13
Control mental
VLAD abrió la puerta y encontró a Vikas esperándolo.
—Entra, Vladimir, es hora de aprender.
Todavía enjugándose las lágrimas, Vlad preguntó:
—¿Entonces el funeral ha terminado ya?
Vikas asintió.
—La mayor parte. Seguiremos con el ayuno hasta mañana al anochecer y luego habrá un banquete. Solo entonces habrá terminado oficialmente el funeral. Aunque probablemente el ayuno dificulte la telepatía y el control mental, debemos intentarlo de todas formas. No tenemos mucho tiempo antes de que regreses a América.
—En realidad —dijo Vlad tímidamente—, leo mejor las mentes cuando tengo hambre.
Vikas lo miró durante un momento con una expresión que a Vlad le pareció de incredulidad. Tras varios segundos, cogió aire y lo soltó en un sonoro suspiro.
—Puede que tú no seas el único que aprenda algo esta semana. ¿Estás listo para empezar?
Vlad cambió su peso de un pie a otro.
—¿Qué hago?
—Ven conmigo. No quiero que te distraigas. —Atravesó la habitación hasta otra puerta y de nuevo se encontraron en el exterior. Mientras bajaban las escaleras y pisaban la nieve en dirección a otra cabaña, Vikas le explicó lo que iban a hacer—. El lugar al que te llevo es un cuarto sin ventanas, sin luz, y con un asilamiento tan bueno que no deja pasar ni un ruido de fuera. Puede que al principio te dé miedo, pero aguanta. La idea es liberarte de toda influencia externa para que conectes con tus poderes telepáticos más profundos.
Vlad sintió que se le formaba un nudo en la garganta.
—¿Vas a entrar conmigo?
Vikas intentó tranquilizarlo con la mirada.
—Sí, sí, claro.
Delante de ellos había una pequeña cabaña. Como había dicho el viejo vampiro, no tenía ventanas, solo una puerta. Vlad respiró hondo para infundirse valor, subió las escaleras y entró después de Vikas. La luz del exterior dibujó una larga línea sobre el suelo e iluminó dos taburetes en mitad de la habitación: no había más. Cuando Vikas cerró la puerta, Vlad sintió como si no fuera a ver la luz nunca más. Cogió aire varias veces para tranquilizarse antes de mirar a su alrededor. Era inútil, la habitación estaba totalmente a oscuras. El único sonido que oía era el de su propia respiración y los latidos lentos y acompasados del corazón de Vikas.
—Ahora, Mahlyenki Dyavol, quiero que te centres en tu corazón, en la sangre que bombea a través de las venas, en el aire que entra y sale de tus pulmones. Siente la vida dentro de ti, la energía que emana de tu interior.
Vlad hizo lo que le dijo. Al principio cerró los ojos, pero cuando se dio cuenta de lo ridículo e inútil que era aquello, los abrió de nuevo en la oscuridad. Su corazón comenzó a latir más despacio, no con la misma calma que el de Vikas, pero menos agitado que antes. Su sangre corría por las venas y su respiración se hizo más profunda y reposada.
La voz de Vikas era suave e hipnótica.
—Bien. Muy bien. Ahora, intenta entrar en mi mente, con cuidado. ¿Qué estoy pensando ahora mismo?
—Estás pensando —Vlad luchó contra las lágrimas—, estás pensando en lo mucho que me parezco a mi padre.
—Muy bien, Vladimir. Ahora quiero que te centres en Otis. ¿Dónde está? ¿Qué hace, qué piensa? ¿Cómo se siente? Concéntrate con más fuerza si es necesario y no te desanimes si no llegas a él. A muchos vampiros les cuesta superar el problema de la distancia.
Vlad respiró hondo y visualizó el rostro de Otis en su mente. Pensó en sangre y en lo vacío que estaba su estómago, en lo mucho que le apetecía en aquel momento tomar una deliciosa bolsa de sangre caliente. Después entró en su mente.
