AMBROSE BIERCE
Fábulas Fantásticas
Traducción de Francisco Torres Oliver
Valdemar
Sinopsis
En esta serie de fábulas, Ambrose Bierce nos brinda un rico festín de misantropía con su habitual estilo corrosivo, por la que desfila una fauna de políticos de ambición insaciable, médicos estafadores, religiosos impíos, poetas ripiosos, jueces desequilibrados, lunáticos de toda suerte, aparte de muy humanos perritos de lanas, leones, canguros, tortugas, etc., e incluso objetos y conceptos abstractos...
Título Original: Fantastic fables
Traductor: Torres Oliver, Francisco
Autor: Ambrose Bierce
©1999, Valdemar
Colección: El Club Diógenes, 117
ISBN: 9788477022671
Generado con: QualityEbook v0.60
FÁBULAS FANTÁSTICAS
AMBROCE BIERCE
EL PRINCIPIO MORAL Y EL INTERÉS MATERIAL
N Principio Moral se encontró una vez con un Interés Material, en tren de cruzar un puente sobre el que sólo había paso para uno.
—¡Arrójate, ruin —tronó el Principio Moral—, y déjame pasar encima de ti!
El Interés Material simplemente miró al otro en los ojos, sin decir palabra.
—¡Ah! —dijo el Principio Moral, vacilante—. Echemos suertes, para ver quién de nosotros se aparta hasta que el otro haya cruzado.
El Interés Material mantuvo su inquebrantable silencio y su imperturbable mirada.
—Con el fin de evitar un conflicto —volvió a hablar el Principio Moral, ya un poco incómodo—, yo mismo me voy a echar, y te permitiré pasar por encima.
Entonces el Interés Material recuperó el habla.
—No creo que seas un buen paseo —dijo—. Soy un poco exigente acerca de lo que piso. Supongamos que te arrojas al agua.
Y así se hizo.
LA VELA CARMESÍ
N hombre que yacía en su lecho de muerte llamó a su lado a su esposa, y le dijo:
—Estoy por dejarte para siempre; dame, entonces, una última prueba de tu afecto y fidelidad. Encontrarás en mi escritorio una vela carmesí, que fue bendecida por el Gran Sacerdote y tiene un peculiar significado místico. Júrame que mientras esa vela exista, tú no te volverás a casar.
La Mujer juró y el Hombre murió. En el funeral, la Mujer se mantuvo de pie a la cabeza del féretro, sosteniendo una vela carmesí ardiente, hasta que esta se consumió por completo.
LA REPUTACIÓN Y LA TOGA
NA Reputación Manchada planteó una cuestión de privilegio, y dijo:
—Señor Presidente, deseo hacer un alegato para explicar que las manchas que se ven sobre mí son las marcas naturales propias de alguien que es descendiente directo del sol y de una cierva manchada. No provienen de ningún accidente de carácter, sino que integran el orden divino y la constitución de las cosas.
Cuando la Reputación Manchada volvió a sentarse, una Toga Sucia se levantó y dijo:
—Señor Presidente, he escuchado con profunda atención y entera aprobación la explicación del Honorable Miembro, y deseo ofrecer unas pocas observaciones en mi propio beneficio. Yo también he sido vilmente calumniada por nuestra antigua enemiga, la Infame Falsedad, y deseo señalar que estoy hecha de la piel de Mustela maculata, que es sucia de nacimiento.
EL PATRIOTA INGENIOSO
ABIENDO obtenido una audiencia del Rey, un Patriota Ingenioso extrajo un papel del bolsillo, diciendo:
—Espero que esta fórmula que tengo aquí para construir un blindaje que ningún cañón puede perforar sea del agrado de Su Majestad. Si este blindaje es adoptado en la Armada Real, nuestros barcos de guerra serán invulnerables, y por consiguiente invencibles. Aquí, también, están los informes de los Ministros de Su Majestad, certificando el valor de la invención. Me desprenderé de mis derechos sobre ella por un millón de tumtums.
Tras examinar los papeles, el Rey los apartó, y le prometió una orden del Tesorero Mayor del Departamento de Exacción por el valor de un millón de tumtums.
—Y aquí —dijo el Patriota Ingenioso, extrayendo otro papel de otro bolsillo —están los planos de un cañón de mi invención, que perforarán ese blindaje. El Real hermano de Su Majestad, el Emperador de Bang, está ansioso por comprarlo, pero mi lealtad al trono y a la persona de Su Majestad me obliga a ofrecerlo primero a Su Majestad. Su precio es de un millón de tumtums.
Habiendo recibido la promesa de otro cheque, hundió su mano en otro bolsillo, diciendo:
—El precio del cañón irresistible hubiese sido mucho mayor, Su Majestad, si no fuese por el hecho de que sus proyectiles pueden ser efectivamente desviados por mi peculiar método de tratar las corazas blindadas con un nuevo...
El Rey hizo al Gran Factótum una seña para que se aproximara.
—Revisa a este hombre —le dijo—, e infórmame cuántos bolsillos tiene.
—Cuarenta y tres —dijo el Gran Factótum, tras completar el escrutinio.
—Puede complacer a Su Majestad —exclamó el Patriota Ingenioso, presa del terror—, saber que uno de ellos contiene tabaco.
—Cuélguenlo de los tobillos y sacúdanlo bien —dijo el Rey—. Después entréguenle un cheque por cuarenta y dos millones de tumtums y mátenlo. En este acto decreto que la ingenuidad es un crimen capital.
EL OFICIAL DE POLICÍA Y EL MALHECHOR
N Jefe de Policía que vio a un Oficial golpeando a un Malhechor se indignó muchísimo, y le dijo que no debía volver a hacer algo así, bajo pena de destitución.
—No sea tan duro conmigo, Jefe —dijo el Oficial, sonriendo—. Lo estaba golpeando con un bastón de paño relleno.
—Así y todo —insistió el jefe de Policía—, usted se tomó una libertad que tiene que haberle resultado muy desagradable, aunque no le haya hecho daño. Sírvase no repetirla.
—Pero —dijo el Oficial, todavía sonriente—, era un Malhechor de paño relleno.
Al tratar de expresar su complacencia, el jefe de Policía extendió su brazo derecho con tanta violencia que la piel se le rasgó en el sobaco y un chorro de arena cayó de la herida. Era un jefe de Policía de paño relleno.
EL FUNCIONARIO CONSCIENTE
IENTRAS un Superintendente de División de un ferrocarril estaba cumpliendo con la mayor aplicación su tarea de poner obstáculos en los rieles y alterar los cambios de vía, recibió la noticia de que el Presidente de la compañía iba a despedirlo por incompetente.
—¡Buen Dios! —exclamó—. ¡Si hay más accidentes en mi división que en todo el resto de la línea!
—El Presidente es muy riguroso —dijo el Hombre que había traído la noticia—; él piensa que las mismas pérdidas de vidas podrían obtenerse con menos daño a la propiedad de la compañía.
—¿Espera que arroje a los pasajeros a través de las ventanillas? —exclamó el indignado funcionario, cruzando un durmiente sobre los rieles—. ¿Me toma por un asesino?
COMO SE LLEGA AL OCIO
N Hombre para Quien el Tiempo era Oro, que estaba engullendo su desayuno, muy apurado por atrapar un tren, había apoyado el periódico contra la azucarera y leía mientras comía. En su apuro y abstracción, se clavó un tenedor en el ojo derecho, y al extraer el tenedor, el ojo salió con él. Desde entonces, cada vez que compraba anteojos, se veía obligado a derrochar inútilmente su dinero en cristales para el ojo derecho, y este dispendio lo redujo pronto a la pobreza, por lo cual el Hombre para Quien el Tiempo era Oro se vio obligado a ganarse la vida pescando desde la punta de un muelle.
EL GUARDIÁN PRECAVIDO
L Guardián de una Penitenciaría estaba un día poniendo cerraduras en las puertas de todas las celdas, cuando un operario le dijo:
—Usted es muy imprudente... Esas cerraduras pueden abrirse desde adentro.
El Guardián replicó, sin apartar la mirada de lo que hacía:
—Si a esto se lo llama imprudencia, me pregunto cómo se debería denominar a una precavida disposición contra las vicisitudes de la suerte.
EL TESORO Y LOS BRAZOS
N Tesoro Público, al advertir que Dos Brazos se alzaban con su contenido, exclamó:
—Sr. Correligionario, propongo una división.
—Usted parece saber un poco acerca de la forma parlamentaria de hablar —dijo Dos Brazos.
—Sí —replicó el Tesoro Público—. Estoy familiarizado con los acarreos legislativos.
LA SERPIENTE CRISTIANA
NA Víbora de Cascabel regresó a su casa, donde estaban sus crías, y dijo:
—Hijos míos, reuníos para recibir la última bendición de vuestro padre, y ver cómo muere un cristiano.
—¿Qué ocurre, padre? —preguntaron las Viboritas.
—Me ha mordido el editor de un pasquín partidario —fue la respuesta, seguida por el ominoso cascabeleo de la muerte.
EL MALHECHOR DESCONTENTO
N Juez que había condenado a prisión a un Malhechor, procedía a señalarle las desventajas del crimen y los beneficios de la reforma.
—Su Señoría —dijo el Malhechor, interrumpiéndolo— ¿sería tan amable como para elevar mi condena a diez años de prisión y nada más?
—¿Por qué? —dijo el juez, sorprendido—. ¡Sólo lo he condenado a tres años!
—Sí, lo sé —asintió el Malhechor—. Tres años de prisión y el sermón. Si no le molesta, me gustaría que me conmute el sermón.
