QUISIERA DEJAR POR ESCRITO…

Este libro nació una noche, mientras cenábamos en casa de nuestros amigos Teresa Soler y Ángel Cequier.

- ¿Quieres oír una historia de novela? -me dijo Ángel entusiasmado.

Para mí, que poco a poco me he ido convirtiendo en cazadora de historias, imágenes y sueños, lo que me ofrecía era un verdadero regalo.

- Claro -le contesté-. Soy toda oídos.

Teresa, que hacía parte fundamental de la historia, empezó a contarla. Mientras el relato avanzaba, yo no podía dar crédito a lo que escuchaba. Que el cuerpo incorrupto de una pequeña adolescente hubiera convivido como un miembro más de una familia, siglo a siglo, generación tras generación, era una realidad que superaba con creces la ficción.

Era verdad. El cuerpo de aquella santa lapidada que hoy, por expreso deseo de la familia, descansa en la Basílica de Santa Maria de la Seu de Manresa, ocupó un lugar privilegiado en la antigua casa de los Soler; un peculiar armario que al abrirlo de par en par se convertía en una pequeña capilla con su altar, bajo el cual reposaba la adolescente dentro de un cofre.

El libro de santa Clara Mártir continúa pendiente de ser escrito; ese delicado cuerpo, entregado por el Vaticano a un antecesor de la familia Soler como reconocimiento por los importantes servicios prestados a la Iglesia, aún espera su historia. Pero aquella imagen de una niña dormida se me quedó grabada en el alma y dio lugar al nacimiento de otra historia: la de Sienna. Gracias, Ángel; gracias, Teresa.

Me he tomado la licencia de adelantar en cincuenta años la vida de Giotto di Bondone para que fuera él y no otro quien pintara a Sienna en los campos de lavanda. Su inmensa genialidad como iniciador del espacio tridimensional, dejando atrás el estilo plano del arte bizantino que dominó la edad media, lo convirtió en auténtico precursor del Renacimiento. La mañana que lo descubrí en Fiesole le prometí ante su obra que algún día estaría presente como invitado de honor en alguno de mis libros. ¡Cumplí, Giotto!

Por lo demás, la verdad y la ficción se han mezclado tanto en esta historia que hasta es posible que un helado día parisino, paseando por las adoquinadas calles del Barrio Latino, os encontréis con una hermosa joven que camina descalza arrastrando su largo abrigo negro, mientras a su paso germinan cientos de espigas de lavanda.

Quiero agradecer a mis queridísimas hermanas del alma, Cili y Patri, por atravesar cada día el océano con sus palabras para estar a mi lado y envolverme con su maravilloso amor. Os siento siempre a mi lado.

A mi queridísima hija Angela, estallido de talento y sensibilidad, fuerza suave, por la delicadeza de su trazo al idear la portada de este libro.

A mi queridísima hija María, huracán de optimismo y frescura, por soñar en convertir mis novelas en grandes películas que un día dirigirá.

Finalmente, quiero cerrar este libro dando las gracias a un maravilloso ser humano que desde hace 19 años me acompaña, estimula, aconseja, comprende y, sobre todo, me ama con un amor íntegro, el de verdad, el que siempre, siempre está. Gracias, Joaquín.

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02/03/2010
Lo que le falta al tiempo
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