Otis se quitó los guantes con dedos temblorosos. No imaginé lo difícil que podía ser ver cómo Vlad asistía a los funerales. Durante toda la ceremonia, he sentido el dolor que emanaba del chico sin poder hacer nada para mitigarlo. Vikas ya le está enseñando, pero no puedo evitar preguntarme qué ocurrirá en la sala de entrenamiento. Pase lo que pase, descubrirá su potencial. En esa habitación totalmente aislada del mundo exterior es donde un vampiro experimenta un anticipo de lo que podría conseguir con entrenamiento y práctica. Muchos vampiros abandonan la cabaña desanimados y sintiéndose débiles. Yo, sin embargo, me marché lleno de esperanzas. Demostré una habilidad especial que iba más allá de mi nivel de comprensión y espero que a Vlad le suceda lo mismo. Pero no hay forma de estar seguros, no con la sangre de su madre corriendo por sus venas. Quizá no pase de las nociones más básicas. Y eso sería una decepción para los dos.
Otis apoyó la cabeza sobre las manos. Pero ¿y si la profecía es correcta? ¿Y si Vladimir es el pravus?
Se incorporó de repente. Sintió un extraño cosquilleo en su mente, casi como si se le hubiera colado alguien...
Vlad salió de la cabeza de su tío con un grito ahogado.
La voz de Vikas tenía un tono de ansiedad.
—Has visto algo y te has sorprendido. Dime cómo lees las mentes. ¿Ves palabras escritas? ¿Las escuchas?
Vlad se aclaró la garganta.
—Ninguna de las dos cosas. Es como si me convirtiera en esa persona. Veo, escucho, siento y pienso con ellos.
Vikas guardó silencio durante un largo rato. Vlad iba a preguntarle qué pasaba, cuando por fin habló de nuevo. Le pareció detectar cierta nota de emoción y sorpresa en su tono.
—Anoche hablaste de tu lacayo. ¿Dónde está?
—¿Henry? En Bathory. —Hizo memoria, pero no recordó haberlo mencionado la noche anterior—. ¿Por qué?
—Entra en su mente. —La voz de Vikas sonó de nuevo tranquila, pero a Vlad le pareció que era una calma forzada.
—Está al otro lado del planeta. No creo que pueda...
—Inténtalo. En esta cabaña no existen las dificultades de la vida normal. Aquí dentro puedes llegar a personas a las que apenas tenías acceso o cuyas mentes no podías leer fuera.
Vlad suspiró y relajó los músculos. Se concentró en Henry y proyectó su mente.
Henry estaba mirando a Joss. No tengo ni idea de lo que está haciendo este, pero lo voy a machacar. Le dio al botón de turbo, hizo pedazos a su androide y alzó los brazos por encima de su cabeza, triunfante. No hay duda, Joss es incluso peor que Vlad con los videojuegos.
Al menos mi colega a veces me lo pone difícil.
Vlad salió de la mente de Henry con una sonrisa y decidió que tenía que jugar más con Joss. Así al menos mejoraría en algo su autoestima.
—Excelente. Tienes un gran potencial, Mahlyenki Dyavol. —Vikas respiró hondo—. Ahora pasemos al control mental. Vas a entrar de nuevo en la mente de Otis. Pero esta vez, quiero que introduzcas la idea de una acción en su proceso mental. Toma el control con suavidad, para que no se dé cuenta de nada y haz que se rasque la frente.
Vlad movió los pies, pero no entró en la mente de Otis. Le parecía raro eso de controlarlo. Henry era una cosa, pero Otis era su tío.
—¿Ocurre algo?
—No. Es solo que... —Vlad se aclaró la garganta e intentó mirar a Vikas en la oscuridad—. Si no te importa, preferiría céntrame en...
—Vladimir, esta es una parte importante de tu entrenamiento. Debes aprender a controlar las mentes de otros. Con tu lacayo será muy fácil. Después, vendrán aquellos a los que no quieres o te importan poco. Lo más difícil es controlar a los que están cerca de ti, aquellos por los que sientes un cariño especial. Es un bloqueo mental que muchos vampiros no pueden superar. Pero tú tienes el potencial para ser uno de los vampiros más poderosos que he conocido. Incluso más que tu padre. De hecho, puede que más que yo. Pero debes...
