HAIKU DE LAS

CUATRO ESTACIONES

Matsuo Bashō

INTRODUCCIÓN

El haiku es una forma poética japonesa fuertemente influenciada por el Budismo Zen.

No voy a tratar en esta breve introducción el carácter lingüístico y literario del haiku. Existe un excelente estudio en castellano al que remito al lector interesado1. Quisiera más bien esbozar la idea del haiku en tanto que experiencia espiritual, es decir en tanto que acto que trasciende los límites mismos del lenguaje.

HAIKU Y LENGUAJE

Salvador Pániker escribe en su Aproximación al Origen: "El hombre es un animal enajenado, víctima del simbolismo de su lenguaje.

Efectivamente. Más que vivir en la Percepción Pura de la Realidad vivimos prisioneros del simbolismo del lenguaje. Nuestra percepción de la Realidad viene filtrada por las categorías de nuestro mundo simbólico. El hombre no domina el mundo simbólico de su lenguaje, sino que es dominado y condicionado por él. Lo que nosotros llamamos Realidad no es más que lo que las categorías de nuestro lenguaje puede asimilar.

Digamos que el carácter relativo del lenguaje primitivo, en su gestación hace miles de años, se ha convertido en carácter absoluto y el hombre actual no sabe percibir más allá de este mundo simbólico absolutizado. Así la cultura se ha formado como proyección social del lenguaje humano y a la inversa se ha convertido en factor determinante en la formación de este mundo simbólico.

No obstante, en todas las épocas ha habido hombres que han intuido una Realidad más profunda y más amplia, más allá de los límites del lenguaje y de la cultura. Se les llama sabios, místicos, maestros espirituales, y concretamente en el caso de haiku, aunque parezca paradójico, poetas.

El lenguaje es por naturaleza profundamente dualista. Surge de la separación de la cosa real y el símbolo que la designa. De esta manera y de un estado original no dual, el hombre pasa a encontrarse separado de la Realidad, ya que el símbolo se interpone. El lenguaje evoluciona al mismo tiempo que la inteligencia. Comienzan a surgir todo tipo de dualidades derivadas: sujeto-objeto, verdad-mentira, Realidad-Irrealidad, etcétera.

El lenguaje se va desarrollando a partir de una serie de dualidades fundamentales hasta llegar al sistema simbólico complejo y autónomo de nuestros días.

Pero este proceso iniciado desde el estado pre-simbólico -estado original, no dualista- hasta el mundo simbólico y autónomo del lenguaje actual no fue el mismo en todas las culturas. La cultura occidental -greco-judeo-cristiana- es la que más ha avanzado por este camino, la que ha creado el lenguaje más superestructurado y abstracto y, por lo tanto, la que más se ha alejado del estado pre-simbólico. De hecho la tradición religiosa judeocristiana, columna vertebral de la civilización occidental, se basa principalmente en el lenguaje escrito.

La intuición y la presencia del estado presimbólico original es mucho más patente en las culturas orientales. Oriente, al mismo tiempo que desarrollaba el mundo simbólico del lenguaje, era de alguna manera consciente de su artificialidad, de sus límites, de la falacia dualista que representaba, y siempre mantuvo un contacto sano con el estado original pre-simbólico. Por eso, sus lenguas se vieron forzadas y obligadas a ser lo menos concretas y lo más cercanas posibles a la Realidad pre-simbólica.

El haiku es una manifestación quintaesencia de esta concepción del lenguaje. Lo más importante en el haiku no es “comunicar un concepto a través de unos símbolos". Sino despertar en su autor la conciencia de la No dualidad primordial. Volviendo a Pániker: "El hombre es un animal víctima de lo simbólico. Eso explica la compulsión a imponer su propio código simbólico. Si esbozáramos una fenomenología de cualquier discusión entre humanos advertiríamos la patológica necesidad que tiene cada parte de imponer su visión simbólica de la realidad...

