14
Entrenamiento interrumpido
—CÉNTRATE, MAHLYENKI Dyavol. —La voz de Vikas traslucía emoción y reverberaba un poco en la oscuridad de la sala de entrenamiento. Llevaban allí dentro más de una hora, pero ninguno de los dos tenía ganas de descansar después de tantos progresos.
Vlad respiró hondo e imaginó ríos de deliciosa sangre precipitándose por un desnivel y cayendo sobre un estanque rojo. Su estómago se tensó y de repente pudo sentir el poder en su interior, tal y como Vikas le había enseñado durante toda la semana. Estaba allí, en su centro, una bola caliente y chispeante de electricidad que resonaba desde su interior. Deliciosa. Vlad se rindió ante ella y la sintió recorrer sus venas. Luego se concentró en Henry y proyectó su mente.
Henry sonrió. No era lo normal pasar el día en la nieve con su primo y un grupo de chicas guapas. Eso sin mencionar a las coquetas gemelas de enormes e inocentes ojos. Mantuvo la calma, miró a Joss y alzó la voz para que las gemelas pudieran oírlo.
—Vamos al Diamante Negro.
Como esperaba, Joss lo miró con la boca abierta. Su primo no tenía ni idea de lo importante que era impresionar a las chicas con alguna hazaña... aunque él solo hubiera estado en aquella pista dos veces en toda su vida.
Las gemelas le sonrieron y él se lanzó cuesta abajo como si nada, mirándolas de reojo y dedicándolas su mejor sonrisa. Si jugaba bien sus cartas, veía una chimenea y un par de chicas en su futuro más cercano. Guay, tío. Tú sigue así.
Vlad intentó mantener la calma, sonrió y lo empujó con suavidad.
Henry perdió el equilibrio y se cayó de morros en la nieve.
Vlad habría seguido en su mente para disfrutar de las carcajadas de Joss y las chicas, pero conservar la concentración era difícil cuando le entraba la risa. Salió rápidamente de la mente de su amigo y las carcajadas de Vikas se unieron a las suyas.
—Como dije, Vladimir, es útil a la par que entretenido leer y controlar las mentes. ¿Estás disfrutando?
Vlad sonrío en la oscuridad.
—Ya te digo. ¿Y ahora qué?
Vikas guardó silencio durante un momento y, cuando habló de nuevo, detectó cierta duda en su voz.
—Quizá haya llegado el momento de pasar a algo más productivo. Por ejemplo... ¿la venganza?
Vlad tragó saliva y bajó la voz hasta casi un susurro.
—¿Qué quieres decir exactamente?
—Solo que estoy seguro de que hay algún gamberro en tu vida que hace tiempo que merece un escarmiento por todo lo que te ha hecho. ¿Me equivoco?
Vlad no tuvo que pensar mucho.
—No. Pero... ¿qué quieres decir con venganza?
El tono de Vikas se suavizó, pero no consiguió ocultar su excitación.
—Hablo de una broma inocente. Por supuesto, si prefieres no castigarlos por lo que te han hecho...
Vlad pensó en Bill y Tom, y en todas las taquillas contra las que lo habían estampado. Se humedeció los labios lentamente y dijo:
—¿En qué has pensado?
Entonces escucharon un débil golpe en la puerta. Vlad relajó los hombros, decepcionado. Su lección había terminado antes de poder darles a probar a Bill y Tom de su propia medicina.
Otis abrió la puerta y la habitación se llenó de luz.
—¿Te puedo robar un momento a mi sobrino?
Vikas asintió.
—Claro.
Le hizo una señal con la cabeza y Vlad salió detrás de su tío al frío exterior. La nieve resultaba cegadora. Entornó los ojos y miró a Otis mientras subían por una colina cercana.
—¿Ocurre algo malo?
Su tío lo miró de reojo. Siguió subiendo hasta que llegaron a la cima. Frente a ellos había un pequeño claro dónde nadie había pisado. Otis suspiró.
—¿Por qué crees que pasa algo malo?
Vlad se aclaró la garganta. Tenía la desagradable sensación de que estaba metido en algún lío, pero no estaba seguro de por qué.
—Porque esta es la primera vez que interrumpes mis clases.
Otis se volvió hacia él con los labios apretados.
—Es que no apruebo la lección de hoy. O mejor dicho, hacia dónde parecía ir la lección de hoy. Algunos vampiros quizá acepten conceptos como la venganza o utilizar a los humanos como divertimento, pero yo no.
