No se ve, pero se entiende:
la Dama Duende.
(Tiene de filosofía — la mitad de la mitad: —lo que fía la verdad— de amor y sabiduría. —Y de damaduendería— la mitad del pensamiento: —lo que miento, cuando siento— el pesar de la poesía).
La Dama Duende:
se ve, pero no se entiende.
Sin Dios,
sólo dos.
(En dos sólo cabe uno — cuando en uno caben dos. —
Y uno y otro quiere Dios —que no quepan en ninguno).
Sin Dios,
sólo dos.
La vida es nuestra pasión.
La verdad, nuestra razón.
(Cuando de verdad queremos —lo que de vida soñamos— la verdad, la padecemos, —la vida, la razonamos).
La vida es nuestra razón.
La verdad, nuestra pasión.
La luz es nuestro camino.
La ilusión, nuestro destino.
(La ilusión que te ilumina — te ciega para mirar. —El que por la luz camina— se hace sombra el caminar).
La ilusión es el camino.
La luz es nuestro destino.
Mito-mote:
Don Quijote.
(El amor de Don Quijote — está en un brote. —Tronco seco nunca pierde— renuevo verde.
Los amores de don Juan —unos vienen y otros van…— Uno, dos y tres y cuatro… —¡Tablas! Tablas de teatro).
Don Juan: mote-mítico afán.
En las carnes, el latido;
en los huesos, su sentido.
(Las semillas esparcidas, florecieron… —Pero apenas florecidas— se perdieron. —Las hojas que mueve el viento— con temblor, —hacen un solo rumor— con su lamento).
En la piel, la flor del aire.
En el alma, su donaire.
Al final,
todo es igual.
(Porque Fray Luis de León —le ha ofrecido la ocasión— con una expresa versión, —la monja Isabel Osorio— lee el Cantar de Salomón: —¿soñando en don Juan Tenorio?…).
Por principio,
amor es ripio.
(Y es consonante notorio —de Tenorio con Osorio— el fuego del Purgatorio. — Isabel, consonante de Luzbel, — por El, con El, contra El, —prendida en llama consuena…— ¡Alma en pena! —Ya Fray Luis de León— por consonar con canción, — con pasión y corazón, — con razón, y sin razón, —le prende la Inquisición).
Al final,
todo es moral.
Desde luego,
amor es ciego.
Desde antes, y después,
no lo es.
(Amar es querer juntar — mirar y ver. —Qué es lo que hay que separar— para creer).
Ver y no ver.
Amar no es nunca escoger.
(No poder ver ni mirar — no es amar, es envidiar. —Un escoger que cojea— y baila con la más fea).
Desde luego,
amor es juego.
Más me hielo si más ardo
dijo a Eloísa, Abelardo.
(Tuvo la filosofía, — cuando lo quiso tener, —más que de un querer saber— de un saber que no quería: —que es un sabor de poesía…— ¡Oh sabia sabiduría! —¡Saborear el no ser!…).
No sepamos tan de prisa,
dijo a Abelardo, Eloísa.
Alerta, poetas:
que donde hay sentidos
también hay saetas.
No quiero sobrevivirme
en un tiempo intemporal
que es la jaula de cristal
de que quisiera evadirme.
Que no quiero repetirme
por un espejismo vano,
tan lejano y tan cercano,
que cuando mi afán lo advierte
no sé si es vida o es muerte
lo que toco con mi mano.
Las cosas, al parecer,
son engaño del sentido,
o, al menos, así han tenido
que manifestarse ser.
Para poderlas creer
cuando las veo y las siento,
«fronteras del pensamiento»
como Nietzsche les decía,
yo mejor las llamaría
«fantasmas del sentimiento».
«El corazón en la mano».
¿Y en el pecho la razón?
¡Ay, qué triste condición
de caparazón humano!
Nadie encuentra su camino.
El camino se hace huyendo
del camino. Y el pensar
huyendo del pensamiento.
El sol pasado por agua
te regala un iris arco
que navega como un barco
por las olas de tu enagua.
Saltan chispas de la fragua
del vulcánico volcán,
cuando vienen, cuando van,
osando lenguas de espuma,
dedos huéspedes de pluma
que melodiosea Pan.
Sólo el sol en aguas dora
relámpagos de rubores,
peces de todos colores
que en risa irisa su aurora.
Hace pastora la hora
tan lúbrico lubrican,
encandilando el afán
que atina en su desatino
(el can, can, y al tino, tino)
un can que ladra al can-can.
¡Ay platónica alma mía!
Tienes demasiado sueño
para aprender geometría.
¡Mítica sabiduría!
Mucho oído, mucho ojo,
y muy poca puntería.
No soy ahora ni aquí.
No tengo tiempo ni sitio.
No me quedo ni me voy.
No estoy sin ti ni contigo.
No tengo nunca ni siempre.
No soy el fin ni el principio.
No te encuentro ni te busco.
No te huyo ni te sigo.
No, no, no, no, no, no, no…
No será lo que no ha sido.
