Referencias y comentarios

Por Charles G. Waugh e Isaac Asimov

DESARROLLO: Es una vida buena, por Jerome Bixby

Los psicólogos del desarrollo estudian la duración de la vida y los cambios que tienen lugar constantemente, desde el principio hasta el final, como resultado de ir envejeciendo y ganando experiencia. Un concepto importante en el desarrollo constituye un estadio. Cada estadio representa un período de nuestra vida, edificado sobre el anterior y organizado cada uno en base a un tema o función importantes.

Los cambios más espectaculares tienen lugar desde el nacimiento hasta la adolescencia y, en consecuencia, los estadios correspondientes a esos años han recibido una atención mayoritaria. De hecho, hasta hace apenas veinticinco años no empezó a prestarse atención a los estadios posteriores a la adolescencia.

Un psicólogo llamado Eric Erikson fue el primero en sugerir un esquema general para dividir nuestra vida en estadios generales. Recientemente esta idea de estadios en la vida adulta se ha hecho lo bastante popular como para servir de tema, en 1976, a un libro de gran venta, Passages, de Gail Sheehy.

La mayoría de la gente ha oído hablar de un psiquiatra llamado Sigmund Freud, gran parte de cuyas obras se centraban en los estadios infantiles. Freud creía que los niños pasaban por estadios sexuales, adquirían conciencia e iban pasando gradualmente del placer oral al genital. En consecuencia, consideraba ciertos tipos de conducta adulta como maneras de compensar los estadios de la niñez completados insatisfactoriamente.

Jean Piaget elaboró una teoría distinta que se centraba fundamentalmente en los estadios en que los niños adquirían conciencia de sí mismos y de las cosas que les rodeaban.

Primero estaba el estadio sensorimotor, desde el nacimiento hasta los dos años, en que el pequeño aprende la diferencia entre sí mismo y los otros objetos, descubre que las cosas siguen existiendo aunque no estén a la vista y aprende que sus actos causan un efecto en el medio.

En segundo lugar, estaba el estadio preoperacional, desde los dos a los siete años, en que el niño aprende a utilizar el lenguaje y a clasificar los objetos, y surge gradualmente de su concepción egocéntrica en la que sólo cuentan sus propias necesidades. En tercer lugar, estaba el estadio operacional concreto, desde los siete a los once años, en que el joven adquiere capacidad de razonamiento lógico. Por último, Piaget situaba el estadio operacional formal, a partir de los once años, en que el adolescente empieza a pensar más allá de las cosas cotidianas que le rodean y empieza a darle vueltas a lo abstracto e hipotético.

Por desgracia para los habitantes de Peaksville, en este relato de Jerome Bixby, el joven Anthony no sólo está en el estadio preoperacional, sino que posee además el poder psíquico de reforzar sus concepciones egocéntricas. Lo que le gusta ha de estar bien; lo que le disgusta ha de estar mal…

SENSACIÓN: La máquina del sonido, por Roald Dahl

Hay innumerables cosas en el mundo que nos afectan constantemente. La «percepción» es el estudio de cómo se reciben e identifican algunas de tales cosas, como el sonido o el color.

Además de los cinco sentidos que más conocemos —vista, la oído, olfato, gusto y tacto— existen otras cosas en nosotros y en el mundo que nos rodea que podemos percibir. Podemos percibir el paso del tiempo, por ejemplo; o la presencia y cantidad de calor; o nuestra posición en el espacio y la posición de una parte del cuerpo en comparación con otra… Y así, muchas cosas más.

Por ejemplo, una prueba: cierre los ojos, extienda del todo el brazo con el índice recto y llévese la yema del dedo a la punta de la nariz en un gesto rápido. ¿Cómo podía saber dónde estaba la nariz la con los ojos cerrados? Su sentido quinestésico recuerda la posición de todas las partes del cuerpo.

Existen, naturalmente, otras cosas en el mundo que no podemos percibir porque no tenemos manera de captar las señales, o el bien porque, aunque podamos percibirlas, los estímulos que en condiciones normales nos afectarían están demasiado lejos o son demasiado débiles para hacerlo.

Por ejemplo, podemos captar sólo una parte ínfima de las radiaciones lumínicas que nos rodean. A esa parte la denominamos luz visible. Si pudiéramos ver otras radiaciones de este tipo, podríamos observar la luz infrarroja que despiden los objetos calientes, los rayos ultravioletas, los rayos X, las ondas de radio, etcétera. El ser humano no ha desarrollado nunca estas capacidades porque no le han sido necesarias, o bien porque esas radiaciones no existen en el ambiente natural salvo en cantidades muy pequeñas.

En la naturaleza no hay rayos X, afortunadamente; de lo contrario sufriríamos graves daños.

Cada tipo de organismo tiene sus propias limitaciones sensoriales. Por ejemplo, el ser humano puede captar sonidos que van desde los 20 ciclos por segundo (cps) a los 20.000 cps, mientras que el perro puede captar «ultrasonidos» de hasta 50.000 cps, los murciélagos de hasta 120.000 cps y los delfines de hasta 150.000 cps. Y aunque nosotros no podemos escuchar los sonidos por debajo de los 20 ciclos, podemos percibirlos en forma de vibración (como en el sistema Sensurround de los cines).