—Todo eso me da igual. —Se le quebró un poco la voz. Vlad no quería decepcionar a Vikas, pero aquello era algo que no estaba dispuesto a hacer. Si controlar a Henry le hacía sentir ya bastante culpable, hacer lo mismo con su tío le iba a poner malo.
Vikas bajó la voz y Vlad tuvo que esforzarse para oírlo.
—Pues no debería. Muy pocos vampiros tienen tu potencial. Pensé que quizá la sangre de tu madre habría diluido tus habilidades, pero estaba equivocado. Podrías ser un gran vampiro, Vladimir. Pero debes confiar en mí.
Vlad cerró los ojos y los volvió a abrir. Se había acostumbrado a la oscuridad, pero se había cansado de verla.
—Lo siento, Vikas, no... no puedo hacer lo que me pides.
—Basta. Si tengo que ser severo contigo, lo seré. Contempla a Otis. Está sentado solo frente a una mesa, con la cabeza descansando sobre la mano izquierda.
—Para. No quiero.
—Solo un poco. Solo un pequeño movimiento. Que se rasque.
—¡No! —Vlad empujó con fuerza contra la mente de Vikas.
Vikas se echó hacia atrás y cayó al suelo. El chico es fuerte, de eso no hay duda... pero está cansado, lejos de casa y es evidente que no quiere aprender a controlar las acciones de los demás, y menos las de su tío. Es el momento de dejarlo por hoy.
Vlad salió de la mente de Vikas.
—Es hora de dejarlo por hoy, Vladimir.
Vlad no había querido controlarlo, pero no le había dejado otra opción.
Vikas abrió la puerta y la luz entró, dándoles la bienvenida al exterior. Acababan de bajar las escaleras cuando el viejo vampiro se detuvo en seco.
—No hacía falta que lo hicieras, Mahlyenki Dyavol. No tenías por qué controlar mi mente.
Vlad negó con la cabeza. Debería sentirse culpable, pero no era así.
—Pero no me querías escuchar.
Después de un momento, Vikas le sonrió con cariño.
—Ah, quizá ahora comprendas mejor por qué es tan necesario aprender esa habilidad.
Vlad se mordió el labio inferior, pensativo. Puede que Vikas tuviera razón.
La puerta de la cabaña más grande se abrió y apareció Otis. Sus ojos brillaban con expectación.
—¿Qué tal fue?
Vikas bajó la voz, pero no pudo reprimir la emoción.
—Tenías razón sobre él, Otis. Tu sobrino tiene un gran talento. Incluso puso fin él mismo a la clase sobre control mental.
Otis lo miró con la boca abierta.
Vlad iba a disculparse cuando los dos vampiros rompieron a reír. Vikas le dio unas palmaditas en el hombro.
—Vamos. Entremos en calor junto al fuego antes de que comience el festín.
El viejo vampiro subió las escaleras de la cabaña y tocó el glifo. La puerta se abrió. Vlad se disponía a seguirlo, pero Otis lo detuvo con una mano en el pecho. Se inclinó y le susurró al oído:
—Como te vuelva a pillar curioseando en mi cabeza, Vlad, me voy a enfadar contigo. No te metas en mis pensamientos y yo no me meteré en los tuyos.
Vlad se sonrojó al pensar en todas las cosas que no quería que su tío supiera, como sus escapadas nocturnas al campanario.
—Vale —asintió.
Entraron en la cabaña y Vlad pasó la mayor parte del día sentado frente al fuego en una silla mullida y grande, escuchando a Otis y Vikas mientras le contaban sus aventuras. Hablaron también de Tomas y ocasionalmente alguno de los otros vampiros se les unía para relatar alguna historia heroica o un episodio divertido que vivieron con su padre. Al final de uno de los relatos, Otis rió entre dientes.
—Le dije a Tomas que no asustara así a Vikas, pero en el fondo, esperaba que lo hiciera.
Vikas soltó una carcajada.