Nada delata tanto la necesidad que tenemos los unos de los otros como nuestras mismas discusiones y querellas. Nos sentimos incomunicados si la otra parte no acepta nuestro sistema simbólico. Somos incapaces de trascender lo simbólico y darnos la mano a un nivel más hondo y real...”

Pues bien, en el haiku el autor, especialmente los grandes maestros, no tratan de imponer nada, no quieren comunicarnos su personalidad o su sistema simbólico.

Aunque pueda decirse que el haiku es un símbolo de la visión intuitiva de la realidad, creo que es algo más. El hecho de componer un haiku es en sí mismo la visión intuitiva de la Realidad, es la experiencia espiritual por excelencia, es decir, la liberación de los límites del lenguaje, la experiencia del estado pre-simbólico.

¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo puede ser el haiku, cuyo material básico es el lenguaje simbólico, una experiencia del estado original pre-simbólico? ¿Es que este estado pre-simbólico puede ser expresado, atrapado por el lenguaje simbólico? Es verdad que esto es una gran contradicción. La respuesta es simple: Lo más importante en el Haiku no es lo que dice sino lo que no dice. Por eso el haiku no nos comunica nada a nivel simbólico sino que más bien despierta en nosotros una consciencia trans-simbólica, imposible de definir. En el haiku no hay comunicación conceptual, ya que no “pretende comunicarnos un mensaje simbólico" Lo que comunica en el haiku no es lo que se dice sino lo que no se dice. Su comunicación es invisible, inatrapable. Pero la fuerza del haiku no reside solamente en lo que no dice, sino en la intensa relación que mantiene lo dicho con lo no-dicho, lo expresado con lo no-expresado, lo visible con lo invisible. Ambos factores son esenciales.

Por eso no creo que la experiencia de la Realidad pre-simbólica sea antes y la composición del Haiku después. La composición del haiku es en sí la experiencia de la Realidad pre-simbólica. Vamos a ver, no caigamos en las trampas de los conceptos. Esta experiencia de la Realidad pre-simbólica la llamamos estado original no-dual, infinito, absoluto, ya que aún no existe ninguna categoría que trace límites. Este estado es la Unidad total y absoluta, lo incluye todo, incluso el mundo simbólico del lenguaje. El problema no radica en el lenguaje. Sabemos que su simbolismo es limitado y dualista. Esa es su naturaleza. Lo absurdo sería querer expresar con este simbolismo la experiencia del estado pre-simbólico. Lo esencial es así la conciencia con la que se utiliza el lenguaje. La conciencia debe ser libre, más allá de los límites del simbolismo. Así podemos utilizar los límites del lenguaje sin caer en ellos, sin que la conciencia sea atrapada por el mundo simbólico. El lenguaje no puede expresar lo que está más allá de sus límites, pero siempre desde una gran libertad de conciencia se puede utilizarlo.

La perfección de un haiku radica entonces en su habilidad para comunicarnos lo incomunicable, es decir en su poder de sacarnos del simbolismo del lenguaje y ayudarnos a acceder al estado pre-simbólico.

Pero de todas maneras, las traducciones a las lenguas occidentales del haiku japonés dan un reflejo demasiado pálido de su fuerza original. La estructura de las lenguas occidentales está demasiado atomizada en categorías y su simbolismo ha cobrado una personalidad autónoma demasiado fuerte como para despertar en nosotros una experiencia absoluta e integral.

El haiku apunta directamente a la esencia pre-simbólica, por eso su forma es generalmente un sintagma nominal, sumamente breve; y si incluye algún verbo, éste aparece desposeído de flexiones temporales y personales. La forma lingüística original del haiku en japonés aún permite expresar la no dualidad entre sujeto y objeto. La experiencia del haiku es total y absoluta, aquí y ahora. No soy "YO" el que se asombra de la belleza de la luna, y después plasmo "mi" asombro en un poema.

Eso que llamamos "yo", "asombro", "belleza', "luna': y "plasmación de todo esto en un poema” constituye un todo inseparable, es algo que sucede aquí y ahora; así, por ejemplo, un haiku que literalmente traducido sería:

Luna llena otoño rodeando lago noche toda”

Al pasarlo a una lengua discursiva, cargada de partículas y de nexos, cuyos sintagmas verbales poseen flexiones de tiempo y persona, quedaría algo así:

Luna llena de otoño he vagado toda la noche alrededor del lago.”

