Capítulo 20
Carter se terminó el café de un trago y se quemó el cielo del paladar. No tenía ningún interés en que le confirmaran que Nick había dormido fuera de casa. Había sacado ya sus propias conclusiones sobre lo que había estado haciendo todas esas horas.
—Creo que me voy para la montaña —le dijo a Gertie tratando de aparentar despreocupación.
—¿Vendrás a cenar?
—No creo. Arriba ya debe de estar todo casi seco.
Y es que pensaba quedarse en el campamento. Le daba igual si tenía que comer maíz frío directamente de la lata y dormir en un charco.
—No deberías preocuparte por Nick. Como he dicho, estoy segura de que todo esto tiene una explicación.
Desde luego que la tiene, pensó Carter con desdén. Por ejemplo, que había conocido a una modelo de metro ochenta con pelo del color del sol y labios de muñeca chupona. Seguro que ya estaban planeando la luna de miel en Mallorca.
—No se ha ido con una mujer —dijo Gertie como si le hubiera leído el pensamiento.
Carter se encogió de hombros.
—Y si lo ha hecho, es asunto suyo. No me interesa su vida privada. Nuestra relación es profesional.
Al darse cuenta de cómo la miraba Gertie, Carter insistió.
—Lo digo en serio.
—Mira que os parecéis los dos —dijo Gertie con tristeza.
—Los dos somos mamíferos, eso es cierto. Pero también lo son los elefantes y los delfines.
Carter abrió la puerta y casi había salido de la casa cuando recordó que tenía ropa arriba. Echó a correr, subió y cogió su bolsa. Se disponía a bajar las escaleras a toda prisa cuando vio a Nick entrar por la puerta principal.
Frenó en seco y se quedó justo en el borde del primer escalón.
Se fijó en lo sexy que estaba con aquel aspecto algo desaliñado y el corazón le dio un brinco. Llevaba la chaqueta del esmoquin encima del hombro y el cuello de la camisa desabotonado. Los ojos grises estaban entrecerrados y tenía el pelo completamente despeinado, como si alguien se lo hubiera revuelto con los dedos.
¿Quién?, se preguntó Carter.
—Buenos días —dijo Nick al verla.
Carter le devolvió la mirada furiosa. Se colgó la bolsa del hombro y empezó a bajar las escaleras. Cuando llegó abajo Nick le cerró el paso.
—¿Has dormido bien? —le preguntó con sorna.
—No como tú, por lo que se ve —le espetó Carter—. Tienes bastante mal aspecto.
—Ha sido una noche rara —dijo Nick con una sonrisa traviesa—. E inesperada.
—Espero que te lo pasaras muy bien. —Carter colocó la bolsa entre los dos y trató de empujar a Nick, pero este se negó a moverse—. ¿Te importa dejarme pasar?
—Que trabajes mucho —dijo Nick en tono burlón.
—Eso ni lo dudes. Cuanto antes terminemos, antes podré salir de aquí.
—¿No estás contenta con las instalaciones en mi montaña y en mi casa?
—El problema es más bien el anfitrión —precisó Carter entre dientes antes de empujarle con fuerza.
Nick se apartó por fin y Carter se apresuró a salir.
Su trayecto montaña arriba estuvo marcado por numerosos insultos y paso ligero. Tardó la mitad de tiempo de lo habitual.
Cuando llegó, Buddy estaba intentando encender el fuego.
—Comida —le dijo a Carter a modo de saludo—. Necesitamos más.
Carter hizo un esfuerzo por sobreponerse.
—Porque te la habrás comido tú toda.
—Es que estoy en edad de crecer, oye. Tengo que alimentarme. —Buddy se puso en pie—. Se nos ha acabado casi todo. Estaba pensando en ir yo a hacer la compra. Cort y Ellie pueden quedarse aquí contigo.
Carter arrugó el ceño.
—No necesito canguros. Tengo un corte en una mano, no una deficiencia neuronal.
Las cejas de Buddy se arquearon tanto que Carter respiró hondo y le regaló una sonrisa.
—Bueno. ¿Y qué tal noche has pasado? ¿Tranquila?
—Pues no —dijo Buddy sonriendo también—. Y gracias a la interrupción ahora me veo en la tesitura de explicarle a Cort que su tío y yo estamos saliendo.
—¿Cómo dices?
—Pues que anoche el gran hombre y yo compartimos tienda. Tu tienda.