—Fuisteis unos invitados horribles aquel verano, suerte que no soy rencoroso.
De repente, Vlad se dio cuenta de que había muchos vampiros despiertos y activos. Estaba a punto de preguntarle a Otis por qué estaban levantados a aquellas horas del día, cuando se percató de que la respuesta era obvia: iban a honrar a Tomas, y como Tomas ya no dormía, ellos también permanecerían despiertos hasta que terminara el ayuno.
Cuando el sol desapareció tras el horizonte, Vlad casi había olvidado lo terriblemente hambriento que estaba.
Casi.
La puerta se abrió y todos los presentes, salvo Otis, Vikas, Tristian y Vlad salieron corriendo. Ante la mirada sorprendida de Vlad, Vikas sonrió.
—Y así termina el ayuno.
Vlad frunció el ceño confundido.
—Pero aquí hay mucha sangre. ¿Adónde van?
Otis y Vikas intercambiaron miradas y después su tío lo contempló con ojos sombríos. Le habló con tono amable.
—Salen a alimentarse de la fuente, Vladimir. Vikas y yo comeremos aquí, contigo, en deferencia hacia ti.
Vlad sintió que el estómago le daba un vuelco. Iban a alimentarse de personas. La idea no debería provocarle náuseas, pero así era. Miró a Tristian, al otro lado de la habitación. Estaba ocupado cogiendo copas y una jarra de sangrevino.
—¿Y Tristian, qué? ¿El también irá a alimentarse de gente?
Vikas se reclinó sobre el respaldo de su asiento, sorprendido.
—Siento no habértelo explicado antes, Mahlyenki Dyavol, pero Tristian no es vampiro.
Vlad se inclinó lentamente hacia delante, confundido.
—Es mi leal lacayo desde hace unos diez años ya, desde que tenía más o menos tu edad.
Vlad observó cómo Tristian llevaba todo lo que iban a tomar hacía su mesa mientras negaba lentamente con la cabeza. Había pensado que aquel hombre era un vampiro, incluso su forma de moverse era parecida a la de los demás vampiros.
—¿Y durante cuánto tiempo seguirá siendo tu lacayo?
Vikas le sonrió con cariño, pero se dio cuenta de que apenas miraba a Tristian.
—Toda su vida mortal.
Vlad dio un buen sorbo a su copa de sangrevino y retuvo la mezcla en la boca, disfrutando de su ácido sabor y su suave textura. Miró a Tristian y luego a Vikas.
—Henry es un buen lacayo. Solo que me gustaría que estuviera más pendiente de mí. Nunca está cuando los idiotas del colegio se meten conmigo.
Vikas sonrió.
—No es trabajo del lacayo defender al vampiro, Vladimir. De hecho, es al revés. En realidad su función es estar pendientes de ti mientras duermes, si duermes durante el día, y sugerir posibles fuentes de alimentación, así como hacer recados. Nada más. Los vampiros nos defendemos solos.
Vlad suspiró. Genial. No solo estaba menos protegido de lo que pensaba, sino que además debía arreglárselas solo con los abusones. Intentó imaginarse a sí mismo y a Henry llevando la misma vida que Vikas y Tristian, pero no pudo. Sin embargo, una cosa sí le quedó clara, si llegara un día en el que Henry no quisiera ser su lacayo, Vlad le daría la libertad sin hacer preguntas... si podía.
Entonces se volvió hacia su tío. Aquello le había picado la curiosidad.
—Otis, si todo lo que tiene que hacer un vampiro para tener un lacayo es morderlo, ¿por qué no está el mundo lleno de lacayos?
Vikas y Otis se miraron antes de que su tío contestara.
—La mayoría de los humanos no sobreviven a nuestros ataques, Vladimir. Con frecuencia matamos en un gesto de compasión, para poner fin a una vida de esclavitud antes de que siquiera comience.
Vikas apretó los dientes.
—No le endulces la realidad, amigo. La mayoría de los vampiros matan por placer, no por compasión.
Vlad meditó sobre aquello durante unos segundos.