Con lo cual pierde la evocación de un estado no dual, pierde toda su fuerza, y el poema se convierte así en un discurso que transcurre en un tiempo que va del antes al después.

El haiku original escapa de las trampas del lenguaje discursivo y de las categorías. Se instala en la eternidad absoluta del momento presente. Y este absoluto lo incluye todo, incluso el mundo simbólico del lenguaje limitado. Por eso no creo que la composición del haiku sea posterior a la experiencia. El hecho de escribir un haiku forma parte de la experiencia del Despertar de la conciencia a una Realidad pre-simbólica o trans-simbólica –SATORI en el Budismo Zen–. Es simplemente algo que sucede.

Esto no significa que componer un buen haiku sea cosa fácil. El lenguaje debe ser trabajado, maleado, depurado, día tras día, haiku tras haiku. A veces el haiku expresa demasiado, cerrando así las puertas "a lo que no se puede expresar". A veces la experiencia pre-simbólica es vivida con tal intensidad que el haiku que intenta "no expresarla” se vuelve oscuro e impenetrable. El lenguaje debe ser templado como una espada y estar siempre preparado. Así, en un momento dado, la experiencia pre-simbólica puede manifestarse a través de la correcta polaridad "expresiva no-expresiva" del haiku.

En todo lo dicho se observa una intensa influencia del Budismo Zen. Muchos escritores de haiku siguieron las enseñanzas de Maestros Zen y practicaron la meditación Zen en tanto que experiencia de la Realidad original pre-simbólica. Los Maestros Zen repiten siempre que la experiencia por excelencia es la meditación en postura del Buda, pero que esta experiencia podía ser vivida en cualquier momento y situación de la vida cotidiana, ya sea en la toilette, caminando, comiendo, trabajando y –por qué no– componiendo haiku. Ya que la experiencia de la Objetividad pre-simbólica no está reñida con la subjetividad del código simbólico. Ambos aspectos pueden vivir en completa no-dualidad.

MATSUO BASHO

Matsuo Basho (1644-1694) es considerado como el mayor poeta de haiku jamás nacido. Nació y se educó como samurai.

Cuando su señor murió dejó la fortaleza en la que vivía y se dirigió a Kyoto, donde comenzó a estudiar los clásicos chinos y japoneses. Los primeros años de su vida estuvo fuertemente influenciado por la enseñanza de Confucio que por aquella época gobernaba el mundo de los samuráis.

En 1681 conoció al Maestro Zen Bucho del que recibiría la iniciación a la sabiduría Zen. Durante su vida utilizó varios seudónimos. Al comienzo Tosei (Melocotón Verde), más tarde lo cambió por el de Basho (plátano).

Después de conocer al Maestro Zen Bucho y debido a su profundización en el Zen, se dio cuenta de que la poesía era algo más que belleza o moralidad, intelectualidad o ingenio verbal. A partir de entonces busca una nueva trascendencia en su poesía y hace del haiku la expresión humana de la iluminación Zen. Por eso no utilizó el waka que era la forma poética más literaria, sino que eligió el haiku. El waka se centraba en la belleza, en lo lírico, sus premisas eran más que temporales y en definitiva explicativas.

El haiku, como la vida Zen, se centra en lo cotidiano y no excluye nada de su campo. Sucede aquí y ahora, sin considerar el antes o el después, y sus temas son la mayoría de las veces indefinibles.

La poesía de Basho surge de su amor del contacto con la naturaleza. El mismo decía que sin experimentar el frío y el hambre la verdadera poesía era imposible. Su vida estuvo marcada por la pobreza buscada intencionalmente y por las continuas peregrinaciones a lo largo de todo el Japón.