—Pues dime, ¿quién eres tú
si no eres otro ni el mismo?
—Soy lo que no tiene nombre:
lo que no tiene sentido.
—Ahora sí que te conozco:
eres mi mejor amigo.
Poeta, tu razón de ser
no es ser de razón engendro;
Dios no inventó un diccionario
cuando creó el universo;
ni para nombrar las cosas
utilizó un alfabeto;
ni consultó la gramática
cuando empezó por el Verbo.
¿Cómo te llamas?—
—Me llaman.
Yo no me llamo a mí mismo.
—Entonces, ¿cómo te llaman?
—Me llaman Nominalismo.
Tú crees que todo te pasa
porque te sobra razón:
yo creo que porque te falta.
El tiempo tiene su tema
como si estuviera loco.
Si tú no le das razón,
él no te la da tampoco.
Oye el temporal dilema:
cada loco con su tiempo;
cada tiempo con su tema.
Como vilano en el aire,
por ligero, es tu decir
presagio de tempestades.
Dar en buen tema no es poco,
cuando la bondad se extrema.
Calderón: «si da en buen tema,
no hay cosa como ser loco».
La «soleariya gitana»
no se llama «soleá»
porque no le da la gana.
A medias palabras dices
lo que tienes que decir.
Los malos entendedores
no te las quieren oír.
A veces una verdad
no llega a serlo del todo
y se queda en la mitad.
Hay también medias verdades
que para ser verdaderas
les basta con ser mitades.
Una media verdad puede
encontrar su otra mitad
en una media mentira
o en otra media verdad.
Enterarse de verdad
es enterarse y adentrarse
sin luz en la oscuridad.
Cuando el lenguaje es llama
que juega con su sombra,
media palabra basta,
muchas palabras sobran.
«La sangre es una mendiga»,
nos dijo Shakespeare en inglés.
En español ¡ni se diga!
Que todo sea por Dios
no es pordioseo de uno,
es pordioseo de dos.
¡Ay! Sea por lo que sea,
lo que es es lo que es
aunque ninguno lo crea.
Se miraba en el espejo
para escucharse mejor.
Para verse se escuchaba
en el eco de su voz.
¡La Lotería de la Muerte!
Juégame un número.
—No.
Yo tengo muy mala suerte.
No espero si no deseo.
No siento cuando no miro.
Cuando no dudo, no creo.
Eres la luz, la verdad
y la vida o el camino,
porque eres la soledad.
Tu silencio es el temblor
de una luz que está apagándose
dentro de tu corazón.
In tilo tempore…
En aquel tiempo, era el tiempo
quien trastornaba su «aquél»
para hacerlo venidero.
Lo histórico y pasajero
del tiempo se convertía
en un solo instante eterno.
Dios le daba tiempo al tiempo
dándole una eternidad
al hombre en cada momento.
Dándole Dios tiempo al tiempo
no le quitaba razón d
e ser a lo que es eterno.
Le daba más, convirtiendo
la instantánea eternidad
en histórico suceso.
¡Buena nueva el Evangelio
que encarnándolo de amor
da nuevas del hombre nuevo!
De una Virgen en el seno
concibió Dios temporal
lo que está fuera del tiempo.
Se ha engendrado, no se ha hecho,
eterno el momento «aquél»,
historiándose por serlo.
¡Sublime acontecimiento
que nos revela al amor
Dios y hombre verdadero!
¡Qué prodigio, qué portento
revelarse en lengua humana
lo que es divino silencio!
Que el tiempo no es lo primero:
lo primero es la Palabra.
«En el principio era el Verbo».
I
¿Dios está o es?,
pregunta alguno
(que es cada uno).
Dios al envés. Dios al revés.
(Uno, dos, tres…).
Dios es estando:
porque esenciando.
Dios está siendo:
porque existiendo.
Dios está en tres
para ser uno:
porque está en uno
para ser tres.
Yo los reúno:
Dios trino y uno.
II
¿Dios uno es trino
de ruiseñor?
¿Canto divino?
¿Llanto de amor?
Dime, Señor:
si estás trinando
¿estás cantando?
¿O estás llorando?
¿O estás gritando
de dolor?
III
A Dios le duele el hombre.
Le duele al hombre, Dios.
Doliéndole a los dos
lo que no tiene nombre.
Mira esa ramita helada
que en el aire se estremece:
ahora se muere de frío
y en Primavera florece.
Mira esa ramita viva
que en el aire es un temblor:
ahora se muere de frío
y en verano de calor.
El tiempo no es lo que importa:
lo que importa es que la vida
con el tiempo se te acorta.
Morirse no importa nada:
lo que importa es que la vida.
con la muerte se te acaba.
Pero si yo no lo sé,
¿cómo quieres tú saberlo?
Eso que lo saben todos
ni tú ni yo lo sabemos.
Al despertar me golpea
el corazón en el pecho.
Yo sé que quiere decirme
que se acabó nuestro sueño.
La verdad, ya lo estás viendo:
yo te dije que empezaba
donde acababa tu sueño.
La soledad de mi vida
se está quedando sin alma.