Carter abrió la boca de par en par.
—¿Nick?
—Sí.
—¿Estuvo aquí? ¿Contigo?
—Sí, y ronca como un serrucho. ¿Lo sabías?
Carter movió la cabeza, atónita.
—Pero ¿para qué subió aquí?
—¿Tú qué crees? Mucho whisky y poca Carter. Venía dispuesto a soltarte un discurso. Deberías haberle visto la cara cuando se encontró conmigo.
Carter rio.
—Me estás tomando el pelo.
—De eso nada.
—No me lo puedo creer —murmuró Carter antes de sentarse.
Buddy suspiró con teatralidad.
—Hasta se tomó un café conmigo esta mañana. Todo un caballero…
—¿Por qué no me lo ha dicho?
—¿Cuándo?
—Esta mañana. Me hizo pensar que había estado por ahí con… —Carter negó con la cabeza—. Supongo que da igual.
Buddy se sentó a su lado.
—Vamos a ver. Un multimillonario sube a rastras una montaña en plena noche vestido de esmoquin solo para verte. Me parece que eso significa algo.
—Sí, bueno —murmuró Carter tratando de disimular lo halagada que se sentía—. Significa que está como una regadera.
—Eso mismo.
Carter miró a Buddy largo rato y luego sonrió.
—Buddy, deja de intentar venderme la moto, por favor.
—Oye, yo también estoy como una regadera y llevas años aguantándome.
—Pero no estoy enamorada de ti —dijo Carter con voz contenida.
La expresión de Buddy era esperanzada.
—¿Quiere eso decir…?
—No, tampoco estoy enamorada de él. Y no me mires así.
—¿Así cómo?
Carter puso los ojos en blanco.
—¿No deberíamos ponernos a trabajar en lugar de seguir hablando de mi inexistente vida sentimental?
Buddy le pasó un brazo por los hombros. Su cara era seria.
—Deberías ir a hablar con él.
Carter negó con la cabeza.
—No hay nada más que decir.
—Me parece que estás asustada.
—Eso ni lo dudes.
—Estás loca por él y después de lo que vi anoche me juego un ojo de la cara a que a él le pasa lo mismo —dijo Buddy con voz suave.
—Buddy, necesitas los dos ojos para trabajar. No te juegues uno, por favor. Y a ver si te he entendido bien. ¿Te parece mal que intente mantenerme alejada de un hombre sin sentimientos famoso por tratar a las mujeres como si fueran material de desecho?
—Estás exagerando un poco. ¿No te parece?
—Venga ya, si podría ser la imagen para una campaña publicitaria de «De usar y tirar».
—No seas absurda. Y además, tú eres distinta. —La convicción en la voz de Buddy le resultaba a Carter desgarradora, pues le recordaba aquello en lo que le gustaría tanto creer—. Tú no eres una de esas muñequitas de sociedad que siguen una dieta líquida a base de Chardonnay y solo piensan en comprarse modelos. Tú eres una mujer de verdad.
Carter se puso de pie buscando fuerzas para poner fin a aquel tema de conversación, para olvidarse de Nick.
—No tengo claro que el problema sean las mujeres que elige. Y ahora, ¿podemos cambiar de tema? Hace mucho tiempo que ya no me hago ilusiones respecto a Nick.
Buddy le cogió una mano.
—Carter, ¿hace cuánto que nos conocemos?
—Buf, pues no sé. ¿Seis años? Algo así.
—¿Y te he dado alguna vez un mal consejo?
Carter tuvo el impulso de contestar con una broma, pero vio que la expresión de Buddy era seria. Movió la cabeza. Lo que dijo entonces su amigo la cogió por sorpresa.
—Sé que te ha hecho daño. Mucho. Pero ¿sabes una cosa? El amor no es un camino de rosas y la gente hace cosas estúpidas cuando está enamorada. Comete equivocaciones. Reconozco a un hombre enamorado cuando lo veo porque yo lo he estado también. Y la persona que se presentó anoche en tu tienda era un hombre que echaba de menos a su mujer. No era ninguna estrategia para llevársela a la cama. Te quiere, estoy convencido. Así que deberías plantearte darle una oportunidad. ¿No te parece?
—Pero ¿y si me vuelve a hacer daño?
La sonrisa de Buddy estaba llena de sabiduría.