Vlad se detuvo, luego bajó la voz, suspicaz.
—Las paredes de la cabaña son muy gruesas y aíslan del sonido, Otis. ¿Cómo sabes de qué estábamos hablando?
Su tío redujo la marcha mientras avanzaban hacia el claro de la colina. Bajó los ojos hacia la nieve virgen del suelo y a Vlad le pareció distinguir una pizca de vergüenza en su expresión.
—¿Me leíste la mente? ¡Creía que teníamos un trato! —El pecho de Vlad subió y bajó mientras su respiración y su ritmo cardiaco se aceleraban por el enfado—. «No te metas en mi cabeza, y yo no me meteré en la tuya», ¿recuerdas?
Otis alzó de repente la vista y miró a Vlad a los ojos. Apretó los dientes y su voz sonó más brusca.
—Lo recuerdo muy bien. Y no harías mal en recordar tú lo desagradable que es tener a alguien merodeando por tus pensamientos la próxima vez que hagas caer a Henry. O algo peor. ¿Qué tenías pensado para Bill y Tom exactamente?
Vlad bajó los ojos, pero solo por un segundo.
—No iba a hacerles daño ni nada de eso.
—Si cedes a ese impulso, a ese deseo de venganza, será muy fácil pasar de las bromas inocentes a... —Otis no pudo seguir. Su rostro tenía la expresión de alguien que ha dicho más de lo que pretendía.
Vlad se puso tenso. Alzó una ceja y su voz sonó fría.
—¿Esclavizar a toda la humanidad?
Otis abrió los ojos como platos, sorprendido, pero enseguida se relajó, derrotado. Entonces dijo casi en un susurro:
—El camino hasta algo así es largo, pero son conceptos relacionados. Y más de lo que tú crees, te lo aseguro.
Vlad guardó silencio durante un tiempo. Su tío acababa de decirle que creía que él era el pravus. ¿Cómo podía pensar algo así? ¿Cómo podía creer que su único sobrino era un monstruo? Sintió un fuerte dolor en el pecho, pero consiguió no se le notara la decepción en la voz.
—Estás exagerando las cosas. Además, no puedes entrar en mi mente y no dejarme entrar en la tuya. Sobre todo después de nuestro acuerdo.
—Solo intentaba protegerte.
—¿De qué? Creía que confiabas en Vikas como maestro.
—Y confío en él. Es solo que... —Negó con la cabeza, su enfado se estaba diluyendo—. Vikas es un profesor tradicional. En general, su currículum es brillante, pero algunos de sus ideales no son los que deseo para ti.
Vlad se mordió el labio inferior antes de hablar.
—¿Y eso no debería decidirlo yo?
Otis miró a su sobrino a los ojos, asombrado e incrédulo.
—Sabes mucho para ser tan joven. —Le cogió la cara entre las manos y suspiró, calentando el aire que los separaba—. No volveré a interferir.
Vlad se subió el cuello del abrigo para taparse las mejillas y se estremeció mientras arrastraba los pies por el crujiente polvo blanco. Una cosa era segura, Otis podía haber elegido un lugar más calentito para echarle la charla.
—¿Por eso me has traído aquí?
—En parte. También quería darte un regalo. —Lo miró con cautela—. ¿Te gustaría volver a ver a tu padre?
De repente, Vlad ya no sentía frío.
Miró a Otis, que asintió ligeramente, como para decir que sí, que era posible. Pero ¿cómo? A no ser que los vampiros pudieran viajar en el tiempo, claro. Y si ese fuera el caso, Vlad tendría que volver al día en que sus padres murieron y sacarlos de la casa antes del incendio para no separarse de ellos nunca más. Pero... no podía ser. De eso estaba seguro, porque si no Otis ya se lo habría dicho.
—¿Qué quieres...?
—Es sencillo. Tomas y yo solíamos hacerlo cuando nos separábamos, para contarnos todo aquello que habíamos vivido y nos parecía importante o memorable. Tienes que abrir tu mente a mí... —Vio en sus ojos un destello de culpa—. Te prometo que no iré más allá de compartir mis recuerdos contigo. Tus pensamientos estarán a salvo. Juro que no volveré a entrar en tu cabeza sin permiso.