Mi corazón ya no tiene
sangre para poder dársela.
Hombre, no te desesperes,
que algún día llegará
en que seas el que eres.
A mí lo mismo me da
que tú digas por decir
o que calles por callar.
¿Para qué queréis que hable
si todo lo que yo digo
no lo escucha nunca nadie?
¿A quién quieres engañar
cuando dices que es mentira
lo que sabes que es verdad?
El viento le dijo al río:
¿adonde vas tan corriendo?
Y el agua le contestó:
no sé, porque voy huyendo.
¿Para qué quieres que hable
si por mucho que te diga
tú no quieres escucharme?
Mientras más y más te miro
más quisiera yo decirte
todo lo que no te digo.
Mejor tú a mí ni me hables,
que las palabras que dices
todas se las lleva el aire.
El hombre desde que nace
le va huyendo a su destino:
y por quererle escapar
le va abriendo más caminos.
Tus ojos me están mintiendo:
porque tus ojos no dicen
lo que tú me estás diciendo.
Que estés vivo o que estés muerto,
tu alma es un cielo vacío,
tu corazón un desierto.
El tiempo que no has vivido
no sabes a lo que sabe.
El que has vivido y que vives
sabe a ceniza y a sangre.
Lo que aprendes al saberlo
es un saber de la vida
cuando es un sabor del tiempo.
Esto que yo a ti te cuento
no sé si será verdad,
pero debería serlo.
«Yo me salí de mí misma
para no volver a entrar».
Esto lo dijo una santa:
tú no te vuelvas atrás.
El alma le dijo al cuerpo:
porque yo sueño, tú eres;
tú vives porque yo pienso.
Camino sin caminante
es un camino que ignoras
a dónde puede llevarte.
Aunque se suele decir
que la vida es un camino
el caminar no es vivir.
No hay caminos en el cielo;
no hay caminos en la mar;
no hay caminos en la tierra
sólo para caminar.
La verdadera verdad
nunca se esconde en lo oscuro:
se esconde en la claridad.
Para poderse esconder
el pájaro hace su nido
donde se le pueda ver.
Ahora comprendo por qué
tu pensamiento es tan claro:
tan claro que no se ve.
Si dices que eres poeta
voy a tener que decirte
que te quites la careta.
Vivir no es sólo soñar,
ni tampoco estar despierto:
es aparejar la vela
para navegar el sueño.
Te lo tengo que decir:
cuando no quiero soñar
es porque quiero dormir.
La verdad de lo que siento
no es verdad porque lo sienta
es verdad porque lo cuento.
Lo que soy cuando estoy siendo
es lo que veo más claro
y lo que menos entiendo.
Tanto vivir desvivido;
tanto pensar sin razón;
tanto sentir sin sentido:
me pesa en el corazón.
Calle de «¡Válgame Dios!»
era en la que tú vivías:
pero a ti no te valió.
Dios hizo al hombre del lodo
y del hombre a la mujer…
(Ahora lo comprendo todo).
¿Quieres que hagamos un trato?
Yo te compro tu querer
si me lo vendes barato.
Mira si será sencillo:
lo que primero está verde
luego se pone amarillo.
Mi corazón está sordo.
Tu corazón está ciego.
El tuyo no oye mi voz.
El mío no ve tu sueño.
Vivacidad de la llama:
imagen viva del ser
que de la luz se reclama.
Lo que yo siento, lo estoy
sintiendo de mil maneras.
Lo que tú sientes, lo sientes
como si no lo sintieras.
La esperanza que me queda
no es esperanza, es recuerdo
de lo que no tuvo espera.
Párate, corazón mío,
que no te quiero sentir
palpitando en el vacío.
Mira si el mundo es pequeño
que lo tienes que soñar
como si no fuera un sueño.
La vida cabe en un cuento.
La verdad en un decir.
El mundo en un pensamiento.
¿Por qué pones tanto empeño
en que te siga soñando
cuando ya no tengo sueño?
Tus gentes no son mis gentes.
Tus cosas no son las mías.
Tu mundo ya no es el mundo
en el que yo te creía.
El querer que tú me tienes
no es como el que yo te tengo:
el mío te estás buscando;
el tuyo me está perdiendo.
Entre tu querer y el mío
había una vez un puente;
pero cuando creció el río
se lo llevó la corriente.
Vivir no es peregrinar.
La vida no es un camino
por el que tengas que andar
lo mismo que un peregrino.
La vida es como la mar:
sobre las olas y el viento
no se puede caminar.
Oye al latino cantar:
«lo que importa no es vivir:
lo que importa es navegar».
Al arder el tronco seco
suenan, crepitan las llamas:
Cantan con la voz del viento
que estremecía sus ramas.
Prof. —Señor Petrarca, salga a la pizarra y escriba la palabra que más le guste. Está bien. Ha escrito usted Literatura. ¿Cuántas letras le sobran a esta palabra para nombrar a la poesía?
PET.—Cinco: tres consonantes y dos vocales.
PROF.—Bórrelas. ¿Qué le ha quedado a usted?