Habitualmente, no pensamos que las plantas tengan sentidos pero, como es lógico, deben tenerlos. Las hojas responden a la luz, las raíces son afectadas por la gravedad, etcétera. Es posible que no conozcamos en toda su extensión los sentidos de las plantas.

The secret life of plants, de Peter Tomkins y Christopher Bird, editada en 1973, expone una extensa lista de percepciones vegetales. Los autores, por ejemplo, creen que hablar con amor a las plantas las hace crecer mejor, y hablarles con desagrado las perjudica. En capítulos posteriores exponen unos ejemplos cada vez más sensacionalistas de respuestas de las plantas que hacen parecerlas casi capaces de leer el pensamiento.

Los botánicos, que han estudiado las plantas meticulosamente, no parecen en absoluto impresionados por estas nuevas teorías, al menos por el momento. Sin embargo, supongamos que las plantas experimentan realmente sensaciones como las nuestras. En La máquina del sonido, Roald Dahl estudia esta posibilidad. Es cierto que diversos experimentos científicos demuestran que las plantas son más receptivas a los estímulos de lo que podíamos pensar. Hablar con las plantas las hace parecer, realmente, más sanas; probablemente, ello se deba a que nosotros exhalamos el dióxido de carbono que ellas necesitan para crecer. Naturalmente, lo mismo da si les hablamos con amor o con desagrado, siempre que exhalemos el aire en dirección a ellas. También parece afectarlas las vibraciones y sonidos de la música; la música clásica parece favorecer su crecimiento, mientras que el rock and roll parece perjudicarlas.

PERCEPCIÓN: Órbita de alucinación, por J. T. McIntosh

Cada segundo, más de diez mil estímulos sensoriales llegan a nosotros. Constantemente, seleccionamos aquellos que creemos más importantes, haciéndolo deliberadamente en ocasiones y otras veces de forma inconsciente y sin saber siquiera que lo estamos realizando. Al seleccionar entre lo que percibimos, ordenarlo y alterarlo a veces para que nos resulte mejor, creamos en nuestras mentes una imagen de lo que consideramos la realidad que nos rodea. Este proceso está influenciado por nuestra cultura y por nuestras experiencias personales, de modo que hasta cierto punto percibimos lo que esperamos y deseamos percibir. Así, nuestra realidad puede no ser la realidad de los demás.

Dicho en pocas palabras, la «sensación» significa la percepción e identificación de elementos y cualidades individuales, como sonidos y puntos de luz. La «percepción» conlleva el uso de estos elementos y cualidades para representar objetos, acciones y hechos de modo tal que para nosotros tengan sentido.

Para poner de relieve la diferencia entre ambos conceptos, coloque ambas manos frente a su rostro: una a veinticinco centímetros y la otra con el brazo extendido. Compárelas.

La imagen real de la mano más próxima en la retina del ojo es el doble en tamaño que la de la mano más alejada, pero a usted le parece que son iguales porque sabe que lo son.

En Órbita de alucinación, vemos que la percepción de la realidad puede ser errónea.

Determinadas situaciones, como las de soledad y aislamiento, pueden potenciar ese error. Para actuar adecuadamente, la mente debe recibir un grado considerable de estímulos del mundo exterior; de no ser así, desde su interior generará falsos estímulos para compensar y, en tal caso, empezará a alucinar (percibir cosas que no están y que no existen en realidad).

Dada la situación de Ord en el relato, las alucinaciones que experimenta no son extrañas. De hecho, la monotonía de un día de viaje provocó en uno de nuestros amigos de la universidad muchos de esos mismos problemas. Durante las últimas horas de su viaje creyó recibir la visita y sostener animadas conversaciones con algunos de sus mejores amigos… los cuales, naturalmente, no estaban allí.

Donde se equivoca McIntosh es al creer que sólo viajando en grupos de cuarenta o más podían prevenirse las alucinaciones en el espacio. En 1952, cuando se escribió este relato, existían ya pruebas fehacientes de que la presencia de una única persona más (por ejemplo, un compañero de asiento) podía haber proporcionado la estimulación necesaria para mantener a una persona anclada en la realidad.

APRENDIZAJE: El ganador, por Donald Westlake

El aprendizaje se define como un cambio relativamente permanente en el comportamiento, que ocurre como resultado del entrenamiento.

El aprendizaje es importante para nosotros porque la mayor parte de lo que sabemos, incluido el idioma que hablamos, es aprendido. La capacidad humana de aprender con facilidad permite ser extremadamente flexibles a la hora de adecuarse a los cambios ambientales y, por tanto, para sobrevivir.

En el hombre existen cuatro modos de aprendizaje: aprendemos de nuestra propia experiencia, meditamos el paso a dar, observamos las experiencias de otros, o escuchamos lo que otros nos cuentan de sus experiencias, observaciones o pensamientos.

Gran parte del primer modo de aprendizaje consiste en la formación de hábitos y es denominado aprendizaje asociativo. La mayor parte de las otras tres formas de aprendizaje consiste en la elaboración de esquemas mentales, que hacen aumentar la comprensión. A esto se llama aprendizaje cognitivo.