—Te lo hará. Y tú también a él. Y los dos lo superaréis. Así es como funciona la cosa.
Carter resopló.
—Debería haber una manera más fácil.
—Si la encuentras, dímelo. Pero te voy a decir algo. —Tenía los ojos llenos de añoranza y amor—. Jo-Jo y yo llevamos casi veinte años peleándonos y haciendo las paces y no cambiaría ni un solo momento de mi vida con ella.
Se levantó.
—Y aquí termina mi discurso. Vamos a ver cómo está la excavación.
Mientras caminaban hacia el círculo de piedras, Carter tenía muchas cosas en la cabeza.
Cuando llegaron comprobaron el grado de humedad del suelo, que era menor de lo que habían esperado, y decidieron que podían empezar a trabajar de nuevo. Aunque no conseguía sacarse a Nick de la cabeza, Carter se colocó en el recuadro que había dejado sin terminar. Le resultaba difícil excavar con una sola mano, pero hizo lo que pudo. Mientras manejaba con torpeza la paleta le sorprendió comprobar que al poco tiempo esta chocaba contra algo duro. Parecía un hueso.
—Creo que hemos encontrado otro —dijo.
Buddy se acercó y la ayudó a descubrir lo que resultaron ser unas costillas. Entre los huesos había unos botones de metal como los que usaba el modesto ejército colonial.
—Me parece que es otro rebelde. —Carter se acuclilló, satisfecha del descubrimiento—. Así que tenemos dos colonos y dos británicos.
—Está solo a unos metros del chaqueta roja que encontramos. Puede que alguien los enterrara en el mismo sitio en que murieron durante la escaramuza.
—Suponiendo que este sea un soldado rebelde —aventuró Carter—. Entonces es probable que al menos parte de lo que cuenta Farnsworth en su diario sea cierto. Dos soldados rebeldes lo escoltaron a través de las montañas y allí les salieron al paso dos de sus hombres, que se suponía que debían llevar consigo a Nathaniel Walker.
—Pero que no lo llevaban porque planeaban una emboscada.
—Luchan.
—Halcón Rojo mata a todos menos a Farnsworth.
—Y desaparece con el oro —concluyó Carter—. Entonces, ¿dónde está el reverendo?
Los dos miraron hacia el trozo de terreno aún sin excavar.
Juntos se pusieron a desenterrar el esqueleto y para cuando llegaron Cort y Ellie, justo antes del almuerzo, habían liberado casi toda la mitad superior del cuerpo.
—¡Habéis encontrado otro! —exclamó Cort—. ¿Creéis que puede ser Winship?
—Lo dudo —dijo Carter—. Que sepamos él no llevaba uniforme y estos botones parecen indicar que este era un soldado del ejército colonial.
—Entonces, ¿dónde está el reverendo? —preguntó Ellie.
—¿Y el oro? —añadió Cort.
—No tengo la respuesta a ninguna de esas preguntas —Carter recorrió la excavación con la vista—, pero no creo que el oro esté aquí. Si alguien se tomó el tiempo necesario para enterrar estos cuerpos, me cuesta trabajo creer que no se llevara después el oro.
Durante las horas siguientes trabajaron en colaboración para desenterrar el esqueleto. Avanzaron bastante y Carter decidió que para cuando terminara el día era muy posible que tuvieran los huesos y los artefactos que venían con ellos fotografiados y puestos a buen recaudo. Justo cuando el sol empezaba a descender hacia el horizonte, Buddy se enderezó con un gruñido y anunció que se iba al pueblo.
—Te acompaño —dijo Ellie—. Cort, ¿te vienes?
—No, creo que me voy a quedar.
Ellie pareció desconcertada, pero enseguida levantó la barbilla y siguió a su padre.
Cuando estuvieron solos, Cort le preguntó a Carter con voz suave:
—¿Estás bien?
Carter estaba concentrada en los huesos del brazo del esqueleto.
—Pues claro, me cuesta un poco con una sola mano, pero…
—Me refería a tu padre.
Carter le miró. Cort tenía los ojos fijos en la excavación. Trabajaba concentrado, como si no hubiera pronunciado palabra, pero su actitud era de alerta.
Carter sonrió, conmovida por la preocupación que Cort se esforzaba por disimular.
—Sí, estoy muy bien. Me gustó verle.
—Genial.
—Y gracias por preguntar.
Siguieron trabajando cuando oyeron a alguien acercarse entre los árboles procedente del camino trasero de la montaña.