PET.—Otras cinco: tres vocales y dos consonantes.
PROF.—¿Exactamente?
PET.—Sí, señor, exactamente.
PROF.—Léalas.
PET.—(Leyendo). Ele, a, u, ere, a… Laura.
PROF.—¿Luego la poesía para usted ha salido de la literatura?
PET.—Sí, señor. Eso parece.
PROF.—¿Y cómo?
PET.—Quitándole la mitad de sus letras. O sea, la mitad de sí misma.
PROF.—¿Y qué le queda a usted en la otra mitad?
PET.—Creo que música.
PROF.—¿Sin letras?
PET.—(Pensativo, indeciso). No lo sé.
PROF.—¿Pero, al menos, recuerda usted las que le quedaron de Literatura?
PET.—Sí, señor. Ya se las dije antes.
PROF.—Repítalas.
PET.—Ele, a, u, ere, a… Laura.
PROF.—¿Y no advierte usted al decirlo un hálito sonoro, un aura musical, melodiosa, suspirante…?
PET.—Tal vez…
PROF.—¿Y es eso la poesía?
PET.—Eso, precisamente, creo que no.
PROF.—¿Entonces?
PET.—Entonces, si usted me permite, señor profesor, preferiría retirarme de la pizarra.
PROF.—Está bien. Retírese. No hagan barullo los demás. Señorita Laura, ¿por qué se ríe usted?
LAU.—No me río, señor profesor, me sonrío solamente.
PROF.—¿Usted sabe cómo se sonríen los perros?
LAU.—Sí, señor profesor, con las orejas y con el rabo. (Risas).
PROF.—¡Silencio! Señorita Laura, ¿tiene usted algo más que decir?
LAU.—Absolutamente nada.
PROF.—¿Y usted, señor Petrarca?
PET.—(Repitiéndolo como un eco). Absolutamente nada.
PROF.—Señor Hamlet, ¿quiere usted decirnos si su locura es real o fingida?
HAM.—Señor profesor, eso mismo es lo que yo me pregunto.
PROF.—Señor Hamlet, usted olvida que estamos en un examen de literatura.
HAM.—Señor profesor, usted olvida que estamos en el teatro.
Si el ojo es solar,
¿no será el oído
música estelar?
(¡Oh doble sentido!
Caracol de mar).
La moral es un problema:
se avanza, aunque con escudo,
pero se avanza desnudo.
(Descartes dijo: lo dudo,
«Larvatus prodeo» es mi lema,
porque el problema es cornudo).
Cada loco con su tema.
Sentir es pensar temblando.
(¿Y hasta cuándo?).
—Quitarle a Psiquis la P
es como quitarle al alma
un poco de su porqué.
¿El alma sueña la vida
o la vida sueña el alma?
El alma, la vida, el sueño…
Palabras, siempre palabras.
—No me das más que palabras.
—¿Y qué quieres que te dé?
Te doy lo que más te falta.
«Líbranos Señor del Malo»,
—y no «líbranos del Mal».
Lo malo es que el Malo exista
y no exista la Maldad.
¿Por qué te importa a ti el nombre
si un nombre nunca es un alma?
Mis amigos son los árboles
y no sé cómo se llaman.
Tantísimos ojos vivos
que se ha comido la tierra
son los que abrieron los tuyos
para mirar las estrellas.
Todo lo que estás mirando
ves por la luz que te dieron
los ojos que se apagaron.
Procura que tus maestros
no sean nunca los vivos
que no escuchan a los muertos.
Lo que llamas porvenir
es un futuro pasado
al que nunca podrás ir.
¡Cuántas veces he creído
que tenía que decir:
«puesto ya el pie en el estribo»!
«Puesto ya el pie en el estribo»
me he tenido que quedar
como si me hubiera ido.
La explosión del pensamiento
se amortigua en una llama
que es una lengua de fuego.
Lengua de fuego el lenguaje
que apacigua en el decir
lo que el pensamiento hace.
Lo que el pensamiento hace
con pensar, es destruirse
para poder recrearse.
Tener toda la razón
y no dejar de tenerla
es una exageración.
Don Quijote en su locura
tiene razón que le sobra
más que el barbero y el cura.
Que es tener más que razón
querer perder la cabeza
por ganar el corazón.
Para el gato, un cascabel.
Para el ratón, una trampa.
Para el querer, una puerta.
Para el sueño, una ventana.
Para la muerte, una cruz.
Para la cruz, una raya.
Para la raya, una sombra.
Para la sombra, un fantasma.
Para el silencio, una voz.
Para la voz, una máscara.
Para la máscara, un rostro.
Para el rostro, una mirada.
Para la mirada, un mundo.
Para el mundo, una palabra.
Para la palabra, un hombre.
Para el hombre, un nombre: nada.
«Voy de un vuelo»…
Eres pájaro que nunca
puso los pies en el suelo.
«Como las balas»…
Aunque vuelas como pluma
llevas el plomo en las alas.
Siembras palabras que el viento
te arrebata de la mano.