LOS CAÑONES DE MADERA
N Regimiento de Artillería de la Milicia Estatal solicitó al Gobernador, cañones de madera para la práctica.
—Resultarán más baratos que cañones de verdad —explicó.
—No se dirá de mí que sacrifiqué la eficacia a la economía —dijo el Gobernador—. Tendrán cañones de verdad.
—Gracias, gracias —exclamaron efusivamente los guerreros—. Los cuidaremos mucho, y en caso de guerra los reintegraremos al arsenal.
EL ASTRÓNOMO LITERARIO
L Director de un Observatorio, que había descubierto la Luna, con un refractor de treinta y seis pulgadas, fue muy apurado a ver al Editor de un Periódico, con una extensa narración del evento.
—¿Cuánto? —preguntó sentenciosamente el Editor, sin apartar la mirada de su ensayo sobre la circularidad de la perspectiva política.
—Ciento sesenta dólares —replicó el hombre que había descubierto la Luna.
—Ni la mitad de eso sería suficiente —fue el comentario del Editor.
—¡Hombre generoso! —exclamó el Astrónomo, ardiendo de cálidos y elevados sentimientos—. Págueme, entonces, lo que quiera.
—Mi gran y buen amigo —dijo suavemente el Editor, levantando la vista de su trabajo—. No nos entendemos, parece. El que tiene que pagar es usted.
El Director del Observatorio tomó el manuscrito y se fue, explicando que necesitaba corrección, que había omitido poner el punto a una m.
EL SINO DEL POETA
N Objeto que estaba caminando por el Camino Real, envuelto en honda meditación y en poca cosa más, súbitamente se encontró ante las puertas de una ciudad extraña. Cuando solicitó ser admitido, fue detenido como indigente y llevado ante el Rey.
—¿Quién eres —interrogó el Rey—, y cómo te ganas la vida?
—Soy Snouter el descuidista —replicó el Objeto, inventando rápidamente—, carterista.
El Rey estaba por ordenar su liberación, cuando el Primer Ministro sugirió que examinaran los dedos del prisionero. Se descubrió que estaban muy achatados y encallecidos en los extremos.
—¡Ja! —exclamó el Rey— ¡Se lo dije! Es adicto a contar sílabas. Un poeta. Llévenlo con el Gran Señor Disuasor del Hábito de la Cabeza.
—Mi señor —dijo el Inventor Ordinario de Penas Ingeniosas—, me atrevo a sugerir un castigo más sagaz.
—Dígalo —contestó el Rey. —¡Permitirle que conserve esa cabeza! Eso fue lo que se ordenó.
EL LEÓN Y LA SERPIENTE DE CASCABEL
N Hombre encontró en su camino a un León, y se puso a tratar de someterlo mediante la hipnosis; cerca había una Serpiente de Cascabel dedicada a fascinar a un pequeño pájaro.
—¿Cómo va lo tuyo, hermano? —el Hombre se dirigió al otro reptil, sin apartar sus ojos de los del León.
—Admirablemente —replicó la serpiente—. El éxito está asegurado; mi víctima se acerca y se acerca, a pesar de sus esfuerzos.
—Y la mía —dijo el Hombre— se acerca y se acerca a pesar de los míos. ¿Estás seguro de que todo marcha bien?
—Si dudas —replicó el reptil lo mejor que pudo, con la boca llena de pájaro—, sería mejor que abandones.
Un cuarto de hora después, el León, escarbándose pensativamente los dientes con las garras, le decía a la Serpiente de Cascabel que nunca, en su muy variadas experiencias al ser hipnotizado, se había encontrado con un hipnotizador tan ansioso por abandonar su tarea.
—Pero —añadió con una amplia, inteligente sonrisa— yo le sostuve la mirada.
EL LEGISLADOR Y EL JABÓN
N Miembro de la Legislatura de Kansas que se cruzó con un jabón, pasaba junto a él sin reconocerlo, pero el jabón insistió en detenerlo y estrecharle las manos. Pensando que se hallaba en goce de inmunidad parlamentaria, el legislador le dio un cordial e intenso apretón de manos. Al abandonarlo, advirtió que una parte del Jabón había quedado adherida en sus dedos, y corriendo muy alarmado hacia un arroyo, procedió a lavárselos. Para hacerlo, se vio obligado a frotarse ambas manos, y cuando terminó de lavarlas, quedaron tan blancas, que se metió en cama y mandó llamar a un médico.
EL HOMBRE QUE NO TENIA ENEMIGOS
NA Persona Inofensiva que paseaba por un lugar público, fue atacada por un Desconocido, con un Garrote, y severamente golpeada.
Cuando el Desconocido con un Garrote fue sometido a juicio, su víctima dijo al Juez:
—Ignoro por qué me atacó; no tengo un enemigo en el mundo.
—Esa —dijo el acusado— es la razón por la que lo golpeé.
—El prisionero queda absuelto —dijo el juez—; un hombre que no tiene enemigos, no tiene amigos. Los tribunales no se hicieron para esta gente.
LA MAQUINA VOLADORA
N Hombre Ingenioso construyó una máquina voladora e invitó a una gran concurrencia a verla funcionar. A la hora señalada, con todo dispuesto, él se introdujo en el vehículo y puso el motor en marcha. La máquina inmediatamente hizo pedazos la imponente estructura sobre la que estaba armada, y se hundió en la Tierra hasta perderse de vista, mientras el aeronauta saltaba afuera, justo a tiempo de salvarse.
—Bien —dijo el Hombre Ingenioso—. He hecho lo suficiente para demostrar la corrección de los detalles. Los defectos —añadió, echando una mirada al estropeado armatoste— son meramente básicos y fundamentales.
Ante esta aseveración, el publicó respondió con suscripciones para construir una segunda máquina.
EL GATO Y EL REY
N Gato estaba mirando a un Rey, como lo permite el proverbio.
—Bien —dijo el monarca, advirtiendo su inspección—, ¿cómo me ves?
—Puedo imaginar un Rey —dijo el Gato—, que me gustaría más. —¿Por ejemplo?
—El Rey de los Ratones.
Tanto complació al Rey el ingenio de esta respuesta, que le dio permiso para arrancar los ojos de su Primer Ministro.
LA CIUDAD DE LA DISTINCIÓN POLÍTICA
AMRACH el Rico, ansioso de llegar a la Ciudad de la Distinción Política antes de la noche, encontró una bifurcación de caminos, y estaba indeciso acerca de cuál tomar; así que consultó a una Persona de Aspecto Sabio, sentada a un lado del camino.
—Tome ese camino —dijo la Persona de Aspecto Sabio—: se lo conoce como la Carretera Política.
—Gracias —dijo Jamrach, y se dispuso a seguir viaje.
—¿Con cuánto me agradece? —fue la respuesta—. ¿Supone que estoy aquí haciendo una cura de salud?
Como Jamrach no se había vuelto rico por su estupidez, le dio algo a su guía, y apresurándose, pronto llegó a una barrera de peaje custodiada por un Caballero Benévolo, quien lo dejó pasar tras recibir algo. Un poco más allá, halló un puente que sorteaba un arroyo imaginario, donde un Ingeniero Civil (que había construido el puente) le exigió algo para permitirle pasar. Ya se estaba haciendo tarde, cuando Jamrach arribó a la orilla de lo que parecía un lago de tinta negra, donde terminaba el camino. Viendo a un Barquero en su bote, Jamrach pagó algo por la travesía y estaba a punto de embarcarse.
—No —dijo el Barquero—. Ponga el cuello en este lazo, y yo lo remolcaré. Es la única manera de pasar —añadió, al ver que el pasajero estaba por quejarse de las comodidades.
A su debido tiempo, Jamrach fue arrastrado a través del lago, y llegó medio estrangulado y atrozmente empapado por las aguas fétidas.
—Bueno —dijo el Barquero, remolcándolo sobre la ribera y soltándolo—, ahora usted está en la Ciudad de la Distinción Política. Tiene cincuenta millones de habitantes, y como el color del Pozo Asqueroso no sale con el lavado, todos parecen exactamente iguales.
—¡Ay de mí! —exclamó Jamrach, llorando y lamentando la pérdida de todas sus posesiones, gastadas en propinas y peajes—. Volveré con usted.
—No creo que lo haga —dijo el Barquero, desatracando—. Esta ciudad está ubicada en la Isla de los Que No Vuelven.
LA POETISA DE LA REFORMA
N hermoso día de la última parte de la eternidad, mientras las Sombras de todos los grandes escritores reposaban en lechos de asfódelos y molis en los Campos Elíseos, cada uno de ellos muy feliz al escuchar de labios de todos los otros sólo copiosas citas de la propia obra (porque a tal efecto Júpiter había hechizado generosamente sus oídos), llegó allí con aire triunfador una Sombra a la que nadie conocía. Ella (porque la recién llegada mostraba evidencias de su sexo tales como el cabello cortado corto y un andar varonil) tomó asiento en medio de ellos, y con sonrisa de superioridad explicó:
—Tras siglos de opresión arranqué mis derechos de manos de los dioses celosos. Sobre la tierra yo fui la Poetisa de la Reforma y canté para oídos desatentos. Ahora canto para una eternidad de honor y de gloria.
Pero no habría de ser así, y muy pronto ella fue la más infeliz de las inmortales, anhelando vanamente volver a errar en las tinieblas junto a los lagos infernales. Porque Júpiter no había hechizado su oído, y de los labios de cada Sombra bendita sólo surgían copiosamente las citas de las obras de los otros. Además, a ella le había sido negada la felicidad de recitar sus poemas. No recordaba un solo verso suyo, porque Júpiter había decretado que el recuerdo de sus poemas habitara el penoso dominio de Plutón, como parte del castigo.