Carter se puso tensa y Cort levantó la vista. No podía ser Buddy, pensó. Lo que dejaba dos posibilidades, ninguna de las cuales le hacía gracia. Nick o Lyst.
—Debe de ser un ciervo —dijo.
—No me ha sonado a Bambi.
—Igual es un turista husmeando. O Ivan.
—No. A Ivan no se le oye cuando va por el bosque. Aunque sea otoño y haya hojas en el suelo.
El ruido subió de volumen. Carter se levantó con el presentimiento de que algo peligroso iba a suceder en el preciso instante en que Conrad Lyst entraba en el círculo de piedras. Carter contuvo el aliento.
—Por mí no te pares, Carter —dijo en tono de broma—. ¿Quién es tu compañero de excavación?
Antes de que Carter pudiera decir nada, Cort saltó.
—Soy Cort Farrell. Oye, yo a ti te conozco. Eres el tipo al que echó Ivan de aquí.
—Ah, el hijo del amo —murmuró Lyst recostándose contra una de las piedras de mayor tamaño. Fijó los ojos en Cort como si quisiera memorizar su aspecto.
—Soy su sobrino.
—No me digas.
Cort sacó pecho y preguntó:
—¿Qué haces aquí?
La mirada de Lyst se posó en Carter, acariciándola de una manera que la hizo sentirse sucia.
—Pues es que no soportaba estar más tiempo separado de… mi amiga.
—Igual es que necesitas entrenarte —dijo Carter en voz baja ante la mirada confusa de Cort.
Estaba preocupada por él e intentaba pensar en la manera de sacarlo de la montaña.
Lyst esbozó una sonrisa.
—Te he echado mucho de menos, Carter. —Su voz era la de un amante—. Odio que estemos separados.
Cort entrecerró los ojos y Carter no quiso ni imaginar las conclusiones que podía estar sacando. No entendía lo que pretendía Lyst. Parecía decidido a dar la impresión de que había algo entre los dos. O quizá es que de verdad se sentía atraído por ella.
Pensó en todas las veces que se había bañado desnuda en el río y la idea de que Lyst hubiera podido espiarla la puso enferma.
—Veo que habéis encontrado otro esqueleto. Lleváis ya cuatro, ¿no?
—Creo que deberías irte —le dijo Carter tratando de aparentar serenidad—. El señor Farrell ha dejado muy claro que no quiere verte en su propiedad y está a punto de llegar.
Era una mentira como una casa y Carter confió en que Cort, que la observaba con atención, no le llevara la contraria. Intentaba desesperadamente calcular cuánto tardaría Buddy en volver. Al menos faltaba una hora.
—Me encantará volver a ver a Farrell —murmuró Lyst y a continuación inspeccionó el yacimiento—. Habéis estado muy ocupados. Ya no queda demasiado terreno por excavar.
Hubo una pausa tensa y a continuación Lyst le dirigió a Cort una sonrisa de lo más hipócrita.
—¿Te importaría dejarme un minuto a solas con mi amiga? Tenemos que hablar de un tema, esto…, personal.
Cort vaciló.
—No pasa nada —se apresuró a decir Carter—. ¿Por qué no vas a decirle a Gertie que enseguida bajo a cenar?
Miró a Cort con autoridad y rezó al cielo para que este no se resistiera. Cort abrió la boca como si fuera a hacerlo, pero acto seguido salió corriendo del círculo de piedras. Carter se sintió inmensamente aliviada.
—Qué joven tan atractivo —dijo Lyst acercándose a ella—. Aunque parecía algo confuso respecto a la naturaleza de nuestra relación.
—¿De qué hablas? —siseó Carter y dio un paso atrás mientras intentaba disimular lo asustada que estaba.
Lyst frunció el ceño.
—Te he visto con Farrell, por si no lo sabías. He visto cómo le miras. Si no fuera como soy, lo interpretaría como una traición.
Carter miró la espátula que había dejado en el suelo y decidió que si Lyst se abalanzaba sobre ella la cogería. Era lo más parecido a un arma que tenía cerca.
—¿Y qué te ha pasado en la mano? Te dejo sola dos días y te haces pupita. Menos mal que la llevas vendada. Es importante curar las heridas que sangran tanto como esa.
Mientras aparentaba serenidad, a Carter se le ocurrió que tal vez se había quedado corta al pensar en Lyst simplemente como alguien sin principios.