Grano que no cae al surco
se lo comerán los pájaros.
La que te juega la muerte
es una mala partida.
Tengas o no tengas suerte
la tendrás siempre perdida.
Una sombra en un camino
se cruzó con otra sombra
y le dijo: adiós, amigo.
Cuando se empieza a querer
no se sabe que se quiere
y no se quiere saber.
Si no hay otra vida que ésta
tu cuerpo será simiente
que se pudrirá en la tierra.
¡Qué cansado es vivir y qué descanso
tan terrible se espera con la muerte!
Más valdría no haber nacido nunca
que vivir y morir lo mismo siempre.
No hay más que una sola suerte:
a todos nos da la vida
lo que nos quita la muerte.
A todos uno por uno
le pregunté por tu nombre.
No me lo dijo ninguno.
Estar vivo es no estar muerto.
Y no estar muerto es estar
solo en medio del desierto.
Voy arrastrando mi pena
como arrastra el que está preso
el peso de su cadena.
La verdad es que no sé
si es que me muero de hambre
o que me mata la sed.
¡Qué tristeza y qué alegría
sentir que siento tu pena
y tú no sientes la mía
Vivir es soñar el ser.
Morir, dormir sin soñar.
Segismundo quiere «hacer».
Hamlet «fantasmasear».
Tu vida es como la llama:
mientras más alta se enciende
más se consume y se apaga.
Te estoy mirando a los ojos
y no veo tu mirada:
veo la sima tenebrosa
de la noche de tu alma.
Cállate, no digas nada,
que lo que dices mejor
lo dices cuando te callas.
Sueñas que sueñas que sueñas
y tendrás que despertar
de un sueño, sueño de un sueño
que no acabas de soñar.
El sueño de cada día
dánosle hoy, Señor.
Y perdónanos si en sueños
no te soñamos mejor.
Me asombra ser una sombra.
Pero más me asombraría
que tú, que eres otra sombra,
te asombraras de la mía.
La realidad de la vida
no es realidad de verdad
ni realidad de mentira.
Se te duermen los sentidos
y el alma y el pensamiento.
El corazón nunca duerme
aunque se muera de sueño.
Sobre todas las cosas
como se quiere a Dios,
así tú me querías,
así te quise yo.
Aprende a diferenciar
las cosas que son mentira
de las que no son verdad.
Me di cuenta de repente
que para ti el verbo ser
no tiene tiempo presente.
¿Cuándo querrás enterarte
de que vayas donde vayas
no vas a ninguna parte?
¿Cuándo querrás entender
que aunque seas lo que seas
lo estás dejando de ser?
Lo mismo es ayer que hoy.
Lo mismo es hoy que mañana.
Lo mismo es siempre que nunca.
Lo mismo es todo que nada.
Morir es volver a Dios.
No hay más allá de la muerte.
Ni más acá del amor.
Volver a Dios es morir
pero morir de una muerte
en la que empieza el vivir.
I
¡Ay Príncipe Segismundo
tu Reino no es de este mundo!
Mal empezó tu reinado
realizando lo soñado
y soñando lo real.
Mal, muy mal.
Y fue de mal en peor
cuando soñaste mejor.
¡Qué segismundeador
despertar desesperado
fue tu soliloqueado
soñar por razón de Estado
y estar soñando el amor!
(A mí —dice el soñador—
que me quiten lo soñado).
¡Entre el vivir y el soñar
cuánto soliloquear!
Sólo a una mujer amabas…
(que no dejabas de amar
ni cuando te despertabas,
porque nunca la dejabas
de soñar).
«Sólo a una mujer amaba
que fue verdad, creo yo,
porque todo se acabó
y eso sólo no se acaba».
Se acabó lo que se daba:
lo que se tomaba, no.
Se acabó lo que pasó,
no lo que pudo pasar.
«!Cayó del balcón al mar!».
(Eso sí que se acabó).
Cuento de nunca acabar
es el soñar por soñar.
¡Ay Príncipe Segismundo
tu sueño no es de este mundo!
II
El sueño es el que desvela,
vigilante velador…
Y a lo mejor
vela y vuela.
(Pero si apaga la vela
a oscuras está peor).
Escuela
de duerme-vuela.
¡No hay candela!
Cuatro esquinas tiene el sueño:
sombra, frenesí, ficción,
y la ilusión
del «mayor bien que es pequeño».
Desensueño
que cabe en el corazón.
Hasta que llega por fin
—aurora fuera de hora—
con alegre sonsonete
un solo de clarinete
que alborea de clarín.
(Que alborea
y que alborota.
Que gallea
y cacarea:
que picotea
—nota
a
nota—
el alba rota).
«¡Clarín que rompe el albor»
no pudo sonar peor!
De tanto sueño cansado
fue un clarín despertador
porque «el delito mayor
del hombre» es haber soñado.
(¡Ay Señor, Señor, Señor!…
Si en tu sueño me has metido,
¿por qué «el delito mayor
del hombre es haber nacido».
soñador?).
y III
Al fin y al cabo
los sueños no tienen rabo.