Según Blyth, Basho es uno de los mayores poetas del mundo por el hecho de que vivió la poesía que escribió y escribió la poesía que vivió. Unificado con la naturaleza, recorriendo continuamente los caminos del Japón, Basho experimentó la soledad, el frío el desaliento y de todo ello supo extraer la fuente de su inspiración.

La naturaleza fue un factor determinante en la vida y en la obra de Basho. Veía en ella al auténtico maestro viviente. Sus formas cambiantes le descubrían la verdad inmutable. La sucesión de las estaciones era el ritmo de su respiración.

El haiku de Basho es simple y natural. "Haiku es simplemente lo que está sucediendo en este lugar, en este momento", decía él mismo.

El haiku es intuición pura del aquí y ahora. En esto vemos aún la influencia del Zen. El poeta debe abandonar sus actitudes personales. Debe evitar que su "yo" se interponga entre los objetos y la intuición de los mismos. Así, la vanidad del poeta no debe manifestarse, no debe querer componer un poema impulsado por su ambición. En palabras de Basho:

Los versos de algunos poetas están excesivamente elaborados y pierden la naturalidad que procede del corazón. Lo que viene del corazón es bueno, la retórica es innecesaria."

"El valor del haiku es corregir la utilización de las palabras ordinarias. No debemos tratar las cosas descuidadamente. "

Estas palabras podrían ser confundidas con las de un Maestro Zen.

Basho comenzó a enseñar el arte del haiku cuando contaba treinta años. Su primer discípulo fue Kikaku. He aquí una anécdota de este tiempo plenamente reveladora y que nos abre el camino hacia la intuición poética del Maestro en haiku.

Está contada por F. P. Izquierdo en su excelente obra "El Haiku japonés".

"Cierto día, Basho y Kikaku iban paseando por el campo y se quedaron mirando las libélulas que revoloteaban por el aire. En ese momento, el discípulo compuso este haiku:

¡Libélulas rojas! Quítales las alas y serán vainas de pimienta."

El Maestro respondió: "No. De ese modo has matado a las libélulas. Di más bien:

¡Vainas de pimienta! Añádeles alas y serán libélulas.

Vivificar la naturaleza, no destruirla, esa era la vocación poética y vital de Basho.

Basho murió en 1694 en el curso de una de sus peregrinaciones, rodeado de discípulos y amigos. "Durante sus últimos días de enfermedad hablaba continuamente con ellos sobre filosofía, poesía y religión. Viendo sus discípulos que se acercaba la hora de su muerte, le rogaron que compusiera su poema de despedida. El rehusó, argumentando que durante sus últimos diez años había escrito todos los versos como si cada uno fuera el de despedida. "El haiku de ayer es el poema de despedida de hoy. El de hoy es el poema de despedida de mañana. No he escrito ningún verso en mi vida que no sea mi poema de despedida.

Cualquier verso que yo haya compuesto en los últimos años puede ser mi poema de despedida. Todo lo que existe es siempre y originalmente la forma del Nirvana. El Buda Shakyamuni se despidió con estas palabras y toda su enseñanza está incluida en ellas… Así que, repito, ningún verso en particular será mi poema despedida.”

Basho se durmió con estos pensamientos, pero a la mañana siguiente llamó a sus discípulos junto a su lecho y les dijo que durante la noche había soñado, y que al despertar había intuido un haiku. Y lo enunció delante de todos:

Habiendo enfermado en el camino, mis sueños merodean por páramos yermos.

Aún hoy, dentro y fuera del Japón, Matsuo Basho es considerado como el Maestro indiscutible en el arte del haiku.

Francisco F. Villalba. Madrid 1983

HAIKU DE LAS CUATRO ESTACIONES

Tomando prestada mi casa

de los insectos, me dormí.

Mi sombrero, cubierto

con ipomeas.

No lo olvides:

caminamos por el infierno, contemplando flores.

Bajo los cerezos

no hay extraños.

Cuando me vaya,

guarda bien mi tumba,

saltamontes.

Mujer,

que caliente la piel

que cubre.

El ruiseñor,

visto raramente,

ha venido dos veces hoy.

Incluso en mi ciudad

duermo ahora

como un viajero.