—No debe de faltar mucho para que aparezca mi oro —dijo Lyst acercándose aún más a Carter.
Esta no tenía ganas de discutir sobre el uso del adjetivo posesivo en aquella frase.
—No creo que esté aquí.
—¿Ah, no? Pues yo estoy convencido, y rara vez me equivoco en estas cosas. Está aquí, por alguna parte. —Miró a Carter de arriba abajo—. Puedo olerlo. Quizá no aquí exactamente, pero en algún lugar de esta montaña. ¿Dónde vais a excavar después?
—En ningún sitio. Cuando terminemos aquí me voy.
—¿Estás segura de eso? Creo que deberías estar más motivada. Tienes mucho que perder. Ese granero en Burlington en el que tanto tiempo pasas trabajando, por ejemplo. Los incendios domésticos son algo muy habitual, como sabes. Y si no, piensa en ese chico tan encantador. Sería horroroso que le pasara algo. Un accidente de alguna clase, como una caída en el bosque, por ejemplo. Los adolescentes son muy descuidados.
Un sudor frío se apoderó de Carter.
—No te atrevas ni a acercarte a él.
—Pero bueno, qué protectora te veo. Casi maternal. —Lyst se acercó un paso más—. Pero la que a mí me gusta de verdad es la chica. Con ese pelo rojo tan bonito y esa piel tan clara. La de cosas que podría enseñarle.
Hizo un gesto con la mano para impedir que Carter hablara.
—Sí, ya lo sé… Me vas a decir que no me acerque a ella —dijo Lyst imitando su voz—. La cuestión es ¿qué estás dispuesta a hacer tú para protegerlos?
De entre los árboles llegaron unas voces apremiantes llamándola, auténtica música a oídos de Carter. Suspiró de alivio.
Lyst miró furioso en dirección a las voces de los buenos samaritanos.
—Voy a explicarte lo que tienes que hacer. Terminas de excavar este bonito arenero y si encuentras el oro, me lo das. Y si no lo encuentras, sigues excavando hasta que aparezca.
—Te has vuelto loco.
Lyst ladeó la cabeza.
—Es curioso que digas eso, porque yo me siento de lo más lúcido.
Las voces subieron de volumen.
—Tus amigos están preocupados por ti —dijo Lyst—. Estoy seguro de que tendrás la tentación de hablarles de nuestro pequeño acuerdo, pero mejor lo mantenemos en secreto. ¿Te parece? Por el bien de los chicos.
Rio y en un gesto rápido agarró a Carter. Le quitó la gorra y le tiró del pelo hasta que Carter pensó que iba a arrancarle el cuello. La miró largamente a la cara.
—Sé que has estado con Farrell. Es una perita en dulce y me gustan las mujeres ambiciosas. —Los ojos negros de Lyst se detuvieron en cada una de las facciones de Carter—. No me importa que me seas infiel, que lo sepas. Siempre que pienses en mí cuando él esté dentro de ti.
Carter dio un respingo y quiso apartar la mirada, pero Lyst la sujetó por la barbilla y la obligó a mirarle a los ojos.
—Hasta muy pronto —le dijo a escasos centímetros de su boca.
—Como intentes besarme, te muerdo el labio.
—¿Me lo prometes? —susurró Lyst.
Y con eso desapareció.
Carter se tambaleó hasta apoyarse en una de las piedras en el mismo momento en que llegaban Cort e Ivan.
—Ahora vengo —dijo este último antes de internarse en el bosque. Llevaba una escopeta.
Cort corrió hacia Carter.
—¿Te ha hecho daño?
Carter negó con la cabeza y se preguntó cuándo dejarían de temblarle las manos y los pies.
—No sabía que conocieras a ese tío. —Había un asomo de desconfianza en la voz de Cort.
—Es que no le conozco.
—Pues por lo que decía parecía que los dos…
Carter movió la cabeza con énfasis.
—No tengo ni idea de qué iba todo eso. Casi no le conozco.
Cort se relajó un poco.
—Daba bastante miedo. Por eso fui a buscar a Ivan.
—No te preocupes por Lyst. Es inofensivo. —Carter trató de esbozar una sonrisa tranquilizadora.
—A mí no me ha parecido inofensivo.
—Oye, seguro que los Swift están a punto de llegar. Vamos a esperarles y así les ayudamos a descargar el coche.