¡Ay Príncipe regicida
tu sueño no es de esta vida!
(Regicida
por suicida
y hasta por suicidador.
Fuiste dos veces traidor: pues traicionaste la vida y traicionaste el amor).
¡Ay Príncipe Segismundo tu sueño no es de este mundo!… .
Clarín «segismundeado» a ti te ha «clarinizado»: de rebote como a Sancho don Quijote. Y por salir rebotado viendo desencadenado tu furor, perdiste la rosa, el aura, y el retrato de Rosaura con su amor. «¡Clarín que rompe el albor» no pudo sonar peor!
Sonaba a cambio de suerte para poderte acabar de despertar «en el sueño de la muerte».
¡Ay Príncipe Segismundo tu sueño fue de trasmundo!
Por si acaso, llevad el paso.
Llevar el paso es el modo de estar de acuerdo con todo.
Si todo lo manda Dios… (Un, dos, un, dos, un, dos, un, dos…).
Si lo que crees no lo ves… (Un, dos, tres, un, dos, tres, un, dos, tres…).
Si lo que ves es teatro… (Un, dos, tres, cuatro, un, dos, tres, cuatro, un, dos, tres, cuatro…).
Llevar el paso es el modo
de poder pasar por todo. Por si acaso, llevad el paso.
Una de dos: o el hombre es sombra de un nombre o el nombre es sombra de un dios.
El pensamiento se esconde. ¿En dónde? ¿En la sombra o en el nombre?
En donde al hombre le asombra lo que va del nombre al hombre. (Y del nombre al sobre-nombre. Y del hombre al super-hombre).
El pensamiento se esconde en donde no tiene donde.
Historia es hacer memoria.
Memoria es alma en historia. Canjelón a canjelón sacar agua de la noria del pozo de la ilusión.
(Que es sacar del corazón el sueño de la razón). Hay buena y mala memoria.
Memoria es hacer historia.
Consejo que da el vencejo…
Mal consejo.
Porque viene, porque va, porque vuelve, porque está entre la tierra y el cielo siempre más cerca del suelo.
Consejo de bajo vuelo no es de dar ni de tomar.
Mal consejo el del vencejo.
Hasta un niño por jugar le ha quitado de volar.
¡Ay, triste vencejear! Entre el subir y el bajar más vale no aconsejar.
Una hoja que tiembla (en el libro, en la rama) es toda la poesía y su nombre es Petrarca.
Una flor que en la mano deshoja su temblor, es todo el pensamiento y se llama Rousseau.
—¿Qué hay entre la mar y el cielo? —Un vuelo. —¿Y entre vuelo, cielo y mar? —Navegar. —¿Y si por la mar navego, adonde voy a parar? ¿O a llegar? Y si llega, ¿adonde llego? —Al mar, al mar, siempre al mar… —¡Ay!, ¡al mar! El mar, la mar, no apaga la sed del fuego. «Pura, encendida rosa, émula de la llama»: el fuego te reclama trastornando su lengua en luminosa pura, encendida llama émula de la rosa.
Oc et nunc
Toda la vida es un hora.
LOPE.
Ahora no tiene hora
de tiempo en ningún reló:
ahora es ahora si yo
soy yo porque soy ahora.
Pudiera ser que a deshora
no estuviese donde estoy
si no fuera porque soy,
sin ser un seré ni un fuí,
un yo, un ahora, un aquí,
que no es más que un hoy por hoy.
Pasado-mañana es quien
liará ayer de ese mañana:
pero pasado-mañana
será pasado también.
Y el otro, yo no sé bien.
si es el mismo tiempo ido
o es un tiempo que no ha sido
ni puede ser de ese modo
más que una sombra de todo
el tiempo que se ha perdido.
Dios me deja de su mano.
No me tomo ni me doy;
no me pierdo ni me gano.
Mi prójimo está lejano
y yo no sé dónde estoy.
Nada ajeno me es humano,
porque no sé lo que soy.
Cabeza clara, corazón oscuro:
la luz del pensamiento es tenebrosa
palpitación de sentimiento puro.
Lo que busca en la luz la mariposa
no es la luz, es lo oscuro de su llama:
su corazón de sombra temblorosa.
No hay esperanza sin sueño;
ni sueños sin esperanza.
El esperar siempre empieza.
El soñar nunca se acaba.
El alma sueña que tiene
sueño de sueño sin sueño,
llanto de llanto sin lágrimas,
tiempo de tiempo sin tiempo.
Tan desesperado estoy
que voy siempre al mismo sitio
y nunca sé a donde voy.
Le vendí mi alma al Diablo
y no la quiso comprar.
He querido regalársela
y no la quiere tomar.
Quiero mirar y no veo.
Mis ojos no tienen luz.
Mi corazón está ciego.
Quiero soñar y no sueño.
Tengo el alma muy dormida
y el corazón muy despierto.
No sé lo que más me duele
si el querer que yo te tengo
o el desdén que tú me tienes.
En teoría, yo creo,
pero en la práctica no.