Prácticamente todas las tareas tienen una parte de aprendizaje asociativo y otra de cognitivo. Por ejemplo, el tenis implica el gradual desarrollo de la capacidad muscular necesaria para moverse rápidamente y llegar bien a la pelota para golpearla por encima de la red. Pero también precisa capacidades cognitivas para saber cuándo subir a la red o cuándo mantenerse en el fondo a de la pista.

Todos estos tipos de aprendizaje quedan ilustrados en El ganador, de Donald Westlake.

Por experiencia, Revell aprende el efecto que producirá en él abandonar el recinto de la prisión. El entrevistador aprende, observando a Revell, cómo funciona el transmisor Guardián implantado. Wordman aprende, al meditar sobre la experiencia de Revell, que el castigo del Guardián no garantizará la obediencia universal. Por último, los nuevos presos, como Allyn, son informados de las consecuencias de intentar escapar.

El tipo de aprendizaje asociativo en que se hace hincapié en este a relato es el condicionamiento operante (respuesta substitutiva). Con este aprendizaje, el animal o el ser humano adopta un tipo de acción y, según ésta, recibe una respuesta neutra, un premio o un castigo. Las acciones que reciben una respuesta nula o un castigo tienden a cesar; las acciones premiadas tienden a aumentar. Por ejemplo, cuando Revell se aleja sólo un metro más de los ciento cincuenta señalados desde el centro del recinto, recibe estímulos dolorosos cada vez más potentes del transmisor Guardián. Resulta muy natural, por tanto, que la mayor parte de los presos permanezcan casi automáticamente en el centro del recinto para evitar el castigo.

Sin embargo, Como apunta la conducta de Revell, puede haber castigos y premios que compitan por una misma acción. La recompensa inmediata en forma de un sabor agradable puede llevamos a comer chocolate, caramelos u otras golosinas, pero a largo plazo eso puede llevamos al castigo de no caber en el traje de baño el verano siguiente.

¿Prefiere usted ceder a la gratificación inmediata en pro de una buena salud y una buena silueta a largo plazo… o no?

En el caso de Revell, el castigo del Guardián no es tan grande como el sentimiento de autocondenación (otra forma de castigo) os que experimentaría si dejara de intentar la huida. Distintas personas pueden mostrar diferentes respuestas ante el temor al dolor o resistir intensidades muy diversas, de modo que las reacciones ante una situación serán también diferentes.

Un aspecto tenebroso de este relato es que la implantación de aparatos como el Guardián es técnicamente posible hoy día, aunque ello no significa que vaya a emplearse. La mayor parte de los psicólogos de la conducta consideran más eficaz el uso de recompensas el que el de castigos para convencer a unas personas para que hagan lo que otras personas responsables desean.

LENGUAJE: Por otro nombre, rosa, por Christopher Anvil

El lenguaje es importante porque forma la base primaria para lo que se va a aprender, pues hace que nosotros y otras personas intercambiemos información, bien sea mediante el habla o mediante la escritura.

Todos los idiomas consisten en una serie de símbolos (léxico) y un sistema de disponer tales símbolos (gramática), que puede generar un número infinito de mensajes con sentido (frases).

Existen pruebas de que las limitaciones biológicas de nuestros cerebros determinan el modo en que un determinado concepto es transformado en frases. Por el contrario, las palabras que forman un léxico parecen surgir por mera casualidad histórica. Alguien crea un nombre para una cosa y es aceptada (o no). De haber sucedido las cosas de otra manera, niño podría haberse dicho puero o neno en español. Las palabras tampoco se parecen a los objetos o hechos a que se refieren. Nadie podría saber que Mädchen, devosha o ragazza significan «muchacha» si no tuviera conocimiento previo del alemán, el ruso o el italiano.

Algunas palabras, como guau, guau, en cambio, sí pretenden parecerse a lo que representan. Tales palabras son, no obstante, bastante infrecuentes y, como mucho, son aproximaciones. Por ejemplo, en los cómics anglosajones los perros ladran ¡bowwow!

Existen dos opiniones muy diferentes respecto a la relación entre lenguaje y pensamiento. Algunos expertos creen que los idiomas tienen que diferenciarse fundamentalmente porque se desarrollan en ambientes distintos. Uno ha llegado a afirmar que una determinada tribu india no tiene problemas de tartamudez porque no tiene una palabra para ello.

Sin embargo, la mayoría de los investigadores sostienen la postura de que el pensamiento determina los detalles del lenguaje. La gente lo bastante interesada puede desarrollar nuevos modos o más precisos para hablar sobre un tema, mediante la invención de palabras y frases que sugieran nuevas ideas u otros modos de entender las ya existentes. Por eso, en Por otro nombre, rosa, Christopher Anvil acierta al sugerir que evitar las palabras que se refieren a pensamientos desagradables, como la guerra, sólo conduciría a la creación de otras palabras para esos mismos pensamientos desagradables e inevitables.

MEMORIA: El hombre que nunca olvidaba, por Robert Silverberg

Aunque el aprendizaje es, efectivamente, una de las facultades más valiosas que poseemos, la memoria resulta igualmente importante, pues la información no nos sirve de nada si no puede ser almacenada y utilizada en el momento oportuno.

