Querido lector:
Corazón de oro es mi segundo libro publicado y cuando pienso en él ahora recuerdo que cuando lo escribí decidí atenerme a la máxima de «limítate a lo que conoces».
Fue una buena decisión. Lo que ocurre es que escribir es como cualquier otra empresa: un poco de talento divino y de interés bastan para lanzarse a ella. Pero de ahí a saber de verdad lo que estás haciendo hay un mundo. Cuando empecé el borrador de este libro solo me habían editado profesionalmente un manuscrito en una ocasión y todavía trabajaba de manera intuitiva y aficionada (ahora en cambio soy una gran partidaria de los esquemas… ¡y por una buena razón!). Por supuesto, me sentía perdida y decidí crearme mi propia red de seguridad siguiendo un consejo que había recibido a menudo…, decidí escribir sobre cosas que conocía: un deslumbrante hombre de negocios como héroe de corazón duro, una heroína enamorada del pasado, y las montañas Adirondacks.
El protagonista, Nick Farrell, es un macho alfa de los pies a la cabeza aunque, a diferencia de los vampiros de la Hermandad de la Daga Negra, no viste ropas de cuero ni lleva pistola y cuchillo (tampoco tatuajes). Es un guerrero de las finanzas, y no miento si digo que en una sala de juntas puede ser tan brutal como los luchadores de artes marciales. Además ¡los trajes mil rayas pueden ser de lo más sexi, si la persona que los lleva tiene la espalda adecuada! Cuando lo pienso ahora, me doy cuenta de que Nick fue el principio de mi obsesión por los hombres dominantes. Su estilo de vida es completamente distinto del de los miembros de la Hermandad, pero como ellos, es un macho poderoso, que, sin embargo, nunca abre su corazón a nadie… hasta que conoce a su pareja perfecta.
En cuanto a Carter Wessex, la arqueóloga protagonista, está sacada directamente del Indiana Jones que hay en mí. Crecí viendo una y otra vez En busca del arca perdida, deseando poder transportarme a la jungla o al desierto con un látigo en el cinturón y un salacot en la cabeza. Cuando Carter surgió (como hacen todos mis personajes: aparecen sin más en mi cabeza, se acomodan y esperan a que los escriba), me hizo mucha ilusión porque pensé que la idea de enviarla en busca de un tesoro escondido era ALUCINANTE.
Y entonces… empecé a documentarme sobre lo que de verdad hacen los arqueólogos. Mi visión romántica de esta profesión académica no tenía ninguna base real; de hecho, demostró ser mucho menos metódica, disciplinada y, por qué no decirlo, teatral de cómo la había imaginado. La buena noticia, sin embargo, era que los arqueólogos efectivamente desentierran el pasado, buscan tesoros y, en ocasiones y por así decirlo, los encuentran. Pero, además, una vez tuve una visión más precisa de lo que hacía Carter, el personaje se hizo menos unidimensional y más creíble… y más apropiado para ser la pareja de Nick porque ambos cultivaban sus respectivas profesiones con dedicación y excelencia.
Lo que nos lleva al escenario de la historia: las montañas Adirondacks del norte del estado de Nueva York. Siguiendo el lema de «limítate a lo que conoces», tengo que decir que las montañas Adirondacks son una parte tan importante de mí que las considero mi hogar con independencia de dónde esté viviendo. De niña pasé todos los veranos allí y ahora he empezado a ir de nuevo de manera habitual. Cuando estaba escribiendo el borrador de Corazón de oro, sin embargo, trabajaba todo el día y me fue imposible pasar allí buena parte de julio y agosto. ¿La solución? Escribir sobre el lugar. En muchos sentidos, cuando escribía páginas sobre Nick y Wessex, me estaba tomando una especie de vacaciones, porque las imágenes y las escenas que se desarrollan en el lago y en las montañas me transportaban a donde me habría gustado estar. Pero, además, ¡qué lugar tan maravilloso para enamorarse en verano! Sé que para mucha gente una playa de arena es sinónimo de escena romántica, pero yo siempre prefiero una rama de pino fragante a una palmera.
Y ahora dos palabras sobre el argumento de la historia. En aquel momento de mi carrera como escritora todavía me esforzaba por «planificar» mis libros. Tenía muy en cuenta las convenciones de la novela romántica y estaba decidida a respetarlas; por tanto, quería escribir algo que siguiera los patrones esperados y estuviera a tono con las normas del género, porque pensaba que ir sobre seguro era la mejor manera de conservar mi trabajo. No quiero decir con esto que no me sienta orgullosa de este libro ni que crea que le falta algo. Me encanta la pareja que forman Carter y Nick, y estoy muy satisfecha de su historia. Pero hasta que no llevaba escritas tres cuartas partes del primer borrador la historia secundaria del sobrino de Nick no empezó a cobrar consistencia. Escribí una escena estupenda sobre un chico y una chica que huyen de sus padres y se refugian en el bosque: subrayaba el suspense, añadía tensión, cambiaba el tono general del libro… tenía que eliminarla.
Me he dado cuenta de que aquella fue mi primera subtrama, algo que ahora incorporo de manera habitual en mis libros de la Hermandad de la Daga Negra o de Ángeles caídos. Abrir los puntos de vista a otras personas y experiencias aporta mucho a las historias, en mi opinión, porque las hace más reales. Nadie vive en una isla, todos estamos rodeados de gente con experiencias similares a las nuestras, y creo que parte de la manera en que valoramos las cosas está en contraste o comparación a lo que viven los demás. En lo que se refiere a los libros y a contar historias, creo que las tramas secundarias bien hechas aportan profundidad y realismo.
Dicho esto, el peligro de escribir muchas historias paralelas es que se corre el riesgo de perder, o enterrar, la historia principal hasta el punto de que el lector no sabe en qué debe centrar su atención, o, peor aún, hasta que la narración se cae por su propio peso. Hace falta mucha precisión y ojo crítico para diferenciar entre lo que añade y lo que obstaculiza (y esto lo sé muy bien porque he cometido errores de este tipo). Por entonces yo no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Tenía la sensación de que la escena de la huida al bosque era estupenda, pero, por la manera en que fluía el resto de la historia, no terminaba de encajar. En los años siguientes, sin embargo, adopté la costumbre de usar múltiples puntos de vista y tramas, y de combinarlos de manera equilibrada y adecuada. (Ahora que lo pienso, ha resultado divertido releer mis dos primeros libros y darme cuenta del rumbo que iba tomando mi escritura, aunque entonces no tuviera ni idea de adónde me dirigía, por así decirlo).
Espero de corazón que disfrutéis de Nick y Carter tanto como yo lo hice (y sigo haciendo). Forman una pareja estupenda, pero además este libro tiene uno de los mejores finales que he escrito EN TODA MI VIDA. Estad, por tanto, atentos a la bomba final, no os digo más.
¡Feliz lectura!
J. R. Ward
Diciembre de 2011