CAPÍTULO III
Al menos en clase no había quedado como la tonta del bote, suspiraba Sara al día siguiente. Parecía que poco a poco sus neuronas volvían a ponerse en funcionamiento, menos mal. La verdad era que le gustaba estudiar. Cuánto más aprendía, más se animaba. Le gustaba leer artículos y materias complementarias al temario pero aquel curso, se había quedado atrás. El amor parecía haber absorbido sus ansias de conocimiento. Le resultaba mucho más entretenido elucubrar sobre sus planes para el fin de semana con Pablo que prepararse para un futuro prometedor como abogada. Ahora todo pensamiento relacionado con el chico quedaba terminantemente prohibido. Era difícil no pensar, pero por su bien debía intentarlo. Fuerza de voluntad, se repetía una y otra vez.
Sentada en un sillón ojeaba el periódico, las noticias de aquel día no eran demasiado halagüeñas: Robo en una joyería, nuevas víctimas de violencia de género, viviendas que eran expropiadas…
Un pitido la apartó de su lectura. Cogió su teléfono móvil y sonrió al leer un whatsapp de Lucía.
—Cómo lo llevas? — le preguntaba con un emoticono sonriente.
—Con paciencia, estaba haciendo una pausa en mi mañana de estudio!
—Me refiero a lo de Pablo
—Ah! Bueno, tengo momentos mejores y peores, para qué te voy a engañar. Ya sé que ha pasado algo más de un mes, pero le echo de menos…
—Pues no deberías. Estás mejor sin él y lo sabes tan bien como yo. — Casi pudo oír el tono autoritario de su amiga desde el otro lado del teléfono.
—Ya…
—Pero es normal que te sientas así. Procura no pensar en ello. Haces bien centrándote en los exámenes.
—Qué tal los llevas tu?
—Con paciencia — respondió Lucía — El Derecho Laboral me está sacando de mis casillas!
—Luego tendrás un buen verano por delante.
—Siempre y cuando apruebe.
—¡Lo harás!
— Y lo celebraremos en una soleada playa del sur de España — Se rió
—Genial!!!
Continuó hablando con su amiga hasta un buen rato más tarde. La verdad es que no sabía cómo podría ser capaz de superar su ruptura con Pablo si sus amigas no estuvieran a su lado. Todas ellas, las cuatro, habían superado sus diferencias y se habían volcado para que continuase con su vida. La habían sacado de casa para dar paseos y tomar cafés, habían escuchado y elucubrado durante horas todos los porqués, los pros y los contras que aquella relación ya terminada había supuesto para ella. Gracias a las chicas, casi le parecía que fuera su cumpleaños todos los días. Una horda de mujeres querían la cabeza de Pablo en una pica y eso, sin entrar a valorar lo que es justo y lo que no, la reconfortaba. Ahora le tocaba a ella poner de su parte para salir a flote.
Encendió el ordenador y comenzó a mirar agencias de viaje. Podría irse unos cuantos días de vacaciones en cuanto terminara de estudiar. Seguramente alguna de sus amigas se apuntaría. No esperaba que aquel fuese un verano memorable, simplemente que fuese el que le hiciera pasar página.