LOS SALVADORES DE VIDAS
ETENTA y cinco Hombres se presentaron ante el Presidente de la Sociedad Humana y solicitaron la gran medalla de oro por haber salvado vidas.
—Vaya, sí —dijo el Presidente—, mediante sus diligentes esfuerzos tantos hombres deben haber salvado un considerable número de vidas. ¿Cuántas salvaron?
—Setenta y cinco, señor —replicó el Vocero de los Hombres.
—Ah, sí, eso hace una cada uno; muy buen trabajo, muy buen trabajo, por cierto —dijo el Presidente—. No sólo tendrán la gran medalla de oro de la Sociedad sino, también, su recomendación para un empleo en las dotaciones de varias estaciones de botes salvavidas a lo largo de la costa. ¿Pero cómo salvaron tantas vidas?
El Vocero de los Hombres respondió:
—Somos agentes de la ley, y acabamos de abandonar la persecución de dos asesinos fugitivos.
LA ZARIGÜEYA DEL FUTURO
N día, una Zarigüeya que se había dormido colgada de la cola, en la rama más alta de un árbol, despertó y vio una enorme Víbora enroscada cerca de la rama, entre ella y el tronco del árbol.
—Si me quedo —se dijo—, me engullirá; si me dejo caer me romperé el cuello.
Pero súbitamente se le ocurrió una estratagema.
—Mi perfecto amigo —dijo—, mi instinto paternal reconoce en usted una noble evidencia e ilustración de la teoría del desarrollo. Usted es la Zarigüeya del Futuro, el Sobreviviente Mejor Adaptado, último de nuestra especie, el fruto maduro de la prensilidad progresiva: ¡pura cola!
Pero la Víbora, orgullosa de su antigua superioridad en la historia de las Escrituras, fue estrictamente ortodoxa y no aceptó el punto de vista científico.
EL PAVIMENTADOR
N Autor vio a un Trabajador colocando piedras en el pavimento de una calle, y aproximándose, le dijo:
—Amigo mío, usted parece fatigado. La ambición es un duro capataz.
—Estoy trabajando para el Sr. iones—respondió el Trabajador.
—Bueno, arriba ese ánimo —siguió el Autor—. La fama llega cuando menos se la espera. Hoy usted es pobre, oscuro y está desanimado, pero mañana su nombre puede sonar en todo el mundo.
—¿De qué me está hablando? —dijo el Trabajador—. ¿No puede un honesto pavimentador hacer su trabajo en paz, y ganar con él su dinero, y vivir de él, sin que otros vengan a decir disparates acerca de la ambición y de la esperanza de fama?
—¿Y no puede hacerlo un honesto escritor? —dijo el Autor.
LOS DOS POETAS
OS poetas se disputaban la Manzana de la Discordia y el Hueso de la Disputa, porque ambos estaban muy hambrientos.
—Hijos míos —dijo Apolo—, repartiré los premios entre ustedes. Tú —dijo al Primer Poeta— sobresales en Arte: toma la Manzana. Y tú —dijo al Segundo Poeta—, en imaginación: toma el Hueso.
—¡El mejor premio al Arte! —dijo el Primer Poeta, con aire triunfante, y tratando de devorar su premio se rompió todos los dientes. La Manzana era una obra de arte.
—Eso demuestra el desprecio de nuestro maestro por el mero Arte —dijo el Segundo Poeta, sonriendo.
Trató de roer su Hueso, pero sus dientes lo atravesaron sin encontrar resistencia. Era un Hueso imaginario.
EL CORCEL DE LA BRUJA
N Palo de Escoba, que había servido largo tiempo de montura a una bruja, se quejaba de la naturaleza de su empleo, que consideraba degradante.
—Muy bien —dijo la Bruja—. Te daré un trabajo en el que te verás asociado con el intelecto... te pondrás en contacto con cerebros. Te regalaré a una ama de casa.
—¿Qué? —se sorprendió el Palo de Escoba—. ¿Consideras algo intelectual las manos de un ama de casa?
—Me refería —dijo la Bruja— a la cabeza de sus buenos maridos.
LA RATA SAGAZ
NA Rata que estaba por salir de su madriguera alcanzó a vislumbrar un Gato que la esperaba, y volviendo al fondo de la cueva invitó a una Amiga a ir con ella de visita a un depósito de maíz vecino.
—Hubiera ido sola —dijo—, pero no podía negarme el placer de tan distinguida compañía.
—Muy bien —contestó la Amiga—. Iré contigo. Condúceme.
—¿Conducirte? —exclamó la otra—. ¡Vaya! ¿Preceder yo a una rata grande e ilustre como tú? No, por cierto... Después de ti, después de ti...
Complacida por esta gran muestra de deferencia, la Amiga abrió la marcha y, dejando primero la cueva, fue atrapada por el Gato, que se fue con ella. La otra se alejó sin ser molestada.
UN PUENTE SOBRE EL FANGO
NA Mujer Rica que volvía del extranjero desembarcó al pie de la Calle Hundida Hasta las Rodillas, y estaba por caminar hasta su hotel a través del barro.
—Señora —dijo un Policía—, no puedo permitir que haga eso; se embarrará los zapatos y las medias.
—¡Oh, no tiene importancia, realmente! —replicó la Mujer Rica, con encantadora sonrisa.
—Pero, señora, es innecesario; desde el desembarcadero hasta el hotel, como usted podrá observar, se extiende una línea ininterrumpida de periodistas postrados que imploran el honor de que usted camine sobre ellos.
—En ese caso —dijo ella, sentándose en un umbral y abriendo su bolso— tendré que ponerme mis galochas.
EL PURO PERRO
N León, viendo a un Perro de Lanas, estalló en carcajadas ante lo ridículo del espectáculo.
—¿Quién vio alguna vez una bestia tan pequeña? —dijo.
—Es muy cierto —dijo el Perro de Lanas, con austera dignidad— que soy pequeño; pero le ruego que tome nota, señor, de que soy puro perro.
LOS DOS POLÍTICOS
OS Políticos cambiaban ideas acerca de las recompensas por el servicio público.
—La recompensa que yo más deseo—dijo el Primer Político— es la gratitud de mis conciudadanos.
—Eso sería muy gratificante, sin duda —dijo el Segundo Político—, pero es una lástima que con el fin de obtenerla tenga uno que retirarse de la política.
Por un instante se miraron uno al otro, con inexpresable ternura; luego, el Primer Político murmuró:
—¡Que se haga la voluntad del Señor! Ya que no podemos esperar una recompensa, démonos por satisfechos con lo que tenemos.
Y sacando las manos por un momento del tesoro público, juraron darse por satisfechos.
DOS MÉDICOS
N Viejo Inicuo, sintiéndose enfermo, envió por un médico, que le recetó unas medicinas y se fue. Entonces el Viejo Inicuo envió en busca de Otro Médico, al que no le dijo nada del anterior; este nuevo médico le prescribió un tratamiento completamente diferente. Esto continuó durante unas semanas: los médicos lo visitaban en días alternados y lo trataban por dos desórdenes distintos, con dosis de medicina en constante aumento y cuidados cada vez más rigurosos. Pero un día se encontraron accidentalmente junto a su lecho mientras él dormía, y al salir a luz la verdad, una violenta disputa se produjo.
—Mis buenos amigos —dijo el paciente, despierto por el ruido de la discusión, y adivinando su causa—, les ruego que sean más razonables. Si yo pude soportarlos a los dos a la vez durante semanas, ¿no pueden soportarse entre ustedes un ratito? Hace diez días que me siento bien, pero me he quedado en cama con la esperanza de obtener mediante el reposo las fuerzas que me harían falta para tomar sus medicinas. Hasta ahora no las he tocado.
EL CADI HONESTO
N bandido que había despojado de mil piezas de oro a un mercader, fue llevado ante el Cadí, quien le preguntó si tenía algo que decir para salvarse de ser decapitado.
—Su Señoría —dijo el Salteador—. No podía hacer otra cosa que apoderarme del oro, porque Alá me hizo así.
—Tu defensa es ingeniosa y sólida —dijo el Cadí—, y debo exculparte de criminalidad. Infortunadamente, Alá también me hizo de modo tal que debo cortarte la cabeza, a menos a menos —añadió pensativo— que me ofrezcas la mitad del oro; porque El me hizo débil ante la tentación.
Por consiguiente, el Salteador puso quinientas piezas de oro en manos del Cadí.
—Bien —dijo el Cadí—. Te cortaré ahora sólo una mitad de la cabeza. Para mostrar mi confianza en tu discreción, dejaré intacta la mitad con la que hablas.
UN FACTOR NO TENIDO EN CUENTA
N Hombre que poseía un hermoso Perro, y mediante una cuidadosa selección de sus parejas había criado una cantidad de animales apenas inferiores a los ángeles, se enamoró de su lavandera, se casó con ella y crió una familia de bobalicones.
—¡Qué lástima! —exclamó una vez, contemplando el melancólico resultado—. Si hubiera buscado mi pareja con la mitad del cuidado que puse para mi perro, sería ahora un padre orgulloso y feliz.
—No estoy tan seguro de eso —dijo el Perro, que acertó a escuchar el lamento—. Hay una diferencia, es verdad, entre tus cachorros y los míos, pero yo me halago pensando que no se debe completamente a las madres. Tú y yo no nos parecemos del todo.
EL DEPORTISTA Y LA ARDILLA
N Deportista que había herido a una Ardilla, que estaba haciendo desesperados esfuerzos para arrastrarse fuera de su alcance, corrió tras ella con un palo, exclamando:
—¡Pobrecita! La sacaré de su miseria.