Todavía es objeto de controversias cómo se produce la memoria. Sin embargo, se sabe que existen tres estadios, por lo menos.

El primero es el de la memoria sensorial, que se da cuando la información recogida por los ojos, por ejemplo, queda almacenada durante más o menos un segundo, una vez producida la estimulación. Esto parece proporcionar un breve lapso de tiempo en el cual el cerebro puede seleccionar la información que merece seguir siendo procesada. (Una de las aplicaciones más importantes de esto, digamos, es hacer posible las películas.

Cuando varias imágenes inmóviles ligeramente distintas pasan ante los ojos a una velocidad suficiente, las nuevas imágenes interfieren en el almacenamiento de las anteriores y nuestro cerebro interpreta tales cambios como movimiento, y no como reemplazamiento de imágenes. Sin embargo, si alguna vez se observa como se rompe un rollo de película, la ilusión queda rápidamente de manifiesto.

El segundo estadio es el de la memoria de corto plazo. Aquí, la información verbal puede almacenarse durante unos veinte segundos antes de que sea necesario su reciclaje.

Por esta razón, en ocasiones repetimos el nombre de las personas que nos interesan (e incluso el número de teléfono) hasta que las repeticiones fijan esos datos en la memoria de largo plazo. Ciertos tipos de estímulos (como los rostros de las personas) pueden saltarse este estadio intermedio y ser depositados directamente en la memoria de largo plazo.

Esta memoria de largo plazo constituye el estadio final. Como depósito de información, parece prácticamente ilimitada. Sin embargo, la información que es almacenada de este modo no siempre resulta disponible en el momento que se desea. La razón principal de que así sea parecen ser las interferencias, igual que resulta difícil localizar un objeto determinado en una habitación revuelta y llena de objetos depositados en ella al azar.

Otros tipos de olvido son los que implican represión o distorsión de los datos, como cuando, simplemente, nos negamos a pensar en la información que nos perturba, o cuando falseamos o distorsionamos los recuerdos para que apoyen nuestras creencias.

Las memorias denominadas fotográficas (o eidéticas) permiten visualizar con todo detalle una información vista previamente. Hay personas que poseen esta capacidad: en los años cincuenta, Teddy Nadler la utilizó para vencer en un concurso de preguntas por 64.000 dólares en televisión, y para derrotar a casi todos sus oponentes en otro concurso similar. Sin embargo, la capacidad de recordar informaciones no tiene que ver con la capacidad de procesarla con el pensamiento. Por ejemplo, Nadler suspendió posteriormente una prueba para entrar a trabajar como encargado del censo.

Algunas pruebas apuntan a que la capacidad para almacenar y utilizar oportunamente toda la información recibida puede, incluso, interferir en la capacidad para pensar. Los recuerdos son tantos y tan específicos que resulta difícil generalizar. El mundo se convierte en una masa desordenada de innumerables puntos individuales, para los que no se encuentra ningún sentido.

Así pues, cabe la afirmación expuesta por Robert Silverberg en El hombre que nunca olvidaba, según la cual una memoria perfecta puede crear indecisión a la hora de reconocer a los demás. Sin embargo, una persona con unas relaciones sociales más desarrolladas que las de Tom podría haber afrontado el problema más directamente, igual que hombres de enorme fuerza, como Arnold Schwarzenegger, han aprendido a estrechar las manos sin aplastarlas, o que los profesores de filosofía aprenden a hablar con la gente normal sin utilizar todo el léxico de que disponen.

Tampoco es preciso tratar los recuerdos dolorosos únicamente con el olvido. La experiencia suele permitirnos reinterpretar un recuerdo. Diez años después, el recuerdo de los nervios experimentados durante la primera cita pueden parecer ridículos.

Tampoco es necesario concentrarse principalmente en los malos recuerdos, a menos que a uno le guste, en secreto, pasarlo mal.

Por último, los hijos de Tom podían no tener memorias perfectas pues, aunque el abuelo poseyera el don, la madre no lo había manifestado, de modo que el gen responsable tenía que ser recesivo.

MOTIVACIÓN: El círculo vicioso, por Isaac Asimov

¿Por qué entra Jane en las galerías Golden Arches a comprar una hamburguesa y patatas fritas? Ciertas constantes del cuerpo, como la reducción del nivel de azúcar en la sangre, producen unas señales que obligan a la muchacha a sentir hambre y le motivan a encontrar algún modo de satisfacer el deseo de comida.

La motivación es la causa que impulsa nuestros pensamientos y acciones. A menudo, nuestros motivos tienen una inspiración psicológica pero, incluso en este caso, los factores culturales, sociales y situacionales son importantes. Por muy hambriento que uno esté, titubeará antes de entrar en un restaurante de moda si no va vestido adecuadamente. En tal caso, la persona se encontrará con motivaciones distintas que actúan al mismo tiempo, lo que puede provocar conflictos.

En Círculo vicioso, de Isaac Asimov, el robot Speedy cae en la trampa de unas motivaciones en conflicto y llega a un punto de parálisis en que no puede ni avanzar ni retirarse. La Segunda Ley de la Robótica obliga a Speedy a avanzar hacia el pozo de selenio como sus amos le han pedido. Sin embargo, hacerlo significará arriesgar la supervivencia, lo cual es algo que el robot no debe hacer, según la Tercera Ley de la Robótica.

