Día cinco
Y trabajó.
Shai empezó a indagar en la vida del emperador. Pocas personas comprendían que la falsificación se basaba en el estudio y la investigación. Era un arte que cualquier hombre o mujer podía aprender; solo requería una mano firme y ojo para el detalle.
Eso y la disposición a pasarse semanas, meses, incluso años preparando el sello de alma ideal.
Shai no disponía de años. Se sintió apurada mientras leía biografía tras biografía y a menudo se quedaba despierta hasta muy tarde tomando notas. No creía que pudiera hacer lo que le pedían. Crear una falsificación creíble del alma de otro hombre, sobre todo con tan poco tiempo, no era posible. Por desgracia, tenía que mantener la farsa mientras planeaba su huida.
No le permitían salir de la habitación. Utilizaba un orinal cuando había que atender la llamada de la naturaleza, y para bañarse le traían una tina de agua caliente y toallas. La supervisaban en todo momento, incluso cuando se bañaba.
Aquel sellador de sangre acudía todas las mañanas a renovar su marca en la puerta. En cada ocasión, el acto requería un poco de sangre de Shai. Pronto tuvo los brazos cubiertos de cortes poco profundos.
También Gaotona la visitaba. El anciano árbitro la estudiaba mientras leía, observándola con aquellos ojos que juzgaban… pero que no odiaban.
En tanto maquinaba sus planes, Shai decidió una cosa: para ser libre tendría que manipular a ese hombre de algún modo.