En ese momento, la Ardilla se detuvo exhausta, y mirando a su enemigo, dijo:
—No me aventuraré a dudar de la sinceridad de tu compasión, aunque llega más bien tarde, pero pareces carecer de la facultad de observación. ¿No percibes, por mis acciones, que el deseo más querido de mi corazón es continuar en mi miseria?
Ante esta exposición de su hipocresía, el Deportista se sintió tan vencido por la vergüenza y el remordimiento, que no liquidó a la Ardilla, sino que, señalándosela a su perro, se alejó pensativamente.
EL CANGURO Y LA CEBRA
N Canguro que marchaba a los saltos con un objeto que abultaba oculto en su bolsa, se encontró con una Cebra, y deseoso de llamar su atención, le dijo:
—Por tu traje parece que acabaras de salir de la penitenciaría.
—Las apariencias son engañosas —replicó la Cebra, sonriendo con plena conciencia del más insoportable de los ingenios—; si así no fuera, yo tendría que pensar que tú acabas de salir de la Legislatura.
UN ASUNTO DE MÉTODO
N Filósofo, al ver a un Tonto golpeando a su Burro, le dijo:
—No lo hagas, hijo mío, no lo hagas, te lo imploro. Quienes recurren a la violencia sufrirán violencia.
—Precisamente eso —dijo el Tonto, redoblando sus golpes sobre el animal— es lo que estoy tratando de enseñar a esta bestia, que me ha pateado.
—Sin duda —se dijo el Filósofo, mientras se alejaba—, la sabiduría de los tontos no es más profunda ni más auténtica que la nuestra, pero ellos tienen realmente un modo más impresionante de impartirla.
EL CALIFORNIANO RESTITUIDO
N Hombre fue colgado del cuello hasta que murió. Esto fue en 1893.
—¿De dónde vienes? —preguntó San Pedro cuando el Hombre se presentó a la puerta del Paraíso.
—De California —replicó el solicitante.
—Entra, hijo mío, entra; traes alegres noticias.
Cuando el Hombre desapareció adentro, San Pedro tomó su libreta de notas y escribió lo siguiente:
"16 de febrero de 1893. California colonizada por los Cristianos".
EL MÉDICO COMPASIVO
N Médico de Buen Corazón sentado a la cabecera de un paciente aquejado por una enfermedad incurable y dolorosa, escuchó un ruido tras él, y volviéndose vio a un Gato que se reía de los débiles esfuerzos de un Ratón herido, por arrastrarse fuera de la habitación.
—¡Bestia cruel! —exclamó— ¿Por qué no lo matas de una vez, como una dama?
Levantándose, sacó al Gato a puntapiés de la habitación, y recogiendo al Ratón, compasivamente lo arrebató a sus sufrimientos retorciéndole el cuello. Requerido desde el lecho por los gemidos de su paciente, el Médico de Buen Corazón administró un estimulante, un tónico y un nutriente, y se fue.
LA TRIPULACIÓN DEL BOTE SALVAVIDAS
A Valiente Dotación de una estación de salvamento estaba por botar su barca para dar un paseíto a lo largo de la costa, cuando descubrieron a poca distancia, mar adentro, una embarcación que había zozobrado, con una docena de hombres agarrados de su quilla.
—Tenemos suerte —dijeron los de la Valiente Dotación—; si no hubiéramos visto eso a tiempo, nuestro destino podría haber sido el de ellos.
De modo que arrastraron su embarcación a lugar seguro y se reservaron para el servicio de su país.
LA COLA DE LA ESFINGE
N Perro de disposición taciturna le dijo a su Cola:
—Cada vez que me enojo, te levantas y pones tiesa; cuando estoy complacido te meneas; cuando estoy alarmado, te pones entre las patas, fuera de peligro. Eres demasiado vivaz... descubres todas mis emociones. Mi idea es que las colas fueron dadas para ocultar el pensamiento. Mi mayor ambición es ser tan impasible como la Esfinge.
—Mi amigo, debes reconocer las leyes y limitaciones de tu ser —replicó la Cola, con flexiones apropiadas para los sentimientos que expresaba—, y tratar de ser importante de alguna otra manera. La Esfinge cumple ciento cincuenta requisitos de la impasibilidad que a ti te faltan.
—¿Cuáles son? —preguntó el Perro.
—Ciento cuarenta y nueve toneladas de arena en la cola.
—¿Y...?
—Una cola de piedra.
EL LADO OSCURO DEL PERSONAJE
N Talentoso y Honorable Editor, que mediante la práctica de su profesión había adquirido riqueza y distinción, solicitó a un Viejo Amigo la mano de su hija.
—¡De todo corazón, y Dios te bendiga! —dijo el Viejo Amigo, tomándolo de ambas manos—. ¡Es un honor más grande que el que me hubiera atrevido a esperar!
—Sabía que esa sería tu respuesta —replicó el Talentoso y Honorable Editor, y agregó con una sonrisa—. Sin embargo, me parece que debo transmitirte todo el conocimiento de la personalidad que yo poseo. Este álbum de recortes contiene todos los testimonios relativos a mi lado sombrío que he sido capaz de recortar en los últimos diez años, de las columnas publicadas por mis competidores en el negocio de elevar a la humanidad a un plano espiritual y moral más alto... mis "repulsivos contemporáneos".
Dejando el álbum sobre una mesa, se retiró muy animado para hacer los arreglos de la boda. Tres días después, un mensajero le trajo el álbum, con una nota advirtiéndole que nunca más volviera a manchar la puerta de su Viejo Amigo.
—¡Vean! —exclamó el Talentoso y Honorable Editor, señalando esa notificación— ¡La calumnia triunfa!
Y fue llevado al Asilo de los Indiscretos.
LA VIUDA DEVOTA
una Viuda que lloraba sobre la tumba de su esposo, se le aproximó un Caballero Atractivo que, de manera respetuosa, le aseguró que desde hacía tiempo abrigaba por ella los sentimientos más tiernos.
—¡Sinvergüenza! —exclamó la Viuda—. ¡Déjeme ya mismo! ¿Es momento para hablarme de amor?
—Le aseguro, señora, que no pensaba descubrir mis sentimientos —explicó humildemente el Caballero Atractivo—, pero el poder de su belleza venció a mi discreción.
—Tendría que verme cuando no estoy llorando —dijo la Viuda.
EL DIFUNTO Y LOS HEREDEROS
N Hombre murió dejando una gran fortuna y muchos apenados parientes que la reclamaban. Después de unos años, cuando la justicia había fallado contra las pretensiones de todos, menos uno, este, a quien se le concedió el legado, pidió a su Abogado que lo hiciera tasar.
—No queda nada para tasar —dijo el Abogado, embolsando sus últimos honorarios.
—Entonces —dijo el Demandante Exitoso—, ¿de qué me sirvieron todos estos pleitos?
—Usted ha sido un buen cliente para mí —respondió el Abogado, recogiendo sus libros y papeles—, pero debo decirle que revela una sorprendente ignorancia acerca del propósito de los pleitos.
LOS POLÍTICOS Y EL BOTÍN
ARIAS Entidades Políticas estaban dividiendo los despojos.
—Yo tomaré el manejo de las prisiones —dijo un Decente Respeto por la Opinión Pública—, y haré un cambio radical.
—Y yo —dijo la Reputación Manchada—, conservaré mis actuales conexiones con los negocios, mientras mi amiga aquí presente, la Toga Corrupta, permanecerá en la judicatura.
La Olla Política dijo que no herviría nada más, si no la volvían a llenar con líquido del Pozo Asqueroso.
El Poder Cohesivo del Botín Público observó tranquilamente que las dos candidaturas principales constituirían, suponía, su parte.
—No — dijo la Más Vil Degradación—, ya cayeron en mis manos.
EL HOMBRE Y LA VERRUGA
NA Persona con una Verruga en Su Nariz se encontró con una Persona Similarmente Afligida, y le dijo:
—Permítame proponer su nombre como miembro de la Orden Imperial de los Probóscides Anormales, de la cual soy el Gran Líder Preclaro y Tesorero Subrepticio. Hace dos meses, yo era el único miembro. Hace un mes éramos dos. Hoy contamos con cuatro Emperadores de la Proboscis Anormal de importancia... El doble cada cuatro semanas, ¿ve? Es una progresión geométrica... ya sabe cómo aumenta eso... En un año y medio cada hombre en este país tendrá una verruga en la nariz. ¡Orden poderosa! Cuota de ingreso, cinco dólares.
—Amigo mío —dijo la Persona Similarmente Afligida—, aquí tiene cinco dólares. Mantenga mi nombre fuera de sus libros.
—Le agradezco su amabilidad —replicó el Hombre con una Verruga en su Nariz, embolsando el dinero—; para nosotros es como si se nos hubiera unido. Adiós.
Se fue, pero al ratito apareció de vuelta.
—Me olvidé de hablarle de la cuota mensual —dijo.
LA DIETA DEL PUGILISTA
L Entrenador de un Pugilista consultó a un Médico, acerca de la dieta del campeón.
—Las chuletas son demasiado tiernas —dijo el Médico—; que coma carne de cuello de toro.
—Creía que la otra era más digerible —explicó el Entrenador.
—Eso es muy cierto —dijo el Médico—; pero no ejercita suficientemente la mandíbula.
EL ANCIANO Y EL ALUMNO
N Hermoso Anciano se encontró con el Alumno de una escuela dominical, y posando tiernamente su mano en la cabeza del chico, le dijo:
—Hijo mío, escucha las palabras de los sabios y sigue el consejo de los rectos.
