Amelia rompió a llorar.

—Mi bebé habría nacido esta semana —se aclaró la garganta—. Quería contarte todo esto porque si no, no me creerías cuando te dijera que siento lo que sucedió en el pasado. Lo que hice con tus dos novios. Y tampoco ibas a creerme cuando te dijera que, aunque nos vieras juntos, Spike y yo no nos habíamos liado. Ahora no podría hacerte algo así, y es evidente que él tampoco lo habría hecho.

«Oh, cielos. Spike no estaba mintiendo», pensó Mad.

El pánico se apoderó de ella. Tenía que verlo. Inmediatamente. Pero la reunión de la junta era dos horas más tarde.

Nada más terminar iría a Saranac Lake para verlo en persona.

Amelia se frotó los ojos.

—He sido tan mala. Y lo siento muchísimo.

Mad se centró de nuevo en su hermanastra y pensó en lo mal que lo debía haber pasado. Pero no pudo evitar preguntarle:

—Lo que no comprendo es por qué lo hiciste. Nunca fui una amenaza para ti. Yo era el patito feo.

Amelia se abrazó y la miró.

—¿Sabes lo que me dijo papá cuando cumplí dieciocho años? Me dijo que era afortunada por ser tan bella, ya que el resto de mi persona no tenía nada de atractivo. Me dijo que mi aspecto era lo único que tenía para poder salir adelante y, como lo creí, lo he empleado siempre para divertirme, porque estaba aburrida. Lo utilizaba porque me gustaban los hombres o porque quería conseguir algo. Y a veces… A veces lo utilizaba para hacer daño a la gente.

Mad miró a Amelia, la mujer que siempre había pensado que era indestructible. Sin embargo, en esos momentos, parecía que su hermanastra iba a romperse en mil pedazos.

—Es todo lo que quería decirte —miró a su alrededor—. Lo comprendo si no podemos tener una relación después de todo lo que ha pasado estos años. Imagino que confiar en alguien como yo no debe ser fácil. Pero no podía seguir viviendo con ello. No puedo cambiar lo que le pasó a mi bebé, ni al hombre que amaba. Pero esto, contigo… Sí podía hacer algo al respecto —Amelia se dirigió a la puerta y se detuvo junto a ella—. Deberías saber que Richard me llamó para invitarme a Greenwich ese fin de semana. Nunca me había invitado en los cuatro años que han pasado desde la muerte de papá, y creo que lo hizo porque tú estabas allí. Tú y el hombre que te gustaba. Ten cuidado con Richard, Mad. Es muy inteligente y consigue lo que se propone. No sé por qué quiere mantenerte separada de Spike, pero por algún motivo, le interesa.

Cuando Amelia salió al pasillo, Mad la llamó:

—Espera.

Su hermanastra giró la cabeza para mirarla.

A Mad le costaba olvidar los malos recuerdos del pasado. Necesitaría tiempo para confiar en ella. Mucho tiempo. Pero estaba dispuesta a intentarlo.

—¿Vas a ir a la reunión de la junta, esta tarde?

—Nunca voy. Richard vota por mí porque le di poderes para ello. ¿Por qué?

—Antes de que te vayas, quiero mostrarte una cosa.