Por eso pienso que yo
gracias a Dios soy ateo.
Estamos en una barca
y hemos perdido los remos.
Y nos lleva la corriente
a donde menos queremos.
Cuando vine me decías
que me fuera y te dejara.
Ahora que me quiero ir
me dices que no me vaya.
La sombra que busca el perro
no es la sombra de la muerte,
es la penumbra del sueño.
«Una sola cosa importa»:
y es la soledad del alma
que solamente la pierde
quien sólo busca encontrarla.
Me dices que nunca tienes
en dónde caerte muerto:
por eso estás vivo siempre.
El corazón nunca duerme.
La que se duerme es el alma
para estar soñando siempre.
¡El alma! ¿Dónde está el alma?
Cuando se pierde en un sueño
ni el Diablo puede encontrarla.
Pasito a paso
el sueño de la muerte
se va acercando.
Poquito a poco
se duerme el pensamiento.
Se acaba todo.
Desde dentro de un sueño
me llamaba una voz.
Y me llamaba tanto
que al fin me despertó.
No midas el tiempo en tu pulso
como el latido de un reló.
Quita el corazón de tu mano
y ponlo en la mano de Dios.
Los árboles son muy raros:
se desnudan en invierno
y se visten en verano.
No se tienen esperanzas
si no se tienen recuerdos.
El olvido es la frontera
de la muerte y del infierno.
«Dejad toda esperanza», escribió el Dante,
«vosotros los que entráis en el Infierno».
Pero lo mismo pudo haber escrito:
dejad todo recuerdo.
Aunque llegues a lo más,
a lo más a que se llega
es a no poder llegar.
Cuando estás más en lo cierto
no estás más muerto que vivo,
estás más muerto que muerto.
A mí me está pareciendo
que tú no quieres decirme
eso que me estás diciendo.
«Sombra profunda somos»,
dijo Giordano Bruno.
Una sombra que sueña
con un sueño profundo.
¿Vale más o vale menos
la vida porque la muerte
esté cerca o esté lejos?
Mi gozo cayó en un pozo
y sirvió de espejo al cielo.
El tuyo se cayó al mar:
los peces se lo comieron.
El monte parió una rata.
Y la rata se creyó
que podría parir montañas.
Si la luz es temblorosa
es porque su corazón
es de sombra temerosa.
Lo mismo es todo que nada.
Entre la vida y la muerte
hay una puerta cerrada.
Mi pensamiento está preso
entre el corazón y el alma;
entre la sombra y la luz;
entre el vacío y la nada.
Una verdad que razona
es una mala verdad:
porque nos descorazona.
La verdad más verdadera
no es una verdad absoluta:
es una verdad cualquiera.
La verdad y la mentira
no está en lo que miras tú:
está en lo que a ti te mira.
Las cosas te están mirando
como me miras tú a mí.
Tú te estás mirando en ellas
y ellas mirándose en ti.
Nunca pierdes la cabeza.
Tienes toda la razón.
Eres de una sola pieza.
Tú eres la noche y el día:
por la mañana eres clara
y por la tarde sombría.
Porque parece que eres
hasta dejarlo de ser
lo que son tus pareceres.
Según se mire
es verdad o es mentira
lo que se dice.
Según se vea
puede ser que una cosa
lea lo que sea.
Si bien se mira
todo lo que los ojos ven no es mentira.
Vives tan inútilmente
que cuando llegue tu hora
no sabrás a qué atenerte.
No sé cuándo estoy más muerto,
cuando duermo sin soñar
o cuando sueño despierto.
Está «triste hasta la muerte»
el alma, porque no sabe
si se muere o no se muere.
Yo no sé lo que persigo:
sé que me pierdo y me encuentro
cuando me encuentro perdido.
¿Adonde va ese camino?
Ese camino no va:
ese camino se queda
en el sitio en donde está.
Por no querer perder tiempo
pierdes el tiempo y el alma.
Estás perdiendo la vida
de tanto querer ganarla.
El amor sin esperanza
es el que late en lo oscuro
del corazón de la llama.
Solo has estado en la vida.
Solo estarás en la muerte.
Que sólo la soledad
te acompaña para siempre.
A mí no me queda tiempo
para ponerme a pensar
si lo gano o si lo pierdo.
Mi dolor no es mi dolor,
que es como un perro sin dueño:
igual que si fuera mío
lo acaricio y lo mantengo.
Tu vida se va a acabar
aunque no quieras pensarlo:
pensándolo o sin pensar.
Mi vida se va acabando:
y no lo quiero pensar
y no hago más que pensarlo.
Vive sin esperar nada:
que al vivir como al morir
lo traiciona la esperanza.
Mi camino no es camino,
es un sendero que huye
entre naranjos y olivos.
Esa luz que tú tienes
en la mirada
unas veces se enciende
y otras se apaga.
¡Ay!, yo quisiera
que nunca se apagara
ni se encendiera.
La casa en que tú vives
tiene dos puertas:
una siempre cerrada
la otra, entreabierta.
Yo a una no llamo:
y a la otra no la empujo:
paso de largo.