—Muy bien —respondió el Alumno de la escuela dominical—. Prosigue.
—Oh, en realidad no tengo nada que decirte —dijo el Hermoso Anciano—. Sólo estaba observando una de las costumbres de mi edad. Yo soy un pirata.
Y cuando retiró su mano de la cabeza del chico, este advirtió que su cabellera estaba llena de sangre coagulada. El Hermoso Anciano siguió su camino, instruyendo a otros jóvenes.
UN OPTIMISTA
OS Ranas en la barriga de una serpiente estaban considerando su molesta situación.
—Esto es flor de mala suerte —dijo una.
—No saques conclusiones apresuradas —dijo la otra—; estamos a resguardo de la lluvia, con comida y alojamiento.
—Con alojamiento, sin duda —dijo la Primera Rana—; pero no veo la comida.
—Eres un ave de mal agüero —explicó la otra—. Nosotras somos la comida.
LOS DOS SALTEADORES
OS Salteadores de caminos estaban sentados tomando un trago, en un refugio a un costado del camino, comparando sus aventuras nocturnas.
—Yo lo paré al jefe de Policía —dijo el Primer Salteador—, y me fui con todo lo que tenía.
—Y yo —dijo el Segundo Salteador— paré al Fiscal del Distrito de los Estados Unidos, y me fui con...
—¡Buen Dios! —interrumpió el otro, colmado de asombro y admiración— ¿Te fuiste con todo lo que ese tipo tenía?
—No —explicó el infortunado narrador—. Sólo con una pequeña parte de lo que tenía yo.
UNA VALIOSA SUGERENCIA
NA Gran Nación, que sostenía una disputa con una Pequeña Nación, resolvió intimidar a su antagonista con una gran demostración naval en el puerto principal de la última. De modo que la Gran Nación reunió todos sus barcos de guerra dispersos en todo el mundo, y estaba a punto de hacerlos navegar trescientos cincuenta millas hasta el lugar del encuentro, cuando el Presidente de la Gran Nación recibió la siguiente nota del Presidente de la Pequeña Nación:
"Mi gran y buen amigo, me he enterado de que va a exhibirnos su marina con el objeto de impresionarnos con su poder. ¡Qué innecesario es ese gasto! Para demostrarle que ya conocemos todo acerca de esta materia, adjunto a esta una lista de todas las naves y piezas de artillería que ustedes tienen".
Tanto impresionó al gran y buen amigo la sólida sensatez de esta misiva, que mantuvo su marina en casa, economizando mil millones de dólares. Gracias a esta economía pudo comprar una decisión satisfactoria cuando la causa de la disputa fue sometida a arbitraje.
LA MANO TOMADA
N Exitoso Hombre de Negocios que tuvo oportunidad de escribirle a un Ladrón, le expresó su deseo de verlo y estrechar su mano.
—No —respondió el Ladrón—, hay algunas cosas que yo no tomo... entre ellas su mano.
—Usted debe usar un poco de estrategia —dijo un Filósofo a quien el Exitoso Hombre de Negocios contó la desdeñosa respuesta del Ladrón—. Deje su mano afuera alguna noche, y él la tomará.
De modo que una noche, el Exitoso Hombre de Negocios dejó su mano fuera del bolsillo de un vecino y el Ladrón la tomó con avidez.
EL POETA Y EL EDITOR
I querido señor —dijo el Editor al Poeta que lo visitaba para hablar de la publicación de su poema—, lamento decir que debido a un infortunado altercado en esta oficina, la mayor parte de su manuscrito es ilegible; se derramó sobre él una botella de tinta, manchando todo salvo la primera línea, es decir: "Las hojas de otoño caían, caían". Desafortunadamente, no habiendo leído el poema, fui incapaz de recordar los incidentes que seguían; de otro modo, podríamos haberlos ofrecido con nuestras propias palabras. Si la noticia no ha perdido interés y no apareció ya en otros periódicos, quizás usted tendrá la amabilidad de relatarnos lo ocurrido, mientras yo tomo notas. "Las hojas de otoño caían, caían". Prosiga.
—¿Qué? —dijo el Poeta—. ¿Espera que yo reproduzca todo el poema de memoria?
—Sólo la sustancia... sólo los hechos conducentes. Nosotros agregaremos lo que sea necesario para amplificarlo y embellecerlo. Sólo le llevará un momento. "Las hojas de otoño caían, caían". Adelante.
Se escuchó el sonido de un lento levantarse e irse, mientras el cronista de sucesos efímeros permanecía inmóvil, con su pluma suspendida; y cuando el movimiento se completó, la Poesía sólo quedó representada en ese lugar, por un sitio tibio en una silla.
EL ADMINISTRADOR PARTIDARIO Y EL CABALLERO
N Administrador de un Partido le dijo a un Caballero, que estaba ocupándose de sus propios asuntos:
—¿Cuánto pagará por una candidatura a un cargo?
—Nada —replicó el Caballero.
—Pero contribuirá con algo a los fondos de la campaña para apoyar su elección ¿no? —preguntó el Administrador del Partido, guiñando el ojo.
—Oh, no —dijo seriamente el Caballero—. Si el pueblo desea que trabaje para él debe emplearme sin que yo lo solicite. Estoy muy bien sin ningún cargo.
—Pero —lo urgió el Administrador del Partido—, un nombramiento es algo deseable. Es un gran honor ser un servidor del pueblo.
—Si el servicio del pueblo es un gran honor —dijo el Caballero— sería indecente de mi parte buscarlo; y si lo obtuviera por mi propio esfuerzo, dejaría de ser un honor.
—Bueno —insistió el Administrador del Partido—, espero que al menos endosará la plataforma partidaria.
El Caballero replicó:
—Es improbable que sus autores hayan expresado fielmente mis puntos de vista sin consultarme; y si endoso su obra sin aprobarla sería un mentiroso.
—¡Usted es un hipócrita detestable y un idiota! —gritó el Administrador del Partido.
—Ni siquiera su buena opinión acerca de mi idoneidad me convencerá —replicó el Caballero.
UN IMBÉCIL INCALIFICABLE
N Juez le dijo a un Asesino Convicto:
—Prisionero en el banquillo: ¿tiene algo que decir que impida el dictado de su sentencia de muerte?
—¿Lo que yo diga marcará alguna diferencia? —preguntó el Asesino Convicto.
—No veo cómo podría hacerlo —respondió reflexivamente el Juez—. No, no lo hará.
—Entonces —dijo el condenado—. Me gustaría señalar que usted es el más incalificable imbécil en siete Estados y todo el Distrito de Columbia.
EN EL POLO
RAS gran dispendio de vidas y riquezas, un Osado Explorador tuvo éxito y alcanzó el Polo Norte, donde se le aproximó un Nativo que allí vivía.
—Buenos días —dijo el Nativo—. Estoy muy contento de verlo, pero ¿por qué vino aquí?
—La gloria —dijo el Osado Explorador, lacónicamente.
—Sí, sí, ya lo sé —insistió el otro—, pero ¿de qué le servirá al hombre su descubrimiento? ¿A qué verdades antes inaccesibles le dará acceso? ¿A qué hechos, quiero decir, que tengan valor científico?
—Sería adivino si lo supiese —replicó francamente el gran hombre—, tiene que preguntárselo al Científico de la Expedición.
Pero el Científico de la Expedición explicó que había estado tan enfrascado en
el cuidado de sus instrumentos y el estudio de sus tablas, que no había tenido tiempo de pensar en el asunto.
UN PARALELO RADICAL
NOS Cristianos Blancos empeñados en expulsar a los Paganos Chinos de una ciudad americana, encontraron un periódico publicado en Pekín en idioma chino, y obligaron a una de sus víctimas a traducir un editorial. Resultó ser un llamado al pueblo de la provincia de Pang Ki, a expulsar a los demonios extranjeros del país, y quemar sus casas e iglesias. Esta evidencia de la barbarie mongólica encolerizó tanto a los Cristianos Blancos, que llevaron a la práctica su proyecto original.
EL LEGISLADOR Y EL CIUDADANO
N ex Legislador le pidió a El Más Respetable Ciudadano, una carta para el Gobernador, recomendándolo para el puesto de Comisionado de Langostinos y Cangrejos.
—Señor —dijo severamente El Más Respetable Ciudadano— ¿no estuvo usted una vez en el Senado Estatal?
—No he llegado tan bajo, señor, se lo aseguro —fue la respuesta—. Fui miembro de la Cámara Más Lenta. Me expulsaron por vender mi influencia.
—¡Y se atreve a pedir la mía! —gritó El Más Respetable Ciudadano—. ¿Tiene la impudicia? Un hombre que acepta coimas es capaz de ofrecerlas. Quiere decir que...
—No se me ocurriría hacerle una propuesta corrupta, señor; pero si yo fuera
Comisionado de Langostinos y Cangrejos, tendría cierta influencia sobre la población portuaria, y podría ayudarlo en su pugna por obtener el puesto de Oficial Instructor.
—En tal caso, no encuentro justificaciones para negarle la carta.
EL PERRO Y EL DOCTOR
N Perro que había visto a un Doctor concurrir al entierro de un paciente adinerado, le dijo:
—¿Cuándo vas a desenterrarlo?
—¿Por qué habría de desenterrarlo? —preguntó el Doctor.
—Cuando yo entierro un hueso —dijo el Perro—, es con la intención de desenterrarlo posteriormente, descarnarlo y sacarle el jugo.
—Los huesos que yo entierro —dijo el Doctor—, son aquellos a los que ya nada puedo sacar.