Cort la miró como diciendo: no me creo nada de lo que dices, pero la siguió hasta el sendero. Antes de emprender el descenso, Carter le miró con cara seria.
—Esto se lo cuento yo a Buddy. ¿De acuerdo?
—Me imaginaba que dirías eso. Y además, no quiero que Ellie se asuste.
Cuando llegaron a la mansión Buddy y Ellie estaban descargando las provisiones.
Carter decidió poner buena cara y les saludó con voz alegre.
—Reconforta saber que el instinto cazador-recolector aún pervive en el mundo moderno.
—Qué de cosas —dijo Cort caminando hasta Ellie, quien le saludó con cierta reserva.
Buddy salió de detrás del Range Rover cargado con bolsas de plástico llenas de comida.
—Oye, Carter, ¿le llevas esto a Gertie?
Carter cogió una bolsa con ruibarbo y fresas.
—¿Y esto?
La sonrisa de Buddy delataba placer anticipado.
—Hay quienes disfrutan haciendo tartas y quienes disfrutan comiéndolas.
Carter le dio la espalda, luchando contra sus emociones. Aunque simulaba estar tranquila, lo cierto era que le estaba costando trabajo recuperarse del miedo que había sentido en la montaña, con Lyst, y sabía que iba a tener que hablar de ello con Buddy. Y pronto. La amenaza que Lyst representaba era muy real y no estaba segura de cómo protegerse ella misma y a los Swift.
Cuando entró en la cocina por la puerta trasera, el fresco ambiente del interior de la casa sustituyó al calor de la tarde estival. Carter inspiró hondo en un intento por tranquilizarse. Olió a manzanas y vio que había un frutero lleno de Granny Smith en una de las encimeras de la cocina. Fue entonces cuando vio a Nick junto al fregadero y dio un respingo.
—Pensaba que teníais prisa por marcharos —dijo este con voz áspera. Estaba pelando una de las manzanas, retirando la piel verde y lustrosa de un solo corte. Carter dejó la bolsa con comida encima de la mesa.
—Y la tenemos.
La voz le había salido de lo más contenida, pensó.
—Pues me parece mucha comida. —La expresión de Nick con el cuchillo en la mano era de lo más fría.
—Buddy debía de tener hambre cuando hizo la compra.
—Tengo entendido que Ivan ha subido a la montaña con la escopeta —dijo Nick con fingida indiferencia. Terminó de pelar la manzana, dejó el cuchillo y mordió la fruta con un chasquido—. ¿Hay algún problema?
Carter estaba confusa. Lo último que quería era mezclar a Nick en la excavación. Si le contaba que Lyst había vuelto, con lo territorial que era, era capaz de ponerse a hacer guardia él mismo en el yacimiento.
Y lo que quería era verle menos, no más.
—La verdad es que no —contestó.
—O sea, ¿que le apetecía desfilar un rato con un arma en la mano y vestido de cazador? Pues que yo sepa a Ivan nunca le ha interesado la moda. —Nick dio otro mordisco a la manzana, sus dientes blancos atravesando la carne crujiente—. ¿Te estaba molestando alguien?
—No era más que un turista. No tiene mayor importancia.
La tensión que había en la habitación le estaba dando a Carter ganas de gritar. Se volvió e hizo ademán de marcharse.
—Me estás mintiendo.
Carter se detuvo con una mano en el picaporte.
—Cort me lo ha contado. Y lo del oso también era mentira, ¿a que sí?
Carter vaciló, tenía ganas de darse de bofetadas.
—¿No tienes nada que contarme? —La voz de Nick era fría, despojada de toda emoción.
Se terminó la manzana en silencio y tiró el corazón a la basura.
—No —dijo Carter por fin.
—¿No? —Nick cruzó los brazos—. Se presenta en la excavación un tipo al que ya he tenido que echar de mi propiedad, mientes dos veces sobre él, ¿y sigues pensando que no me debes una explicación?
—Yo no le pedí que viniera. No le quiero en la excavación.
Carter le miró tensa y salió. La puerta mosquitera se cerró a su espalda.
Cuando la oyó de nuevo supo que Nick había salido detrás de ella.
—Tú y yo no hemos terminado de hablar de eso. Ni lo sueñes.
Carter se giró sobre sus talones. Al mirarle recordó lo alto que era.
—No hay nada más que hablar.