—¿Y por qué los lacayos no se convierten en vampiros? —preguntó.
Otis miró de repente a Vlad, como si acabara de poner fin a una conversación silenciosa con Vikas. Cuando habló, su voz sonó amable y conciliadora.
—Un vampiro inocula su esencia en el ser que va a crear, esto a veces requiere un intercambio de sangre, pero se puede hacer de muchas otras formas. Sin embargo, al igual que con los glifos, y esto es algo que aprenderás más tarde, la intención del vampiro es fundamental.
Vlad asintió. Eso tenía más sentido.
Lo despertó el sonido de unos puñetazos en la mesa. Se incorporó en la cama y escuchó. A través de la puerta le llegó la voz de Otis, temblorosa de la rabia.
—¡No es lo que se chismorrea por ahí!
Vikas habló más tranquilo, pero con firmeza.
—¿Y si lo fuera? ¿Y si Vladimir Tod fuera el pravus?
Se produjo un largo silencio.
Por fin, Otis habló de nuevo, pero esta vez las lágrimas le quebraron la voz.
—No sé qué decir.
—Pues déjame que hable yo. ¿Cómo se hizo con el Lucis? Es un poder enorme para que lo maneje alguien tan joven.
Otis dio un profundo suspiro.
—Tomas lo robó del Consejo de Stokerton. Supongo que quería proteger a Vlad de su venganza... aunque mira para lo que ha servido.
—Vladimir está a salvo, así que quizá Tomas hiciera bien en llevárselo. —Le pareció oír que Vikas volvía a llenar su copa y, después de varios tragos, prosiguió—. ¿Te da miedo que lleve el Lucis encima?
—Por supuesto. Pero me da más miedo lo que pudiera pasar si lo pierde. —Entonces su tono cambió, como si aquellas palabras lo sorprendieran incluso a él—. Y como tú has dicho, es un gran poder para un chaval tan joven.
Vikas bajó un poco la voz.
—¿Quién iba a pensar que Dom Augustine Calmet, el alma más buena que jamás entrara en Elysia, amante de la humanidad, constructor del puente entre nuestros dos mundos, creara un arma tan monstruosa?
Vlad podía oír los pasos de su tío como si estuviera cada vez más impaciente con aquella conversación.
—Pensó que había llegado el momento de que los vampiros cedieran el poder, creía que los humanos estaban preparados para ser la especie dominante en la Tierra.
Vikas soltó una pequeña carcajada.
—¡Qué loco!
—Al menos tenía claras sus lealtades.
—¿Cuestionas las mías?
—Solo cuestiono tus razones para no ayudarme. —Otis hizo una pausa—. Ven a Bathory. Vigila a Vladimir en mi ausencia. Tú puedes protegerlo. El Consejo de Stokerton no se atrevería a...
—Pues que el chico se quede aquí, entonces.
—No puede ser. Le rompería el corazón a su tutora.
—Como me lo rompería a mí tener que abandonar mi puesto y hacer de niñera de un chaval que no la necesita. —Parecía como si Vikas estuviera sirviendo más sangrevino. Suspiró y dijo—: Estás preocupado, Otis, y con razón. La huida de Elysia se ha cobrado un peaje en tu alma. Afecta a tus razonamientos.
Entonces, tan repentinamente como comenzó, el ruido de pasos se detuvo.
—Pues no lo hagas por mí, entonces. Hazlo por Tomas, por nuestro hermano, nuestro amigo. Hazlo para que su recuerdo no desaparezca junto con su hijo. Protégelo, Vikas. Protege a Vlad.
Vikas habló lentamente, como si quisiera asegurarse de que Otis entendía cada una de sus palabras.
—Me pides mucho, amigo mío.
Se produjo un momento de silencio, después escuchó unos pasos apresurados y un portazo tan fuerte que el corazón le dio un brinco en el pecho.
Vlad se estremeció, salió de la cama y cerró la puerta detrás de él.