Los psicólogos denominan al dilema de Speedy conflicto aproximación-evitación. Este conflicto se produce cuando una persona enfrentada a un objetivo tiene sentimientos encontrados respecto a si conseguirlo o no. Una vez establecido un objetivo, la persona juzga la situación y decide si seguir adelante o retirarse. La sensación de atracción, sin embargo, puede ocultar una sensación de evitación, de modo que la persona puede empezar a tender al objetivo marcado y después, como en el caso de Speedy, encontrar un punto en que la valoración de los aspectos negativos del objetivo iguala y empieza a superar la valoración de los aspectos positivos. Speedy sólo consigue superar este conflicto cuando entra en juego la Primera Ley de la Robótica, que tiene preferencia sobre las otras dos, y le proporciona un motivo más estimulante.

Aunque no se tratan en este relato, existen otros tres tipos de conflictos motivacionales, además del de aproximación-evitación.

En el conflicto aproximación-aproximación, la persona se encuentra dividida entre dos alternativas deseables, como leer un buen libro o ver una buena película, o entre dos modos alternativos de satisfacer una motivación deseada, como comer un bocadillo o un pastel. Este conflicto suele resolverse con rapidez, ya que aproximarse a cualquiera de ambas alternativas aumenta el atractivo de una al tiempo que reduce el atractivo de la otra.

En el conflicto evitación-evitación, la persona debe escoger entre dos alternativas no deseables, como alistarse en el ejército o afrontar un juicio por deserción. Este tipo de conflicto suele prolongarse un tiempo, ya que cualquier movimiento hacia una de las alternativas hace parecer a ésta más indeseable que la otra.

En el conflicto de doble aproximación-evitación, la persona se enfrenta a dos objetivos alternativos, o dos modos alternativos de satisfacer una motivación, en los que cada alternativa presenta aspectos convenientes o inconvenientes. Por ejemplo, John es un entusiasta del alpinismo y un día se encuentra ante una montaña que le permite escoger entre escalarla por la ladera norte o hacerlo por la sur. La ladera norte es más rápida y fácil, pero no tiene una vista demasiado espectacular. La ladera sur es más escarpada y difícil de escalar, pero ofrece una vista espectacular.

Sea cual sea la decisión de John, probablemente se preguntará, en un momento dado de la ascensión, si realmente tomó la adecuada. A menudo, una determinada situación parece más indeseable de lo que realmente es, ya que la persona es siempre más consciente de las desventajas de la situación en que se encuentra que de los inconvenientes de la alternativa. Así, en Círculo vicioso, Powell y Donovan hablan de lo bien que irán las cosas cuando dejen Mercurio y lleguen a la Estación Espacial. En el relato del doctor Asimov que sigue a éste, Razón, incluso en su colección Yo, robot, los hombres se enfrentan con tantos problemas que desearían de buena gana estar de vuelta en Mercurio.

INTELIGENCIA: Absalón, por Henry Kuttner

Alfred Binet, francés, elaboró en 1905 el test de inteligencia como un medio para predecir el éxito académico. Hoy, tras muchas revisiones, ésa es todavía su utilidad más extendida. Binet creía que, en su test, los niños más brillantes obtendrían resultados similares a los de otros niños de más edad, no tan brillantes. Por esta razón, calculó los CI (cociente de inteligencia) dividiendo la edad mental, determinada por los resultados del test, por la edad cronológica, y multiplicando la cifra por cien.

El cincuenta por ciento de la población se encuentra en lo que se considera la franja normal, entre 90 y 109; los bachilleres superiores tienen un promedio de 105, los graduados universitarios de 115 y los licenciados y doctorados de 130. Sólo cuatro de cada diez mil personas posee un CI de 160 o más.

En Absalón, de Henry Kuttner, se dice que Absalón tiene una edad mental de veinte años, aunque su edad cronológica es de sólo ocho. Así pues, su CI sería de un extraordinario 250, sobrepasando con mucho la afamada brillantez de muchos de los personajes históricos notables como Thomas Jefferson (145), Wolfgang Amadeus Mozart (150), Voltaire (170), John Stuart Mill (190) o sir Francis Gallon (200). (Estos personajes no se sometieron nunca a un test de inteligencia y las cifras se han calculado a partir de los testimonios sobre sus capacidades en los primeros años de su vida, siendo, por tanto, poco fiables.)

Resulta importante saber que un CI alto no garantiza el éxito. Los estudios han demostrado que el posterior éxito laboral de los estudiantes universitarios tiene poco o nada que ver con sus calificaciones escolares. En un espacio de 10 o 15 puntos, factores como la decisión, la personalidad, las relaciones y la suerte son más importantes que la inteligencia. De hecho, el mundo sería un lugar más agradable si se diera más énfasis a ciertos rasgos relativamente abandonados como la amabilidad, la sinceridad, la moralidad o la creatividad.