EL HOMBRE QUE HACIA LLOVER
N Funcionario del Gobierno, con una gran dotación de mulas cargadas de globos, cometas, bombas de dinamita y aparatos eléctricos, hizo alto y acampó en medio de un desierto, en el que no había llovido durante diez años. Después de varios meses de preparativos y un gasto de un millón de dólares todo estuvo dispuesto, y una serie de tremendas explosiones se produjeron en el cielo y en la tierra. Todo esto fue seguido por un enorme diluvio que lavó al infortunado Funcionario y a todo su equipo de la faz de la creación, y llenó el corazón de los agricultores de una alegría demasiado honda para traducirla en palabras. Un Cronista de Periódico que acababa de llegar escapó trepando a una colina cercana, y allí encontró al Unico Sobreviviente de la expedición —un conductor de mulas— arrodillado detrás de un árbol, orando con, extremo fervor.
—Oh, no puede pararlo de ese modo —dijo el Cronista.
—Mi compañero de viaje al tribunal de Dios —replicó el Unico Sobreviviente, mirándolo sobre su hombro—, su entendimiento está hundido en la oscuridad. No estoy deteniendo a esta gran bendición; con la ayuda de la Providencia, la estoy trayendo.
—Ese sí que es un buen chiste —dijo el Cronista, riendo a más no poder en medio de la espesa lluvia—: ¡Dios respondiendo a los ruegos de un conductor de mulas!
—Hijo de la superficialidad y el escarnio —replicó el otro—, te equivocas de nuevo, engañado por estas humildes ropas. Soy el reverendo Ezequiel Thrifft, ministro del Evangelio, ahora al servicio de la gran firma manufacturera Skinn & Sheer. Fabrican globos, cometas, bombas de dinamita y aparatos eléctricos.
LA FORTUNA Y EL FABULISTA
N Escritor de Fábulas marchaba a través de un bosque solitario, cuando se encontró con la Fortuna. Terriblemente asustado, trató de trepar a un árbol, pero la Fortuna tiró de él, lo hizo bajar, y se le ofreció con cruel insistencia.
—¿Por qué trataste de escapar? —preguntó la Fortuna, una vez que cesó la resistencia y se acallaron los chillidos del Fabulista—. ¿Por qué me miras de manera tan inhospitalaria?
—No sé qué eres —respondió el Escritor de Fábulas, hondamente perturbado.
—Soy la riqueza, soy la respetabilidad —dijo la Fortuna—; soy casas elegantes, un yate, una camisa limpia todos los días. Soy el ocio, soy los viajes, el vino, un sombrero brillante y un saco que no brilla. Soy la comida suficiente.
—Muy bien —dijo el Escritor de Fábulas, en un susurro—; ¡pero, por Dios, habla más bajo!
—¿Por qué? —preguntó la Fortuna, sorprendida.
—Para no despertarme —replicó el Escritor de Fábulas, mientras una increíble calma se adueñaba de su hermoso rostro.
UNA TRANSPOSICIÓN
IAJANDO a través del País de la Artemisa, un Asno encontró a un Conejo, que exclamó muy sorprendido:
—¡Cielos! ¿Cómo creciste tanto? ¡Sin duda eres el más grande conejo viviente!
—No —dijo el Asno—, tú eres el burro más pequeño.
Después de una larga y estéril discusión, el asunto fue sometido a la decisión de un Coyote que pasó por allí, que tenía algo de demagogo y el deseo de quedar bien con los dos.
—Caballeros —dijo—, ambos tienen razón, como se podía esperar de personas tan dotadas de disposición para recibir instrucción de los sabios. Usted, señor —volviéndose al animal de más tamaño— es, como él ha señalado correctamente, un conejo—. Y usted —volviéndose al otro— fue correctamente descripto como un asno. Al transponer los nombres de ustedes, el hombre actuó con increíble locura.
Quedaron tan complacidos por esta decisión que declararon al Coyote su candidato a Oso Gris; pero si el Coyote consiguió o no este puesto, es algo que la historia no cuenta.
EL REY SIN HUESOS
NOS Monos que habían depuesto a su rey se hundieron de inmediato en la disensión y la anarquía. En este trance, enviaron una Diputación a una tribu vecina, para consultar al Mono Más Viejo y Más Sabio del Mundo.
—Hijos —dijo el Mono Más Viejo y Más Sabio del Mundo, una vez que escuchó a la Diputación—, hicieron bien en librarse de la tiranía, pero la tribu de ustedes no está suficientemente adelantada como para pasarla sin la monarquía. Tienten al tirano con falsas promesas para que vuelva, mátenlo y entronícenlo. Aun el esqueleto del más ilegal de los déspotas hace un buen soberano constitucional.
Ante estas palabras, la Diputación se mostró muy confundida.
—Eso es imposible —dijeron, alejándose—. Nuestro rey no tiene esqueleto; era un rey de paño.
EL CIUDADANO HONESTO
N Ascenso Político, etiquetado con su precio, recorría el Estado en busca de un comprador. Un día se ofreció a un Hombre Verdaderamente Bueno que, después de examinar la etiqueta y encontrar que el precio era el doble de lo que él estaba dispuesto a pagar, expulsó desdeñosamente al Ascenso Político, de su puerta. Entonces, la Gente dijo:
—¡Miren, este es un ciudadano honesto!
Y el Hombre Verdaderamente Bueno confesó que esto era cierto.
A LA PUERTA DEL PARAÍSO
RGUIÉNDOSE de la tumba, una Mujer se presentó a la Puerta del Paraíso, y golpeó con mano temblorosa.
—Señora —dijo San Pedro, levantándose y acercándose a la ventanilla—, ¿de dónde viene?
—De San Francisco —respondió la Mujer, avergonzada, mientras grandes gotas de sudor brillaban en su frente espiritual.
—¡No importa, mi buena muchacha! contestó el Santo, compasivamente— La eternidad es un tiempo largo; terminarás por olvidar.
—Pero eso no es todo —la Mujer estaba cada vez más turbada—. Yo envenené a mi esposo... yo descuarticé a mis niños, yo...
—Ah —dijo el Santo, con súbita severidad—, tu confesión sugiere una grave posibilidad. ¿Eras miembro de la Asociación de Mujeres de Prensa?
La mujer se irguió y replicó con entusiasmo:
—No.
Las puertas de madreperla y jaspe giraron sobre sus goznes de oro, produciendo la música más cautivadora, y el Santo, haciéndose a un lado, hizo una reverencia, diciendo:
—Entra, entonces, en tu eterno descanso.
Pero la Mujer vacilaba.
—El envenenamiento... el descuartizamiento... el... el... —tartamudeó.
—No tienen importancia, te lo aseguro. No vamos a mostrarnos rigurosos con una señora que no pertenecía a la Asociación de Mujeres de Prensa. Toma un arpa.
—Pero... yo solicité el ingreso... Me pusieron bolilla negra.
—Toma dos arpas.
EL ANARQUISTA ENGATADO
N Orador Anarquista a quien cierto Respetuoso de la Ley le arrojó a la cara un Gato Muerto, hizo detener y llevar ante un magistrado al Gato Muerto.
—¿Por qué recurres a la Ley —dijo el Magistrado—, si tú estás por la abolición de la ley?
—Eso —replicó el Anarquista— no es asunto suyo; no estoy obligado a ser consistente. Usted está sentado aquí para hacer justicia entre este Gato Muerto y yo.
—Muy bien —dijo el Magistrado, con expresión solemne, poniéndose el birrete negro—; como el acusado no se defiende, y es indudablemente culpable, lo condeno a ser comido por el ejecutor público; y como ocurre que este cargo está vacante, lo designo a usted, sin contrato.
Uno de los más deleitados espectadores de la ejecución fue el desconocido Respetuoso de la Ley que había arrojado al condenado.
EL HONORABLE MIEMBRO DE LA LEGISLATURA
N Miembro de una Legislatura que se había comprometido con sus Constituyentes a no robar, se llevó con él, al terminar la sesión, gran parte de la cúpula del Capitolio. Por lo tanto, los Constituyentes se reunieron en indignada asamblea y votaron la resolución de embrearlo y emplumarlo.
—Son muy injustos —dijo el Miembro de la Legislatura—. Es verdad que yo les prometí a ustedes que no robaría; ¿pero acaso les prometí que no mentiría?
Los Constituyentes dijeron que era un hombre honorable y lo eligieron para el Congreso de los Estados Unidos, sin embrearlo ni emplumarlo.
UNA REMUNERACIÓN INADECUADA
un Buey incapaz de salir por sí mismo de la ciénaga en que se hundía, se le aconsejó que hiciera uso de una Influencia Política. Cuando la Influencia Política llegó, el Buey dijo:
—Mi buena amiga, le ruego que me amarre con fuerza, y deje que la naturaleza siga su curso.
De modo que la Influencia Política amarró con fuerza la Cabeza del Buey, y la naturaleza siguió su curso: el Buey fue arrancado de la ciénaga, primero, y a continuación de su piel. Entonces la Influencia Política miró por sobre sus hombros la buena carcasa gorda de carne que estaba arrastrando a su cubil y dijo, con insatisfacción:
—Esto no alcanza a cubrir lo que habitualmente cobro; me llevaré a casa la primera cuota, y después retornaré por la piel.
EL CACIQUE POLÍTICO EXPATRIADO
N Cacique Político que había ido a Canadá fue escarnecido por un Ciudadano de Montreal, que lo acusaba de haber huido para evitar ser procesado.