El fuego aún crepitaba en la enorme chimenea, bañando la sala principal con un cálido resplandor. Se acercó mientras se frotaba los brazos de piel de gallina. Vikas estaba sentado en la silla frente al fuego, contemplando fijamente las llamas. Vlad se sentó frente a él. No había nadie más en la habitación, algo que lo desconcertó y reconfortó al mismo tiempo.
Las ventanas estaban cubiertas por pesadas cortinas, pero Vlad podía ver cómo la luz de la luna entraba en el cuarto, allí donde las telas se unían.
Vikas sostenía una jarra de sangrevino. Vlad asintió y cogió una copa de una mesa cercana. El viejo vampiro se la llenó hasta el borde y después se reclinaron en sus asientos con las bebidas en la mano.
Vikas contemplaba las llamas en silencio.
Vlad no sabía cómo empezar, qué decir, pero todo lo que se le ocurría no eran más que rodeos para que lo realmente quería decir. Después de varios minutos, miró a Vikas a los ojos.
—Os he oído discutir.
El vampiro asintió, pero no dijo nada. Tampoco se mostró sorprendido.
Vlad se aclaró la garganta.
—Me llamaste una cosa.
—¿Te molesta que te llame diablillo? Lo siento.
—No, no es eso. —Vlad bajó los ojos a su copa—. Dijiste que era el pravus. ¿Qué significa eso?
Los ojos de Vikas expresaban prudencia. Miró por encima del hombro de Vlad hacia la puerta que Otis había cerrado de un portazo al marcharse. Luego contempló a Vlad.
—La historia del pravus es muy antigua. ¿No te la ha contado tu tío?
Vlad negó con la cabeza y volvió a beber. La sangre condimentada le calentó el cuerpo.
Vikas vació su vaso y lo llenó de nuevo. Miró por encima del hombro de Vlad una vez más, antes de volverse a él con un aire de determinación en los ojos.
—Hace mucho tiempo, cuando mi abuelo era joven... ten en cuenta, Mahlyenki Dyavol, que mi abuelo, es decir, el hombre que convirtió a mi creador, mi padre, tiene ahora más de dos mil años... pero por aquel entonces, cuando las heridas de su creación aún no habían cicatrizado, se descubrió una antigua profecía. Probablemente sea la profecía más importante jamás descubierta. Hablaba de un vampiro de origen único. Un vampiro nacido, no creado.
Algo húmedo cayó sobre los vaqueros de Vlad. Miró y maldijo entre dientes por la sangre derramada. No se había dado cuenta de que estaba sentado en el borde de la silla. Dejó el vaso y apoyó la espalda contra el respaldo, más relajado.
Vikas le ofreció un pañuelo y continuó mientras Vlad frotaba el paño de seda contra su pantalón.
—La profecía dice que un día llegará un poderoso vampiro. Un ser que romperá con todas las reglas para crear otras nuevas. Nacido de madre humana. No tendrá sensibilidad a la luz del sol, será capaz de manipular las mentes de casi todas las criaturas vivas, y no se le podrá dar muerte con ninguno de los métodos conocidos por vampiros y humanos. Se le podrá herir, sí, pero no matar. Ese hombre es el pravus.
Vikas vació su copa y se sentó junto a Vlad.
—Muchos en Elysia creen que el pravus ha llegado ya. Y yo solo conozco a un vampiro que lo sea de nacimiento, Vladimir.
Vlad abrió los ojos como platos. Su corazón latía con fuerza contra sus costillas, pero se calmó y adoptó un ritmo más quedo.
—Yo.
—No todos lo creen. De hecho, la mayoría piensa que no eres tú y que la profecía es solo un cuento. Pero hay más. —Vikas se puso de pie y se aceró al fuego. Apoyó un codo en la repisa de la chimenea y descansó la barbilla sobre la mano abierta, después inclinó la cabeza para mirar de nuevo a Vlad—. Lo que estoy a punto de contarte es lo que quita el sueño a muchos de nuestros hermanos, Mahlyenki Dyavol, sin importar si creen o no.