Durante algunos años, los psicólogos se han interesado por el impacto del medio ambiente sobre la inteligencia. Desde luego, el ambiente puede producir cambios espectaculares. Por ejemplo, la disección revela que las ratas criadas en ambientes favorables terminan con cerebros más desarrollados que los de sus congéneres. En otro experimento, se proporcionó un ambiente favorable a diez niños recluidos en una institución y clasificados como retrasados mentales. Posteriormente, el CI de estos niños resultó ser ¡53 puntos superior, en promedio, al de otros niños parecidos a quienes no se proporcionó tal ambiente! La mayor parte de los integrantes del primer grupo terminó sus estudios de enseñanza media, se casó y llevó una vida normal. La mayoría de los pequeños del segundo grupo permaneció recluido en instituciones especiales.

PERSONALIDAD: Alas en la oscuridad, por Fred Saberhagen

El paciente entra en la estancia y toma asiento junto a un teclado de máquina. Una luz emite un centelleo. En la pantalla aparecen unas palabras: «El doctor le atiende. Por favor, empiece a escribir sus comentarios».

«Doctor, estoy enfadado con mis padres», escribe el paciente.

«¿Por qué cree que está enfadado con sus padres?» —aparece en la pantalla.

«Porque no me dejan el coche el próximo sábado.»

«¿Por qué cree que no se lo dejan?»

«Porque no he cortado el césped del jardín.»

Etcétera, etcétera, durante media hora, por lo menos. El paciente hace comentarios y preguntas mientras que el doctor responde indirectamente con preguntas, aclaraciones y nuevos planteamientos de las cuestiones.

En este caso, sin embargo, el doctor es simplemente un ordenador programado para responder de esta manera. Si alguna vez le ocurre algo parecido, no se avergüence. Los estudios demuestran que la gente no distingue, generalmente, al terapeuta real del programa del ordenador. Incluso terapeutas experimentados, desconocedores de la fuente de las entrevistas, consideran a ambos igualmente adecuados.

¿Significa esto que las simulaciones por ordenador de personajes históricos que propone Fred Saberhagen en Alas en la oscuridad pueden ser factibles en un futuro próximo?

¿Habrá algún día una máquina capaz de reproducir «las características y comportamientos que determinan la adaptación, personal y única, del individuo con su medio ambiente», es decir, la personalidad individual de cada ser humano?

En absoluto. Dos problemas inabordables cierran el camino.

En primer lugar, la complejidad del ser humano. Según un estudio, en inglés hay más de 18.000 palabras referidas a características personales. A partir de ellas, un psicólogo elaboró una lista de dieciséis rasgos internos básicos que consideraba suficientes para describir adecuadamente la personalidad individual. Sin embargo, estos dieciséis rasgos difícilmente describen los innumerables rasgos secundarios que posee el individuo, ni el poderoso efecto que puede ejercer un estado de ánimo pasajero o una situación específica sobre el comportamiento de la persona. Por ejemplo, los auténticos terapeutas hacen muchas otras cosas además de ayudar al paciente. Si observamos cómo cambiamos nuestra conducta de mil modos distintos para adecuarnos a nuestra percepción de cómo están las cosas y qué tenemos que hacer, veremos que queda realmente mucho tiempo hasta que puedan elaborarse máquinas realmente parecidas al ser humano.

En segundo lugar, está el problema de la reconstrucción de la personalidad de esos personajes históricos. La cifra expuesta por Saberhagen de cuatro millones de bits de información histórica resulta, con toda seguridad, inadecuada para una reconstrucción tal. No incluyen información sobre el potencial innato del individuo (o estructura genética) y dependen de datos de segunda mano que pueden resultar falsos o, como mucho, terriblemente incompletos.

En realidad, el número de bits de información que una persona normal almacena durante su vida puede ser de unos 250.000 millones de veces mayor del contenido en el paquete de información que utiliza Saberhagen.

PSICOLOGÍA DE LAS ANORMALIDADES: En caso de emergencia, por Randall Garrett

¿Qué es la enfermedad mental? ¿Cuántos tipos hay? ¿Cuáles son las causas? La psicología de las anormalidades busca respuestas a preguntas de este tipo. Ciertamente, las enfermedades mentales constituyen un problema mundial. En los Estados Unidos, por ejemplo, una de cada cuatro personas experimentan síntomas lo suficientemente graves como para perturbar su vida cotidiana; aproximadamente una de cada diez padecen un trastorno mental grave (psicosis) en algún momento de su vida, y una de cada cien es hospitalizada para seguir tratamiento terapéutico en alguna época de su vida.

Sin embargo, resulta difícil alcanzar un acuerdo universal sobre qué se entiende por anormalidad. Por un lado, la conducta que en un lugar es considerada anormal, en otra parte puede darse por normal. Los bígamos europeos no tendrían problemas de este tipo en algunas naciones islámicas. Por otro lado, la misma sociedad puede considerar normal una conducta en ciertas situaciones, y anormal en otras. Quitarse la ropa en la habitación de uno es un comportamiento considerado correcto, mientras que desnudarse en medio de la clase puede hacer que los demás crean que ese compañero necesita un examen psiquiátrico. Por último, los trastornos se producen en diferentes grados e intensidades, y existen opiniones divergentes sobre el grado de incapacidad que debe existir para que una persona sea considerada enferma.