Metiéndose en su terreno
con el toro de la muerte
se ha cruzado ese torero.
Tanto me cansa vivir
que ya no me quedan fuerzas
siquiera para morir.
Yo no sé si esto es ahora
por la hora del reló:
sé que la hora sonó,
pero no sonó mi hora;
porque el tiempo se demora
en hacer su parecer,
que es hacer y deshacer
el tiempo que se ha perdido,
ido sin ese haber sido
hasta dejarlo de ser.
El tiempo que ibas contando
por años, meses y días,
por horas y por minutos,
era el tiempo que perdías.
El tiempo que no se pierde
es cuenta de otro contar:
es una cuenta que se hace
cuento de nunca acabar.
Tirabas piedras al agua
a ras de la superficie
para ver cómo saltaban.
Y al tercer o cuarto salto
la piedra se sumergía
y tú seguías mirando.
Creí que estaba soñando,
y era que estaba creyendo
que tú me estabas mirando.
Pues mira la cosa es clara:
cuando te quedas sin sueño
es que te quedas sin alma.
El tiempo va de prisa
o va despacio
porque como una sombra
sigue tus pasos.
Según tú quieras,
el tiempo es corto o largo
de esa manera.
No puedes perder el tiempo:
el tiempo te pierde a ti
cuando tú quieres perderlo.
A mí no me tengas miedo
porque yo ya ni siquiera
tengo malos pensamientos.
Quisiera saber por qué
tú sabes lo que no sabes
y yo no sé lo que sé.
Una noche se durmió
soñando que despertaba.
Y nunca se despertó.
La Muerte la conocía
desde que la vio nacer:
por eso no la quería.
(Se la llevó sin querer).
Mira tú si serás buena
que yo me muero de risa
y tú te mueres de pena.
Donde estás tú está tu sombra
muy escondida y tapada
cuidando que no se apague
una luz que hay en tu alma.
La razón vale tan poco
que cuando quieres tenerla
es cuando te vuelves loco.
Hay un camino que va
y otro camino que viene:
por ninguno de los dos
sabes si vas o si vuelves.
Como el querer así es todo,
primero con cuidadito
y luego de cualquier modo.
La noche de tu querer
me la pasé como el gallo
cantando el amanecer.
Entre la tierra y el cielo,
como entre el cielo y el mar,
hay un hilito de sombra
que los quiere separar.
Tienes más razón que un santo:
por eso nunca tendrás
a la verdad de tu lado.
A nadie le importa nada
que tú a mí me estés quitando
lo poco que me quedaba.
—«¡En mi hambre mando yo!».
—Tú no mandas ni en tu hambre:
que en tu hambre manda Dios.
Yo soy farola de un mar
por el que nadie navega:
mi luz se pierde en las sombras;
y ni las sombras se enteran.
Verde el olivo verde,
blanco el almendro:
cuando llega la noche
se vuelven negros.
Se vuelven negros
lo mismo que si fueran
mis pensamientos.
Para los soles de enero
el árbol no tiene sombra
y yo no tengo sombrero.
Tu vida es un cauce seco
que si no lo llena el agua
lo llena la luz del cielo.
Yo no sé por qué nací,
ni sabré cuando me muera
por qué me voy a morir.
Los árboles cuando paso
murmuran algo de ti;
pero no les hago caso.
Las piedras me están gritando
que no te vaya a buscar
donde me estás esperando.
Que hasta las piedras lo saben
que me engaña tu querer
y yo no quiero enterarme.
Todo te lo he perdonado
menos que sigas diciendo
que tú no me has engañado.
Tú cuando miras y callas
parece que estás soñando
el mundo con tu mirada.
La verdad de las palabras
no es verdad por lo que dicen:
es verdad por lo que callan.
Si los silencios no hablaran
nadie podría decir
lo que callan las palabras.
Oye lo que dice el agua.
Mira lo que dice el fuego.
Cuando una dice: yo apago,
el otro dice: yo enciendo.
Del fuego y el agua temo
que para hablarme de ti
se van a poner de acuerdo.
Mi barca no tiene nombre:
de mi barca es capitana
una sirena del mar
que no sé cómo se llama.
Tú me estás oyendo hablar
como las paredes oyen:
oyendo sin escuchar.
Mi puerta se abre al camino.
Mi ventana se abre al mar.
Desde que tú te marchaste
nunca se han vuelto a cerrar.
Sola en medio de la mar
hay una barca que espera
lo que no quiere esperar.
En el fondo de tu vida,
como en el fondo del mar,
hay una luz escondida.
Sabes que me estoy muriendo:
y no te acercas a mí
porque no quieres saberlo.
Me estoy muriendo de risa.
Me estoy muriendo de sueño.
Me estoy muriendo de pena.
De todos modos me muero.
Entre sueño y realidad
es tu alma la que hace
de la mentira verdad.
El cielo tiene estrellas,
tú tienes alma:
y los ojos abiertos
para mirarlas.
Para mirarlas,
porque ver las estrellas
duele y espanta.