Vikas se volvió para dirigirse de frente a Vlad. Su sombra temblaba contra la pared de la derecha. Su voz sonó ronca, como si el tema pudiese arrancar fácilmente lágrimas a un hombre de su talla. Sostuvo la mirada del chaval y dijo:
—La profecía también dice que el pravus dominará a todos los vampiros y esclavizará a la raza humana.
Vlad se quedó con la boca abierta.
Vikas asintió, como para decir que sí, que era verdad, aunque Vlad no hubiese objetado nada.
El tatuaje en la cara interna de su muñeca brilló con fuerza. Sacudió la cabeza, incapaz de comprender lo que estaba escuchando.
—Yo no soy el pravus. Aunque la profecía sea cierta y algún día nazca alguien así, no soy yo. Yo no.
—¿Estás seguro?
Vlad bajó la mirada al suelo. No estaba seguro de nada, la verdad, pero de una cosa sí estaba convencido: él no iba a esclavizar a la humanidad. Después de todo, eso incluiría a Henry y aún tenía que ganarle a Race to Armageddon, eso sin hablar de la secuela.
—¿Crees que soy ese vampiro monstruoso que esclavizará al mundo?
—No es un monstruo, es un mito... y lo que yo piense no es importante.
Vlad lo tomó como un sí y suspiró.
—¿Y Otis? ¿Qué piensa él?
Vikas contempló pensativo el suelo durante un momento antes de mirar a Vlad a los ojos.
—Eso deberías preguntárselo tú.
Vlad le devolvió el pañuelo y se puso en pie. Casi esperaba que Vikas diera un respingo cuando le tocó los dedos.
—Dime qué crees tú.
El viejo vampiro lo miró durante un momento y dijo:
—Creo que eres único... y en el mundo de los vampiros, eso es algo peligroso. Pero más que nada, creo que tu tío te subestima. Me gustaría ver cómo te defiendes de tus enemigos. Si es que puedes, claro.
—No tengo enemigos. O sea, están los chicos del insti, pero puedo con ellos. —Vlad pensó en el cazador, en Eddie, Bill y Tom. Últimamente no era precisamente el más popular del barrio, pero no podía llamarlos enemigos. Bueno, quizá a Bill y Tom sí.
Vikas negó con la cabeza, su expresión era de nuevo sombría y seria.
—Luego están quienes creen que el pravus es un dios y que la única manera de demostrar su existencia es intentar matarlo. Si muere, entonces estaban equivocados y el pravus aún no ha llegado, y puede que nunca lo haga. Pero si sobrevive...
Aquello era justo lo último que necesitaba.
—¿Quieres decir que algún psicópata quizá intente matarme para saber si soy el pravus del que habla la vieja profecía?
Vikas se acercó a una puerta, dispuesto para retirarse ya a descansar.
—Ten cuidado, Vladimir. Y escucha a tu tío. Quiere lo mejor para ti.
La puerta se cerró tras el viejo vampiro y Vlad regresó a su silla frente al fuego.
El pravus. Así que eso es lo que la Enciclopedia Vampírica ocultaba en todos aquellos párrafos que no podía traducir. La historia de un vampiro nacido, no convertido, destinado a reinar sobre todos los vampiros, les gustara o no. Sintió que se le hacía un nudo en el estómago. ¿Y si alguien intentaba matarlo solo para comprobar si podía morir? Ya era bastante malo que un cazador anduviera tras su pista y que Eddie Poe estuviera decidido a exponerlo delante de todos, pero encima ahora se enteraba de esto. Vlad cogió aire y lo dejó escapar lentamente, intentando no perder la calma.
Después de un rato y muchas más respiraciones relajantes, se le cerraron los ojos.
Otis lo despertó con un suave empujón. Vlad se frotó los ojos, seguro de que podría dormir varias horas más.
Su tío le sonreía. Tenía la piel rosa y un aspecto saludable.
—Acuéstate, Vlad. Esa silla es incómoda.
Vlad asintió. Iba a preguntarle si creía que era el vampiro del que hablaban las profecías, pero cerró la boca y arrastró los pies hasta su habitación.
Si su tío pensaba que era el pravus, no lo quería saber.