Flores de ciruelo

la nariz, el corazón.

Estornudo,

la alondra

perdida de vista.

Flores de cerezo, tantas,

que mi cuello está torcido.

Luz de luna

en campos de melones,

un zorro estornuda.

Mis viejos muslos,

qué delgados

a la luz del fuego.

Imagínate, el monje se fue

antes de que saliera la luna.

Robar melones

lo olvidé por completo

con el frescor.

Plantas de brezo, sandalias

todavía fragantes.

Rocío abrazándose

al campo de patatas,

la Vía Láctea.

Fin de año

y todavía con sombrero

de paja y sandalias.

Un viejo estanque,

se zambulle una rana.

Ruido del agua.

Luna de agosto.

Vagué junto al estanque

toda la noche.

Yo soy un hombre

que se toma su arroz

ante el roble

Sale una abeja

del hondo cáliz de una peonía:

¡Qué despedida!

Día invernal

encima de mi caballo

la sombra congelada.

Por encima del barco

abdómenes

de patos salvajes.

Con esa luna el ladrón

para a cantar.

Perdido en el bambú

pero cuando sale la luna

mi hogar.

Estoy aquí por estar

y la nieve sigue cayendo.

Esta noche también tú

vas con prisa, luna de otoño.

El mensaje de Buda

brilla en el rocío

de una hoja.

Donde hay hombres

encontrarás moscas

y Budas.

No llores

insectos, amantes, estrellas

también partirán.

El granjero

me indica el camino

con un rábano.

Primera cigarra:

la vida es cruel, cruel, cruel.

Luciérnagas entran en mi casa

no las despreciéis.

Que pudiéramos morir

como en primavera

las flores de cerezo

puras y brillantes.

¿Por el rostro de las flores

será intimidada la luna tenue?

Cómo se parece a su reflejo

en el agua el iris.

Interrogaría

sobre el haiku chino

a esta mariposa que vuela.

No pertenece

ni a la noche

ni a la mañana

la flor del melón.

Las patas de la grulla

se han hecho más cortas

en las lluvias de mayo.

¡Ni tan siquiera un sombrero

qué empapado estoy oh!

Desde el fondo de la peonía

de mala gana sale la abeja.

Despierta, despierta

te tomo como amiga

mariposa.

Un leve instante

se retrasa sobre las flores

el claro de luna.

Zumbidos de estorninos

del loto caen frutos

tormenta matinal.

Mis cabellos han crecido

y mi rostro ha palidecido

lluvias de mayo.

Por todas partes

se precipitan las flores

sobre el agua del lago.

El perfume de las orquídeas

en las alas de las mariposas empalaga.

Luna veloz

las copas de los árboles

retienen la lluvia.

Arranco mis canas

bajo mi almohada

chilla un saltamontes.

A cada racha de viento

la mariposa se desplaza

sobre el sauce.

Las gentes del siglo

no contemplan las flores

del castaño cerca del tejado.

Brisa ligera apenas tiembla

la sombra de la glicina.

Estoy en Kyoto

cuando canta el cucú

soñando con Kyoto.

¡De qué árbol en flor no sé

pero qué perfume!

El ruido de alguien

sonándose la nariz

ciruelo en flor.

No lo dudes

también la marea tiene flores

bahía primaveral.

Sólo soy un hombre

comiendo su sopa

ante la flor de asagao.

Noche de primavera

en la sombra del templo

un misterioso devoto.

¿Es primavera?

La colina sin nombre

se ha perdido en la bruma.

El crisantemo blanco

el ojo no encuentra

la menor impureza.

Los ruiseñores

detrás de los sauces

delante de las zarzas.

Doradas saladas

sus frías encías

en la pescadería.

En la luna creciente

la tierra velada

flor de sarraceno.

En lo más alto del techo

un poco de sol pálido

frescor de la tarde.

El cucú pero su canto

se ha quedado sobre el agua.

Brisa de primavera

con la pipa entre los dientes

el señor barquero.

Perfume de crisantemos

suelas usadas en el jardín.