En cuanto a las causas de la enfermedad mental, cabe decir que son varias. Ciertos tipos de enfermedades, como los trastornos esquizofrénicos o maníaco-depresivos, están determinados en gran medida por causas biológicas. Otros tipos, como los trastornos denominados fobias, parecen ser consecuencia, principalmente, del aprendizaje. Otras causas pueden ser los conflictos internos y las tensiones que surgen en las situaciones en que se encuentra la persona.

También parece muy probable que, a menudo, algunos trastornos sean resultado de varias causas que actúan a la vez. Por ejemplo, las causas biológicas de la esquizofrenia pueden ser más efectivas si la víctima no llega a desarrollar una confianza básica en el mundo (un problema interno) o está sometida a una gran tensión por parte de su jefe (situación de estrés).

Naturalmente, existen muchos tipos distintos de anormalidad mental. En el relato En caso de emergencia, de Randall Garrett, el embajador, Malloy, padece dos tipos de fobia (miedos irracionales); la señorita Drayson, su secretaria, y James Nordon, el negociador jefe, padecen trastornos de la personalidad, y Kylen Branyek, el negociador ayudante, padece psicosis paranoide (delirios de persecución).

Aunque este relato trata del comportamiento anormal, Malloy logra el éxito debido a sus conocimientos de psicología social. Nombra a dos negociadores al advertir que los grupos suelen ser más eficaces en la resolución de los problemas que un individuo solo.

Tienen más recursos y suelen cometer menos errores, ya que un miembro del grupo tiende a descubrir los errores del otro. Además, el embajador aumenta las posibilidades del equipo al seleccionar a sus miembros según las exigencias de la situación. Esto convierte en cualidades positivas la indecisión de Nordon en el mando y la paranoia de Branyek.

TERAPIA: Para eso están los amigos, por John Brunner

El modo en que tratamos una enfermedad depende, naturalmente, de cómo hayamos definido su naturaleza. Hasta el siglo XVII, la mayor parte de las explicaciones hablaban de la presencia de demonios en los enfermos mentales. En consecuencia, las terapias más utilizadas eran el exorcismo religioso, la tortura (para expulsar a los demonios) y la muerte. Los manicomios empezaron a surgir en la Edad Media, pero siguieron siendo poco más que cárceles hasta 1792, en que el médico francés Philippe Pinel aprovechó el idealismo de la Revolución francesa para establecer reformas en el tratamiento de los enfermos mentales.

Entre los profesionales dedicados a la psicoterapia se cuentan psiquiatras, psicólogos clínicos, asistentes sociales psiquiátricos y enfermeras psiquiátricas. Por este orden, son doctores en medicina o en psicología, asistentes sociales graduados y enfermeras tituladas, todos ellos especializados en el tratamiento de la enfermedad mental.

Aunque existen más de 130 tipos distintos de enfoques terapéuticos, las mayores esperanzas de que un paciente se recupere se basan en sus propios deseos de conseguirlo y en la calidad de la relación entre el terapeuta y el paciente, sea cual sea el tratamiento utilizado.

Ya hemos dejado muy atrás la tortura como medio terapéutico. Actualmente, ciertos tipos de terapia, como la psicología conductista y el uso de drogas adecuadas, parecen muy indicados para determinados problemas. Cuanto más se conocen las causas de la enfermedad, mejores terapias van desarrollándose.

Las psicoterapias persiguen cambios en el comportamiento o en las creencias por medio de métodos psicológicos. Entre ellas se cuentan las terapias cognitivas, que insisten en convencer al paciente, mediante palabras, para que modifique su comportamiento; las terapias conductistas, que hacen hincapié en la modificación directa del comportamiento, en lugar de obtenerla indirectamente a base de desarrollar un juicio lógico del mismo; por último, las terapias de grupo insisten en modificar los roles sociales y los esquemas comunicativos.

La terapia cognitiva constituye la mayor parte de la táctica utilizada por Buddy en Para eso están los amigos, de John Brunner. Tal como aconseja la terapia centrada en el paciente, Buddy clarifica con toda paciencia los sentimientos y acciones de Tim al tiempo que proporciona a éste una aceptación inesperada. Por otra parte, Buddy utiliza técnicas conductistas como adoptar el rol de modelo, castigar las transgresiones y premiar el buen comportamiento. Por último, casi al final del relato, Buddy practica cierta terapia familiar (de grupo) cuando analiza los sentimientos de Jack y Lorna.

Finalmente, la nueva conducta de Tim, aceptada socialmente, obliga a los padres a pensar en variar sus propios modelos de comportamiento para potenciar que el pequeño desee recompensarles. No obstante, si vemos que la conducta de los padres es la causa principal de los problemas iniciales de Tim, cabe preguntarse por qué Buddy no intentó utilizar la terapia familiar mucho antes. Por ejemplo, acabar con el perverso juego de Jack («Si no fuera por ti…», o «¡Te he pillado…!») habría reducido el deseo de Lorna de ponerle en situaciones embarazosas.

Por otro lado, las somatoterapias pretenden provocar cambios en el comportamiento o en las creencias por métodos fisiológicos. Entre estos métodos, que sólo pueden ser utilizados por psiquiatras, se cuentan la cirugía, la estimulación eléctrica o terapia de shock y la quimioterapia (fármacos).