—¿Quieres decir que podré ver tus recuerdos de mi padre? —Otis asintió y a Vlad le tembló el labio inferior, pero lo controló con un mordisco—. Me gustaría mucho.
—Respira hondo y abre la mente. —Otis lo miró con ojos febriles e intensos. Vlad inspiró profundamente e intentó no pensar en nada en particular, como Vikas le había enseñado.
Al principio no vio nada. Solo la tranquilidad diáfana de su mente.
Pero entonces...
Un destello. Un rostro. Familiar, cálido, sonriente. Pero desapareció tan rápido como había aparecido. Como un solo fotograma de una vieja película de ocho milímetros.
—Ábrete, Vlad. Relaja la mente.
Vlad calmó su respiración y esperó.
El rollo de película en su mente se puso en movimiento de nuevo, esta vez añadiendo acción al rostro sonriente de su padre. La película saltó, la imagen se hizo más nítida y Vlad se sorprendió al escuchar el ruido de fondo de un mercado lleno de gente. Tomas le sonreía. No, no a él... a Otis. Lo estaba viendo a través de los ojos de su tío y reía.
—Venga, Otis. Ni que la peste Negra fuera el fin del mundo, hombre. Anímate.
Entonces, tan rápido como había comenzado, la película terminó y aparecieron imágenes al azar hasta que reapareció el rostro sonriente de Tomas.
—No todos los días se consigue una comida vegetariana, Otis.
Al otro lado de la calle vio sentados un grupo de hippies de pelo largo. Uno pellizcaba una guitarra mientras los demás cantaban alguna canción sobre la paz y el amor. Otis rió entre dientes. Tomas se humedeció los labios, los colmillos eran plenamente visibles.
—Están un poco flacuchos, pero estoy seguro de que tienen un par de buenos sorbos. ¿Tú qué crees?
Tomas miró a Otis y Vlad vio cómo le brillaban los ojos y la familiar forma en que subía la comisura de la boca en una media sonrisa... familiar porque él hacía lo mismo.
Vlad intentó hablarle, pero no pudo. No era más que un recuerdo, una imagen guardada en la cabeza de Otis. Mantuvo la mente abierta y la película avanzó a través de imágenes borrosas hasta que se detuvo de nuevo en otro recuerdo.
Tomas estaba en una biblioteca. Un muro de libros lo rodeaba mientras hojeaba cada página. Vlad lo observaba, parecía ausente a todo lo que no fueran las palabras escritas sobre la página, igual que él cuando se sumergía en la lectura de algún libro realmente bueno. Era chocante ver que tenían gestos tan similares. Sabía que su padre y él se parecían, pero había olvidado cuánto.
Entonces irrumpió la voz de Otis.
—¿Otra vez leyendo? ¿Qué hora es?
Tomas alzó la vista, rota la concentración y con una sonrisa en los labios.
—Son antiguas historias. Para pasar el rato, ya sabes. ¿Y tú, qué? Creía que estabas en un avión rumbo a Siberia.
No escuchó la respuesta de Otis porque la película saltó una vez más a través del tiempo.
Del cielo caía una cortina de agua pegándole el pelo a la cara. Miró de reojo a Otis, sus ojos parecían sinceros.
—Somos hermanos, Otis. Siempre lo seremos.
La película se detuvo y Vlad pudo sentir cómo Otis salía de su mente. Pero él aún no estaba listo. No quería renunciar tan pronto a aquellos preciosos momentos que había presenciado. Necesitaba más, solo un poco más...
El rollo de película saltó hacia atrás. Una vez más, Tomas estaba en pie, bajo la lluvia. Esta vez tenía el ceño fruncido, estaba enfadado.
—No te pido que mientas, solo que olvides tus prejuicios, Otis. Solo quería despedirme antes de marcharme.
—Una humana, Tomas. Comprendo la necesidad de ser amado, pero ¿abandonar Elysia por una humana? Es una locura. —Otis negó con la cabeza—. ¿Adónde iréis?
—No te lo puedo decir.
—¿No confías en mí?
Tomas guardó silencio y miró a su hermano a los ojos antes de dar media vuelta.
—No te lo puedo decir.
—Bien. Pues vete entonces. Pero luego no me pidas ayuda cuando todo se desmorone a tu alrededor. —La voz de Otis temblaba—. Siento como si ya no te conociera.
Tomas lo miró de medio lado, en sus ojos había sinceridad.
—Somos hermanos, Otis, siempre lo seremos.