Al olor del ciruelo surge el sol

sobre el sendero de montaña.

Lluvias de mayo en los morales

gusanos de seda enfermos.

Con mi paraguas paso a través

de los sauces.

Incluso al día siguiente

de la tormenta

los pimientos son rojos.

Secretamente por la noche

los gusanos en las castañas

bajo la luna.

En pleno día su nuca es roja

la luciérnaga.

En mis ropas de verano

aún hay pulgas en libertad.

Allí donde el cucú

desapareció hay una isla.

El nido de cigüeñas

entre las hojas del cerezo.

Templo de Suma

oigo las flautas antiguas

desde la sombra de un árbol.

Puente suspendido

a las plantas trepadoras

se aferran nuestras vidas.

Pinchando las doradas

bajo el frescor de los sauces

la mujer del pescador.

Viene a verme aquí

desde el vivero

una voz de sapo.

Esta jornada ardiente

la arroja al mar

el río Mogami.

Un viejo estanque

salta una rana ¡plof!

Un cangrejito

escalando mi pierna

aguas de manantial.

Más alto que las alondras

descanso en pleno cielo

en la garganta de la montaña.

Silencio

la voz de la cigarra

penetra las rocas.

El primer melón

lo cortamos en cuatro

¿o bien en tajadas?

En mi copa de sake

han dejado caer barro

las golondrinas.

Admirad bien la luna

antes de que corten

los juncos del río.

La grulla grita con un quejido

que desgarra el banano.

Viento del río

en kimono de verano

frescor de la noche.

Cabaña de pescador

entre las gambas un grillo.

Desde la punta de la hierba

tan pronto como cae

emprende vuelo la libélula.

Caza de luciérnagas

el barquero está borracho

¡qué catástrofe!

Paulonias

murmullo de codorniz

tras la valla.

Bebamos toda la noche

para hacer un tiesto de flores

con el tonel.

Alguien bate las palmas

el eco blanquea el cielo

luna de verano al alba.

En mi casa

todo lo que puedo ofreceros

son mosquitos pequeños.

La primavera pasa

lloran los pájaros

y son lágrimas

los ojos de los peces.

¿Los pétalos de la rosa amarilla

gimen y caen al oír

el agua saltarina?

Manchados de barro por

el rocío los melones

parecen más frescos.

Confía al sauce el hastío

y el deseo de tu corazón.

Montañas y jardín

entran en la habitación

el verano.

En medio de la llanura

canta la alondra

de todo libre.

La libélula

intenta en vano posarse

sobre una brizna de hierba.

Ahora que los ojos

del halcón

se oscurecen

las codornices pían.

La luna en el sexto día

es el momento de asar

las gambas a la caída

de la tarde.

En el establo

oscuros zumbidos de mosquitos

últimos calores de verano.

Sueños efímeros

los pulpos en las ánforas

luna de verano.

Durante la luna llena

la marea alta llega

hasta mi puerta.

El cucú

un bosque de bambú

filtra la luna.

Olor grasiento

sobre una planta acuática

entrañas de carpa.

Qué fresco este muro

contra las plantas de mis pies durante la siesta.

El vendedor de sepias

su voz mezclándose

con la de un cucú.

El rayo desgarrando

la noche negra

el grito de la garza.

Claro de luna

el niño que acompaño

tiene miedo de los zorros.

En la cascada clara

las agujas verdes de los pinos

se desparraman.

En la cima de un árbol

el cadáver de una cigarra.

Fin de mes sin luna

abrazo un ciprés de mil años

en plena tormenta.

Al oscurecerse el mar

la voz del pato salvaje

apenas es blanca.

De cuando en cuando

las nubes acuerdan una pausa

para los que contemplan la luna.

Del Este o del Oeste

sobre los campos de arroz

el sonido del viento.

Este u Oeste

la misma tristeza

viento de otoño.

Luna llena de otoño

he vagado toda la noche

alrededor del lago.

Por aquí y por allá se oye

el murmullo de las cascadas

y las hojas caen.

Viento de otoño

matorrales y páramos

barrera de Fuha.