Muchos psicoanalistas condenan las somatoterapias por no eliminar las causas profundas de la enfermedad, y se dan frecuentes quejas sobre abusos o malas utilizaciones de las mismas. No obstante, la terapia de shock y la estimulación eléctrica del cerebro parecen ser maneras eficaces de eliminar una depresión grave, permitiendo así el uso de otras psicoterapias posteriores con una mayor eficacia.

Además, la quimioterapia es el tratamiento más eficaz que se ha encontrado para varias formas de psicosis. Por sí sola, es la causa principal de la espectacular reducción del número de pacientes internados en hospitales mentales, que, en Estados Unidos, pasó de 559.000 en 1959 a 193.000 en 1975.

PSICOLOGÍA SOCIAL: Los Conductores, por Edward W. Ludwig

A primera vista, la psicología social parece un revoltijo de temas sin relación como el comportamiento prosocial, la afiliación, la conducta colectiva, la agresión, los procesos de grupo y la persuasión. Lo que éstas y otras cosas tienen en común es que se ocupan del cómo y por qué los individuos influyen y son influidos por una situación social y por los demás individuos.

La agresión, por ejemplo, suele definirse como aquella palabra o acción dirigida voluntariamente a perjudicar a otro y que, realmente, le hace daño. Su forma más violenta es la guerra y, desde que existen noticias históricas, apenas han existido doscientos años en total sin que, en algún lugar, tuviera lugar una guerra. La violencia individual también está muy extendida. En Estados Unidos se registra un promedio de una muerte violenta cada 36 minutos, un atraco cada 2 minutos y un delito grave de cualquier tipo cada 7 segundos.

Además, con la llegada de la alta tecnología, el problema se agrava, ya que unas armas mejores matan más personas. Durante el período de 125 años anterior a la segunda guerra mundial, se calcula que 58 millones de seres humanos murieron a manos de sus semejantes. Eso da un promedio de casi una persona por minuto.

Todo el mundo se muestra de acuerdo en que deben tomarse medidas para reducir la violencia. Sin embargo, no hay acuerdo sobre la naturaleza de los pasos a adoptar, ya que hay desacuerdo sobre las causas de la violencia y la agresividad.

Algunos insisten en causas biológicas como predisposiciones genéticas, lesiones orgánicas o desequilibrios químicos u hormonales. Según Freud, la sociedad debe contener los poderosos impulsos sexuales y agresivos innatos en las personas para conservar el orden y la civilización. Sin embargo, tienen que existir métodos de liberar tales impulsos que sean socialmente aceptados, o las personas acabarían estallando violentamente como ollas a presión descuidadas. Por eso, los freudianos consideran que el deporte, el debate y las películas de terror sirven a la sociedad para estimular la liberación de los impulsos agresivos. El individuo sale más feliz y es mucho más improbable que resulte agresivo en el futuro inmediato.

Otros psicólogos insisten en la importancia de los factores ambientales, como la conducta del grupo, las masas o la televisión. Ésta, por ejemplo, muestra un promedio de ocho actos violentos por hora en los momentos de máxima audiencia, y los actos agresivos superan a los de afecto en una proporción de 4 a 1. Tras revisar diez años de estudios sobre el tema, el Instituto Nacional de Salud Mental de los Estados Unidos llegó a la conclusión, recientemente, de que «la violencia televisada y la agresividad están claramente relacionadas en el niño». Esta conclusión añade que contemplar actos violentos no libera impulsos agresivos, sino que los aumenta.

Por último, hay quienes hacen hincapié en factores psicológicos, como intentar potenciar la autoestimación, percibirse como poco importante o sentirse frustrado. Por ejemplo, las bandas callejeras suelen estar compuestas de adolescentes con bajo grado de autoestimación, siendo escasos los que tienen un alto grado de la misma.

Aunque la mayor parte de los psicólogos considera que las causas biológicas son las fuentes menos importantes de agresividad, Edward Ludwig ha decidido basar su relato Conductores sobre la teoría freudiana.

Así, el combate en la autopista se ofrece como un modelo socialmente deseable de canalizar los impulsos agresivos y liberarlos inofensivamente. Nótese, sin embargo, que en el relato esta actividad queda reforzada mediante apoyos ambientales y psicológicos, como medallas por muertes, aprobación del grupo y los compañeros, y aumento de la sensación de rivalidad.

Sin embargo, la mayor parte de las pruebas realizadas (como en los mencionados estudios realizados sobre televisión) apunta a que este tipo de soluciones es, como mucho, un remedio a muy corto plazo que no compensa el efecto perjudicial a largo plazo, que lleva a adquirir hábitos agresivos. En otras palabras, darle a alguien un golpe en la nariz puede dejarle a uno más descansado, pero aumenta las posibilidades de que vuelva a darle un golpe parecido a otra persona en el futuro. Siempre, claro está, para liberar sus sensaciones de hostilidad. Eso es lo que expone Tom Rogers al final del relato, cuando decide Conducir a casa de la chica.

Además, si Freud se equivocaba acerca de los impulsos sexuales y agresivos, y el problema es simplemente de exceso de energías, entonces tendría mucho más sentido dedicarse a la exploración del espacio o a escalar montañas. Ambas actividades potenciarían la autoestimación y ninguna de ambas enseñarían agresividad.