—Me hace una grave injusticia —dijo el Cacique Político, dejando caer un par de lágrimas—. Vine a Canadá sólo a causa de sus atractivos políticos; se dice que su Gobierno es el más corrupto del mundo.
—Le ruego que me perdone —contestó el Ciudadano de Montreal.
Cayeron uno sobre el cuello del otro, y al terminar este tocante rito, el Cacique Político tenía dos relojes.
UN ESTADISTA
N Estadista que asistía a una asamblea de la Cámara de Comercio se levantó para hablar, pero fue objetado, acusándoselo de que nada tenía que ver con el comercio.
—Señor Presidente —dijo un Antiguo Miembro, levantándose—, opino que esa objeción no corresponde; la conexión del caballero con el comercio es íntima y estrecha. Es una mercancía.
LOS TRES RECLUTAS
N Campesino, un Artesano y un Trabajador se presentaron ante el Rey de su país, y se quejaron porque se veían obligados a sostener un enorme ejército de consumidores, que no hacía nada en su beneficio.
—Muy bien —dijo el Rey—, los deseos de mis súbditos son la ley suprema.
Así que disolvió su ejército y los consumidores se volvieron productores. La venta de sus productos hizo bajar tanto los precios, que los campesinos se arruinaron, y los artesanos y trabajadores fueron a dar a los asilos y los caminos. En pocos años el desastre nacional era tan grande, que el Campesino, el Artesano y el Trabajador elevaron un petitorio al Rey, para que restaurase su ejército.
—¿Qué? —dijo el Rey—. ¿Desean sostener a esos consumidores haraganes otra vez?
—No, su Majestad —contestaron ellos—, deseamos enrolarnos.
UN DESORDEN FATAL
N Agonizante, a quien le habían disparado, fue apremiado por oficiales de la ley para que hiciera una rápida declaración.
—Usted fue atacado sin provocación, por supuesto —manifestó el Fiscal del Distrito, preparándose para asentar la respuesta.
—No —replicó el Agonizante—, yo fui el agresor.
—Sí, entiendo —dijo el Fiscal del Distrito; usted cometió la agresión... fue obligado a hacerlo. Lo hizo en defensa propia.
—No creo que me hubiera dañado si yo lo hubiese dejado en paz —dijo el moribundo—. No... creo que era un hombre pacífico, incapaz de matar una mosca. Le hice soportar tanta presión que él, naturalmente, tenía que sucumbir... no pudo aguantar. Honestamente, si se hubiera negado a dispararme, no veo cómo yo podría haber seguido tratándolo.
—¡Santo Cielo! —exclamó el Fiscal del Distrito, arrojando su cuaderno de apuntes y su lápiz—. Esto es completamente anómalo. No puedo utilizar como declaración últimas palabras como estas.
—Nunca he visto a un hombre que diga la verdad cuando muere violentamente —dijo el jefe de Policía.
—¡No hay ninguna violencia! —contestó el Médico Policial, sacando e inspeccionando la lengua del hombre—. Es la verdad la que lo está matando.
UN TALISMÁN
ABIENDO sido designado para cumplir las funciones de jurado, un Prominente Ciudadano envió un certificado médico donde se declaraba que padecía de reblandecimiento cerebral.
—El caballero está excusado —dijo el juez, devolviendo el certificado a la persona que lo había traído—, tiene cerebro.
EL CONGRESO Y EL PUEBLO
OS sucesivos Congresos habían empobrecido enormemente al Pueblo, que estaba desanimado y lloraba copiosamente.
—¿Por qué lloran? —indagó un Angel que se había posado en un árbol cercano.
—Nos han sacado todo lo que teníamos —fue la respuesta—, excepto —añadió el Pueblo, al darse cuenta de quién era el llamativo visitante—, excepto nuestra esperanza del Paraíso. ¡Gracias a Dios que no pudieron quitarnos eso!
¡Pero al fin llegó el Congreso de 1889!
EL JUEZ Y SU ACUSADOR
N eminente juez de la Corte Suprema de Gowk fue acusado de haber obtenido su designación fraudulentamente.
—Usted disparata —dijo a su Acusador—; tiene poca importancia cómo obtuve mi poder; lo único importante es cómo lo he usado.
—Confieso —manifestó el Acusador— que en comparación con la manera ruin en que usted se condujo en la Corte, el método ruin mediante el cual usted llegó a ella es una bagatela.
ECONOMIZANDO FUERZA
N Hombre Débil que iba colina abajo se encontró con un Hombre Fuerte que subía, y le dijo:
—Vengo en esta dirección porque requiere menos esfuerzo, no porque lo haya elegido. Le ruego, señor, que me ayude a volver a la cumbre.
—Me alegrará hacerlo —dijo el Hombre Fuerte, con el rostro iluminado por una gloriosa idea—. siempre he considerado a mi fuerza un don sagrado que se me confió para bien de mi prójimo. Lo llevaré arriba conmigo. Póngase detrás de mí y empuje.
EL SALTEADOR DE CAMINOS Y EL VIAJERO
N Salteador de Caminos enfrentó a un Viajero, y apuntándole con un arma de fuego, le gritó:
—¡El dinero o la vida!
—Mi querido amigo —dijo el Viajero—, de acuerdo con los términos de su exigencia mi dinero salvará mi vida, mi vida mi dinero; usted indica que se apoderará de una o de lo otro, pero no de ambos. Si esto es lo que usted quiere decir le ruego que sea bueno y tome mi vida.
—No es eso lo que quiero decir —replicó el Salteador—; usted no puede salvar su dinero renunciando a su vida.
—Entonces, tómela de todos modos —dijo el Viajero—. Si no sirve para salvar mi dinero, no sirve para nada.
Tanto agradaron al Salteador la filosofía y el ingenio del Viajero, que lo tomó como socio y esta espléndida combinación de talentos fundó un periódico.
EL BUEN GOBIERNO
UÉ territorio feliz eres! —dijo una Forma Republicana de Gobierno a un Estado Soberano—. Sé bueno y quédate quieto en tanto paseo encima de ti, cantando los elogios del sufragio universal y disertando sobre las bendiciones de la libertad civil y religiosa. Mientras, puedes mitigar tus penas maldiciendo al poder unipersonal y a las decadentes monarquías de Europa.
El Estado replicó:
—Mis servidores públicos han sido tontos y pillos, desde la fecha de tu ascenso al poder; mis cuerpos legislativos —tanto los estatales como los municipales— son bandas de ladrones; mis impuestos son insoportables; mis Cortes, corruptas; mis ciudadades, una desgracia para la civilización; mis corporaciones tienen sus manos en la garganta de todos los intereses particulares... La totalidad de mis asuntos está en desorden y en criminal confusión.
—Cuanto dices es muy cierto —respondió la Forma Republicana de Gobierno, poniéndose sus zapatos claveteados—, pero considera cómo te emociono cada Cuatro de julio.
EL GUARDA VIDAS
NA Antigua Doncella, parada en el borde de un muelle, cerca de un Amante Moderno, dejó oír estas palabras:
—¡Noble protector! ¡La vida que has salvado te pertenece!
Tras repetir esto varias veces en diversas entonaciones, se arrojó al agua, donde murió ahogada.
—Soy un noble protector —dijo el Amante Moderno, alejándose pensativo—, la vida que he salvado es sin duda la mía.
TRES DE LA MISMA CLASE
N Abogado fue contratado para defender a un Ladrón, a quien la policía había logrado detener tras violenta pelea con otro que había huido. En la reunión con su cliente, el Abogado preguntó:
—¿Tiene cómplices?
—Sí, señor —respondió el Ladrón—. Tengo dos, pero ninguno fue capturado. Contraté a uno para que me defendiera de la policía, y a usted lo contraté para que me defienda de una condena.
Esta respuesta impresionó profundamente al Abogado, quien tras verificar que el Ladrón no había acumulado ningún dinero mediante el ejercicio de su profesión, abandonó el caso.
EL FABULISTA
N Ilustre Satírico visitaba un zoológico ambulante, con la idea de recolectar material literario. Cuando pasó cerca del Elefante, este animal dijo:
—¡Qué triste que un censor tan justamente famoso eche a perder su obra ridiculizando personajes con narices colgantes, que son la sal de la tierra!
El Canguro añadió:
—Disfruto mucho la crítica de lo ridículo que hace ese gran hombre, particularmente sus ataques contra los proboscidios; pero ¡cielos!, es irreverente con los marsupiales, y se ríe de nuestra manera de llevar a nuestros cachorros en una bolsa.
El Camello dijo:
—Si al menos conservara el respeto a la Sagrada Giba, sería impecable. Pero tal como son las cosas, no puedo permitir que su obra sea leída en presencia de los míos.
El Avestruz, al ver que se aproximaba, hundió su cabeza en la paja, diciendo:
—Si no me oculto, puede ocurrírsele escribir algo desagradable acerca de mi falta de una cresta, o de mi apetito por la chatarra, y aunque es indeciblemente brillante cuando se consagra a ridiculizar la locura y la codicia, su estupidez es inigualable cuando excede los límites del comentario lícito.
—Ese —señaló el Buitre a su pichón— es el autor de esa fábula gloriosa, "El Avestruz y el barril de clavos crudos". Lamento añadir que también escribió "El festín del Buitre", en el que la dieta de carroña es insolentemente desacreditada. La dieta de carroña es el fundamento de la buena salud. Si todo el mundo comiera sólo cadáveres, la muerte sería desconocida.
Al ver que se aproximaba un asistente, el Ilustre Satírico salió de la tienda y se mezcló con la multitud. Posteriormente se descubrió que se había colado bajo la tienda, sin pagar.