Lluvias frías

hasta el mono quisiera

un abrigo de paja.

Sobre la rama seca

se ha posado un cuervo

tarde de otoño.

Día de apacible felicidad

el monte Fuji velado

por la lluvia brumosa.

Más blanco que las piedras

de la montaña rocosa

el viento de otoño.

Nadie emprende este camino

salvo el crepúsculo de otoño.

Este mismo paisaje

oye el canto y ve la muerte

de la cigarra.

¿Con qué voz cantarás

y qué canto araña

en la brisa de otoño?

Sol púrpura y ardiente

pero el viento es de otoño.

Otoño profundo

¿Cómo vive mi vecino?

Adherida a un champiñón

la hoja de un árbol desconocido.

El sonido de la campana

se expande en la bruma

del alba.

La tormenta arrecia

la cara de alguien empapada.

Sopla el viento de otoño

pero los erizos de las castañas son verdes.

Dios está ausente

las hojas muertas se amontonan

todo está desierto.

Choza pobre

los llantos de un perro

bajo la lluvia nocturna.

Nada dice

en el canto de la cigarra

que su fin está cerca.

En la noche oscura

buscando su nido

llora el chorlito.

Sopa de arroz

oigo tocar el laúd

granizos sobre el tejado.

Luna llena

niebla desde las colinas

hasta los arrozales.

Las voces de las gentes

vuelven por el camino

crepúsculo de otoño.

Nieve matinal

los puerros

marcan el nivel

en el huerto.

Se ha escondido

en el bosque de bambú

el viento de invierno.

La primera nieve

qué felicidad

visita mi ermita.

Vestido de escarcha

cubierto de viento

un niño abandonado.

Hielo nocturno

me despierto

mi cántaro estalla.

Primeras nieves

apenas se inclinan

las hojas del narciso.

Jardín de invierno

la luna como un hilo

una voz de insecto.

Nieve y más nieve

esta noche de fin de año

bajo la luna clara.

Tan enjuto

como el salmón seco

el bonzo en el frío.

De ordinario detesto al cuervo

pero esta mañana...

sobre la nieve.

Sol de invierno

sobre un caballo

mi silueta helada.

Tres hombres se encuentran

para festejar el Año Nuevo

y disputan.

Los puerros lavados de blanco

qué frío.

Las ráfagas de invierno

se abisman en los bambúes

y se calman.

La lluvia de invierno cae

sobre el establo

un gallo canta.

Desolación invernal

en un mundo uniforme

el ruido del viento.

Sobre los arrozales

alboroto de ocas salvajes

lluvias frías de invierno.

Brasas bajo la ceniza

sobre el muro

la sombra del invitado.

Me llamarán por

el nombre de caminante

primeras lluvias de invierno.

Expuesto a la intemperie

y resignado cómo corta

el frío mi cuerpo.

Envolviendo los pastelillos

con la otra mano se aparta

el pelo de la frente.

No olvides nunca

el sabor solitario

del rocío blanco.

El sonido del remo

contra el agua

entrañas heladas

en la noche lágrimas.

Y ahora

vamos a contemplar la nieve

hasta caer agotados.

Retiro de invierno

sobre el biombo dorado

envejecen los pinos.

Ni una gota de rocío

cae del crisantemo

helado.

Pediría prestadas para dormir

sus ropas al espantapájaros

hielo de medianoche.

Casi invierno

a través del chaparrón

la forma de la luna.

Si hablo tengo frío en los labios

viento de otoño.

¿La nieve que cae

es otra este año?

Enfermo durante el viaje

mis sueños

por los páramos yermos.

El árbol quiere la paz

pero el viento

no se la concede.

En la noche sin estrellas

me guía el corazón.

Sentado en el valle

inmensidad más breve

que la tormenta.

La nieve de la cima

piensa que es eterna,

mas sólo es

el sueño del volcán.

1)

Fernando Rodríguez-lzquierdo: "El haiku japonés". Ver bibliografía.

 

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Haiku de las cuatro estaciones
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