Vlad frunció el ceño. La película en su cabeza terminó y cuando abrió los ojos, Otis lo miraba con severidad.
—Otis, yo...
—No importa. No has podido evitarlo... y no pensaba que fueras capaz de sacar esos recuerdos a la luz. Fue el último día que vi a tu padre. Discutimos. No aprobaba su romance con tu madre y, me avergüenza admitirlo, pero lo apoyé menos todavía cuando supe que Mellina se había quedado embarazada. —Esa vergüenza era patente en su rostro y, cuando lo miró a los ojos, Vlad tuvo que morderse la lengua para no llorar—. Perdona a un viejo tonto, Vlad. En aquel momento no tenía ni idea de lo mucho que lamentaría que mis últimos momentos con Tomas fueran así. Tampoco sabía que acabaría queriendo tanto a su hijo.
Vlad bajó la mirada a la nieve entre sus pies. En el último año, Otis había ocupado un lugar en su vida casi tan importante como el de Tomas, era como una especie de padre para él. Una redonda lágrima lo traicionó, rodó por la mejilla y cayó de su barbilla a la nieve.
—Gracias, Otis. Por todo.
Otis parecía luchar también contra las lágrimas mientras contemplaba la pequeña aldea que se extendía a sus pies.
—Deberías volver a tus clases.
Vlad se tapó la boca con la mano y carraspeó.
—Si no te importa... prefería que me enseñaras qué ideales crees que debería tener.
Otis lo miró de nuevo con las cejas alzadas.
—¿Quieres que te enseñe yo? Vlad, no estoy seguro de ser un buen profesor.
Vlad sonrió mientras recordaba los disfraces y los deberes que les puso cuando fue profesor suplente en Bathory.
—El año pasado no lo hiciste tan mal.
—¿Qué quieres aprender?
Vlad se encogió de hombros. La verdad era que quería saber cualquier cosa que Otis estuviera dispuesto a enseñarle. Más que eso, quería prolongar aquel momento a solas entre los dos. Aprender de Vikas era genial, pero Vlad echaba de menos a su tío... además, tenía la extraña sensación de que cuando aquellas vacaciones llegaran a su fin, Otis volvería a marcharse a recorrer el mundo en busca de apoyos para su situación.
—¿Cómo hiciste lo de los recuerdos?
—No es más que una prolongación de la técnica de compartir pensamientos. —Su tono sugería que no era algo difícil. Cuando miró a Vlad, sin embargo, parecía sorprendido—. ¿Vikas y tú aún no habéis charlado telepáticamente?
Vlad negó con la cabeza. Según parecía, Vikas no le estaba enseñando tantas cosas cómo él creía.
—Tu padre y yo solíamos comunicarnos a través del pensamiento. Lo hacíamos con tanta frecuencia que, cuando abandonó Elysia, tuve migrañas por el silencio que se hizo en mi mente. —Otis esbozó una sonrisa, pero sus ojos revelaron la oscuridad que había tras ellos—. Hablar telepáticamente es una de las actividades que más confianza requiere entre vampiros, ya que le estás permitiendo a otro que entre en tu mente cuando quiera. Es un delicado equilibrio, un toma y daca. Yo abro mi mente para ti y tú para mí. Si nos concentramos en el significado de nuestras palabras en lugar de en las palabras en sí, se transformarán en conversaciones mentales que solo nosotros podremos oír. Con el tiempo, si quieres, podríamos incluso comunicarnos a grandes distancias. ¿Quieres que probemos?
—Ya te digo.
—Pues abre tu mente para mí.
Vlad se relajó y cerró los ojos. Era más fácil con los ojos cerrados. Dejó todos los pensamientos y todas las preocupaciones a un lado, deseoso de escuchar la voz de Otis en su cabeza, como su padre había hecho en tantas ocasiones.
Las palabras de su tío llegaron en un susurro.
—Bien, ahora, céntrate en el significado de tus palabras y proyéctalas en mi mente con suavidad.
—¿Así? —Abrió los ojos sorprendido ante su voz. Sonaba diferente. No era una voz ahogada, no, sino más bien queda, como si estuviera confinada en un espacio cerrado.
La risa de Otis reverberó en el cráneo de Vlad con un agradable hormigueo.
—Así. Es muy útil cuando hay humanos alrededor y queremos hablar de cosas de naturaleza vampírica. Mola, ¿eh?