Nick la miró con dureza.
—No haces más que hablar de lo importante que es la confianza —dijo con amargura— y luego eres tú la que no es de fiar.
Carter abrió la boca para hablar pero Nick no la dejó:
—¿Estás colaborando con Lyst?
—¡Pues claro que no!
—Entonces, ¿quieres hacer el favor de explicarme por qué me has ocultado sus visitas? ¿Te estás acostando con él?
Carter tomó aire.
—Pero ¿cómo te atreves?
—Le estás protegiendo. Tiene que haber una razón para ello.
—Pues te aseguro que no es… —Se estremeció—. Y no le estoy protegiendo.
Nick levantó el dedo índice.
—No me gusta que me tomen el pelo. Si descubro que hay algo entre vosotros dos, me voy a ocupar personalmente de que te retiren la beca por fraude.
—No hay nada entre Lyst y yo. —Carter negó con la cabeza—. Mira, Lyst está desesperado porque tiene más ambición que talento. Es capaz de cualquier cosa por medrar, pero yo no pienso mover un dedo para ayudarle.
—¿Y qué me dices de las mentiras?
—¿Qué pasa con eso?
Nick echó la cabeza atrás y soltó una carcajada. No era una risa agradable.
—No sé cómo se me ocurre esperar una disculpa. Tú lo único que sabes hacer es rechazarlas. —Su voz estaba tensa por la ira—. Pero hazme un favor. La próxima vez que juzgues a alguien por no contar algo, acuérdate de esta pequeña anécdota. Así no quedarás como una hipócrita. Confianza. Por Dios. Y pensar en lo culpable que me has hecho sentir.
Y con esto se dio la vuelta y se fue al garaje.
Carter le miró alejarse, paralizada. Se daba cuenta de lo incoherente de su comportamiento y empezaba a sentir remordimientos. Nick tenía razón. Le había mentido y ahora que lo pensaba, por razones de lo más tontas.
Qué duro es bajarse del pedestal de la superioridad moral, pensó.
Fue a reunirse con los demás junto al Range Rover mientras seguía dándole vueltas a lo equivocado de su proceder.
—Entonces, os quedáis todos a cenar, ¿verdad? —preguntaba Cort.
Carter se puso rígida.
—Yo ya he encargado la tarta de postre —contestó Buddy desde el quad. Estaba sujetando provisiones con una cuerda elástica.
—Pues espera a probar la de frutas. Ivan dice que es la mejor —dijo Cort mientras se subía al vehículo—. Ellie, ¿subes conmigo?
Ellie pareció dudar un instante, pero a continuación subió al quad detrás de Cort. Mientras se alejaban, su melena rubio cobrizo flotaba en la brisa estival.
—Ay, el amor de juventud —suspiró Buddy con una sonrisa—. Casi tan maravilloso como la tarta.
Después de colgarse las mochilas, Carter y Buddy echaron a andar por el césped. Mientras pisaba la hierba alta Carter tenía la sensación de que su vida se desmoronaba y se preguntó cuándo volverían las cosas a ser como antes.
Si es que eso era posible.
—Estás muy callada —comentó Buddy.
Carter miró a su amigo. Recordó lo que le había dicho Lyst y decidió contarle a Buddy su última visita.
—Creo que Ellie debería dormir en la casa.
—¿Para que se pase la noche viendo películas de miedo con Cort? Quería que aprendiera algo este verano, pero no precisamente historia del cine de terror.
—Lyst ha vuelto.
A Buddy se le borró la cara de placidez.
—¿Cuándo?
—Hoy.
Parecía alarmado.
—¿Le has visto?
Carter asintió tratando de parecer calmada.
—¿Estabas sola?
—Con Cort.
—¿Qué quería?
—Creo que Ellie debería quedarse en la casa. —Las suaves palabras de Carter estaban llenas de significado.
Buddy se paró.
—¿Se puede saber qué ha pasado?
—Ha venido a husmear. A ver qué habíamos encontrado.
—Y entonces, ¿por qué quieres a Ellie lejos de la montaña?
Carter se esforzó por no parecer alarmada.
—Creo que sería más seguro.
Buddy abrió mucho los ojos detrás de sus gafas.
—Debería mandarla de vuelta a Cambridge, ¿no?
Carter asintió.
—Pues se va esta misma noche.
Cuando echaron a andar de nuevo, lo hicieron a paso ligero.