Las olas fueron empujándola a tierra. Una tuvo más fuerza que las otras y levantó el cuerpo pasándolo por encima de pequeñas rocas que emergían de la arena.

Suavemente lo depositó en el sitio más blando, donde había más arena, y se retiró. A partir de ese momento las olas fueron perdiendo fuerza, en plan de retirada.

Un rato más tarde, cerca de la playa se detenía un coche. Se apeó una pareja, los dos en traje de baño. Eran muy jóvenes.

Fue la mujer la primera que se acercó al agua, corriendo. De pronto se detuvo y miró a un lado. Enseguida soltó un grito.

—¡Dick! ¡Una mujer muerta…!