Vlad sonrió.
—Esto es mucho más guay que flotar en el aire. Tengo ganas de enseñárselo a Henry. Así las mates serán mucho más interesantes.
Otis negó con la cabeza y dijo en voz alta:
—Henry es humano. Él no tiene el poder mental para recibir un mensaje de manera tan clara. Podrás leer su mente, e incluso implantar ideas en su cabeza que lo lleven a preguntarse sobre ciertas cosas, azuzar su curiosidad hasta el punto que haga lo que le dices, pero nunca te podrás comunicar telepáticamente con un humano. Ni siquiera con un lacayo como Henry.
Vlad bajó los hombros.
—Pues vaya.
—Cómo te pareces a Tomas. Impaciente con tus dones y queriendo siempre más. —Otis rió entre dientes, le dio una palmadita en la espalda, giró y se dispuso a bajar la colina—. Y eso no es necesariamente malo.
Vlad se apresuró a seguirle los pasos.
—¿Me falta alguna otra cosa? O sea, además de aprender sobre telepatía y compartir recuerdos.
Otis guardó silencio durante un momento, luego suspiró y metió las manos en los bolsillos de su abrigo.
—La verdad es que no sé qué es lo que te espera, Vlad. Como te dije antes, eres único. Solo tú has nacido vampiro. A los demás nos han hecho; nuestros creadores nos mordieron y nos regalaron la esencia de Elysia. Nuestro futuro es más predecible. El tuyo en cambio no está escrito. Podría darte una lista de habilidades que puedes desarrollar, pero no tiene mucho sentido especular.
Vlad quería decirle que sí tenía sentido, que aunque no supiera qué iba a pasar, estaba bastante seguro de que un vampiro adolescente era algo mucho más temible que un humano adolescente. Pero Otis avanzaba ya a cierta distancia. Además, tuvo la sensación de que sus razones le sonarían a queja y esa no era la imagen que quería dar de sí mismo.
Cuando alcanzó a Otis, frente a la cabaña de entrenamiento, se metió las manos en los bolsillos, imitando a su tío.
—Cuando volvamos a Bathory, ¿te quedarás con Nelly y conmigo?
Otis suspiró y Vlad supo la respuesta. Su corazón se hundió en el estómago y se encogió hasta convertirse en una pelota pequeña.
—No puedo. Todavía no. Antes tengo que convencer a Elysia de que no soy un delincuente, de que hice lo que tenía que hacer. Eso me llevará un tiempo. Si consigo poner de mi parte a tres de los Consejos, quizá haya esperanzas. Pero mientras no los convenza de mis buenas intenciones, me temo que trasladarme a Bathory es imposible. Os pondría en peligro a Nelly y a ti.
—Pero tengo el Lucis. Puedo protegerte. —Vlad buscó en el bolsillo de sus vaqueros y sacó el arma, pero Otis lo agarró por la muñeca y negó con la cabeza.
—Aquí no, Vlad. Escóndelo.
Vlad asintió lentamente y Otis lo soltó.
—El Lucis puede que te proteja de la justicia de Elysia, Vlad. Pero a mí me conocen bien... como también conocen los detalles de mis supuestos delitos. El Lucis no evitaría que destruyeran el pueblo entero en mi busca. Bathory está demasiado cerca de Stokerton, y es demasiado peligroso ir allí, aunque sea con la ayuda de un hechizo tego. Yo no soy tan valiente como tu padre.
Vlad metió el Lucis en el bolsillo de nuevo.
—¿Un hechizo tego?
—Se usa para bloquear la telepatía. Ya te lo explicaré más adelante, además de cómo utilizar tu marca.
La expresión seria de Otis se relajó y esbozó una sonrisa.
—Te esperan descubrimientos maravillosos. Una vida de aprendizaje, de experiencias únicas y un mundo que todavía no te atreves ni a soñar. Ya verás cuando te alimentes de la fuente...
—Eso no lo haré nunca. —Vlad lo miró a los ojos—. Jamás.
Otis se encogió de hombros como diciendo «puede que no, puede que sí» y abrió la puerta de la cabaña de entrenamiento. La pasividad de su tío irritó a Vlad, aunque no estaba muy seguro de por qué exactamente.
Entró y tuvo tiempo de ver a Vikas antes de que la puerta se cerrarse tras él, sumergiéndolo de nuevo en la oscuridad.