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EL DIARIO DE RICARDA
13 de abril.
Mañana lunes iré a casa de papá, y luego con él a Stanbury. Lo echo muchísimo de menos. Más de lo que se imagina. Ni siquiera mamá lo sabe; pensaría que prefiero estar con él y se pondría muy triste. Cuando se separó de papá me preguntó con quién quería vivir, y me miró con una cara tan angustiada que le dije que con ella. Pero no era verdad. En mi interior no dejé de gritar ni un segundo: «¡Con papá, con papá, con papá!». Claro que eso mamá no lo oyó, y yo tuve tantos remordimientos que la abracé muy fuerte. Después nunca volvió a preguntar.
Vivir con mamá no está mal, pero es que papá es especial. No hay nadie como él. Daría lo que fuera por pasarme todo el día a su lado… siempre que no se hubiese casado con esa estúpida.
¡La odio, la odio, la odio!
Es idiota a más no poder. Es más joven que mamá, pero por supuesto ni la mitad de guapa. Para conducir usa unas gafas que le dan aire de profesora. ¡Y es veterinaria! Al principio papá intentó impresionarme con eso.
«¡Es veterinaria, Ricarda! Qué casualidad, ¿no? Tú siempre has querido ser veterinaria. Jessica puede explicarte muchas cosas sobre el tema, ¡y si quieres te dejará ir a su consulta!».
No, gracias, paso. Papá no se da cuenta de que ya no soy una niña. Lo de ser veterinaria lo pensaba cuando tenía nueve o diez años. Todas las niñas quieren ser veterinarias a esa edad. Sophie y Diane también. Todas. Pero ahora ya no sé lo que quiero ser. Lo mejor sería no ser nada. Sólo vivir. Conocerme a mí misma y al mundo. Y olvidarlo todo. La historia de mis padres. Toda esa mierda. ¿Es que los adultos no pueden decidir antes si quieren seguir juntos, es decir, antes de traer niños al mundo? Tendría que haber una ley que prohibiera separarse a las parejas con hijos pequeños. Que ninguna pareja pudiera romperse hasta que sus hijos hubiesen acabado el colegio. Seguro que para entonces ya no querrían dejarse…
Cuando mamá me dijo que papá iba a casarse otra vez juré que nunca volvería con él a Stanbury. Que no quería verlo nunca más.
Mamá no me tomó en serio, lo cual fue una novedad, y yo no logré mantener mi palabra. No pude soportar la angustia y el dolor de no verlo. El problema es que ahora J. siempre está con él. Y siempre va de comprensiva y supersimpática, y seguro que estaría encantada de que fuéramos amigas y yo le confiara mis secretos y todo eso. Pues lo lleva claro. Antes hablaría con Evelin o con Patricia. Bueno, no, con Patricia creo que no. Es fría como el hielo y siempre sonríe como para un anuncio de pasta de dientes. Pero Evelin es muy simpática. Un poco lenta de reflejos, pero la pobre no ha tenido una vida fácil.
Lo que más me gustaría es ir alguna vez de viaje con papá. Pero los dos solos. Sin nadie más. Me encantaría alquilar una caravana y viajar con él por Canadá, por ejemplo. Sería fantástico. Por las noches encenderíamos una hoguera, asaríamos la caza y contemplaríamos las estrellas. Y durante el día veríamos algún que otro oso pardo. Y alces.
A partir de ahora voy a pensar en esto siempre que tenga que pedir un deseo. En Navidad, en Semana Santa y en mi cumpleaños. No pensaré en nada que no sea pasar las vacaciones con papá en Canadá. Solos.
Seguro que algún día se cumple.
Por ahora, estas vacaciones volveré a estar en Stanbury. Lo odio.
Odio a J.
Odio mi vida.