UNA PETICIÓN DEFECTUOSA
N Juez Adjunto de la Suprema Corte estaba sentado a la orilla de un río, cuando un Viajero se aproximó y le dijo:
—Deseo cruzar. ¿Será legítimo usar este bote?
—Lo será —fue la respuesta—; es mi bote.
El Viajero le dio las gracias, y empujando el bote al agua se embarcó y comenzó a remar, alejándose. Pero el bote se hundió y él se ahogó.
—¡Hombre cruel! —exclamó un Espectador Indignado—. ¿Por qué no le dijo que su bote estaba agujereado?
—La cuestión del estado del bote —dijo el gran jurista— no me fue planteada.
LOS HERMANOS DE LUTO
DVIRTIENDO que estaba por morir, un Anciano convocó a sus dos Hijos junto a su lecho, y expuso la situación.
—Hijos míos —les dijo—, ustedes no me ofrecieron muchas señales de respeto durante mi vida, pero darán fe de su pena por mi muerte. Aquel que más tiempo lleve luto en su sombrero en mi memoria, se quedará con toda mi fortuna. He hecho un testamento a tal efecto.
De modo que cuando el Anciano murió, los jóvenes pusieron luto en sus sombreros, y lo llevaron hasta que ellos mismos fueron viejos, cuando, comprendiendo que ninguno de los dos lo abandonaría, convinieron que el más joven dejaría de usar luto, y el mayor le daría la mitad de la fortuna. ¡Pero cuando el mayor solicitó la propiedad, se encontró con que había habido un Albacea!
De este modo, fueron adecuadamente castigadas la hipocresía y la obstinación.
EL PATRIOTA Y EL BANQUERO
N Patriota que, siendo pobre, había accedido a un puesto en el gobierno, y lo había abandonado rico, se presentó en un Banco, donde deseaba abrir una cuenta.
—Con mucho gusto —dijo el Banquero Honesto— será un placer para nosotros hacer negocios con usted; pero primero tiene que convertirse en un hombre honesto, devolviendo todo lo que robó desde el Gobierno.
—¡Bendito cielo! —exclamó el Patriota—. Si hago eso, no me quedará nada para depositar en el Banco.
—No me parece —respondió el Banquero Honesto—. Nosotros no somos todo el pueblo americano.
—Ah, comprendo —contestó el Patriota, reflexionando—. ¿En cuánto estima la proporción que le corresponde al Banco, del dinero que el país perdió por mí?
—Un dólar —respondió el Banquero Honesto.
Y con orgullosa conciencia de servir a su país con sabiduría y propiedad, cargó esa suma en la cuenta.
EL ANARQUISTA REFORMADO
N famoso Anarquista naufragó, y el mar lo arrojó a las playas de la isla de Gowqueechi, habitada por la antigua y poderosa tribu de los Tumtum. Fue descubierto y llevado ante el Jamgrogrum, que le preguntó cuál era su fe política.
—Le preguntamos esto a todos los extranjeros —explicó el Jamgrogrum—, con la esperanza de conocer algún día principios políticos superiores a los nuestros.
—Soy un Anarquista —respondió el recién llegado—. Sostengo que todos los gobiernos son perversos, todas las leyes opresivas. Enseño que todos los Jamgrogra deberían ser asesinados.
El monarca llamó al Primer Ministro a su lado, y tras susurrarle ciertas instrucciones, se retiró.
Al día siguiente, una vez que el Primer Ministro se presentó en palacio, y comió
un puñado de lodo, como la etiqueta de la corte lo exigía, el Jamgrogrum le pidió noticias del Anarquista.
—Lo hice llevar a los baños, y fue cuidadosamente bañado.
—¿Y entonces?
—Cuando se le preguntó, de acuerdo con las instrucciones de su Majestad, si todavía era un Anarquista, respondió que ningún tratamiento, por duro y cruel que fuera, alteraría sus convicciones.
—Entonces —exclamó el Jamgrogrum, con el aire decepcionado de alguien privado del cumplimiento de una ilusión largamente anhelada— mi teoría acerca de la unidad de la suciedad y el anarquismo ha sido refutada.
—No, su Majestad —dijo el Primer Ministro—; murió diez minutos después del baño.
LOS DOS HIJOS
N Hombre tenía Dos Hijos. El mayor era virtuoso y obediente, el más joven perverso y taimado. Cuando el padre estaba por morir, los llamó ante él y dijo:
—Sólo tengo dos cosas valiosas: mi rebaño de camellos y mi bendición. ¿Cómo los distribuiré?
—Dame tu bendición —dijo el Hijo Más Joven—, porque puede reformarme. Si me dieras los camellos, seguramente yo sin duda los vendería y malgastaría el dinero.
El Hijo Mayor, disimulando su júbilo, dijo que trataría de contentarse con los camellos y un recuerdo piadoso.
Todo se arregló según lo hablado y el Hombre murió. Entonces, el perverso Hijo Más joven se presentó ante el Cadí y dijo:
—Mira, mi hermano se ha apropiado de mi herencia legítima. Es tan malo que nuestro padre, como todo el mundo sabe, le negó su bendición; ¿es verosímil que le haya dado los camellos?
El Hijo Mayor fue obligado a entregar el rebaño y fue correctamente apaleado por su rapacidad.
EL EXPLORADOR AFORTUNADO
N Emisario del Presidente de los Estados Unidos ante el Emperador de Abisinia se despedía de este soberano que, para atestiguar su pesar de acuerdo con las costumbres de su país, dejó caer un diluvio de lágrimas.
—Mi fama está asegurada —dijo el Emisario—: he descubierto la fuente del Nilo.
EL HIJO RESPETUOSO
N Millonario había ido a un asilo a visitar a su padre, y se encontró allí con un Vecino que se mostró enormemente sorprendido.
—¿Qué? —dijo el Vecino—. ¿Usted a veces visita a su padre?
—Estoy seguro de que si nuestras situaciones se invirtieran, él me visitaría a mí —respondió el Millonario. El viejo siempre estuvo orgulloso de mí. Además —agregó en voz baja—, tengo que hacerle firmar; estoy asegurando su vida.
LA VIUDA Y EL SOLDADO
NA Viuda cuyo marido había sido colgado encadenado estaba velando el cadáver la primera noche, y empapada en lágrimas imploraba al Centinela que lo custodiaba, que le permitiera robarlo.
—Señora —dijo el Centinela—. No puedo resistir más sus ruegos; su belleza se impone sobre mi sentido del deber. Le entregaré el cuerpo y tomaré su lugar en la jaula, en la que un golpe de mi puñal confundirá a la justicia y me otorgará la felicidad de morir por una mujer tan adorable.
—No —dijo la dama—. No puedo aceptar el sacrificio de una vida tan noble. Si es cierto que usted me mira con buenos ojos, ayúdenos a mí y a mis sirvientes a llevar el objeto sagrado a mi castillo, donde usted permanecerá oculto hasta que podamos huir del país.
—No —dijo el Centinela—. Seguramente sería descubierto y arrancado de sus brazos. En tres días usted puede reclamar el cuerpo de su querido esposo; después podrá conferir a un honorable soldado toda la felicidad y distinción que a juicio de usted su devoción merezca.
—¡Tres días! —exclamó la dama—. Eso es mucho para esperar y poco para fugar. Pero sin llevar carga podemos alcanzar la frontera. Ya el día comienza a romper... dejemos el cuerpo y partamos.
UNA OFERTA MEZQUINA
OS Soldados yacían muertos en el campo de honor.
—¿Qué darías por volver a vivir? —le preguntó uno al otro.
—Al enemigo, la victoria —fue la respuesta—; a mi país, una larga vida de servicio desinteresado como civil. ¿Y qué darías tú?
—El aplauso de mis compatriotas.
—¡Tú sí que eres un pichinchero de lo más tacaño! —dijo el otro.
DIPLOMACIA
I usted no somete mi reclamo a arbitraje —escribió el Presidente de Omohu al Presidente de Modugy—, tomaré inmediatas medidas para satisfacerlo por mis propios medios!
—Señor —contestó el Presidente de Modugy—, puede irse al diablo con su amenaza de guerra.
—Mi gran y buen amigo —escribió el otro—, usted confunde el carácter de mi comunicación. Es un antepenultimátum.
LOS DOS ESCÉPTICOS
IERTOS paganos cuyo Idolo estaba muy deteriorado lo arrojaron a un río. Luego, erigieron uno nuevo y se entregaron a la adoración pública, a sus pies.
—¿Qué significa todo esto? —preguntó el Nuevo ¡dolo.
—Padre del Regocijo y del Coágulo — dijo el Gran Sacerdote—, sé paciente y te instruiré en las doctrinas y ritos de nuestra santa religión.
Un año después, tras un curso de estudios de teología, el ¡dolo pidió que lo arrojaran al río, declarándose ateo.
—No permitas que eso te moleste —dijo el Gran Sacerdote—, yo también lo soy.
UNA REPRESENTACIÓN IMPERFECTA
NA Zarigüeya mascota perteneciente a un Gran Crítico, le robó a este su gatito preferido. Estaba por matarlo y comérselo, cuando vio aproximarse a su dueño, y temiendo ser descubierta, ocultó al animalito en su bolsa.
—Bueno, mi linda —dijo el Gran Crítico, con condescendencia—, ¿qué nuevas gracias tienes para hoy?
Antes de que la Zarigüeya pudiera contestar, el gatito lanzó diligentes y persistentes maullidos. Cuando al fin la música cesó, la Zarigüeya dijo:
—He estado practicando un poco la mímica y la ventriloquia; pensé que le agradaría, señor.
—El deseo de complacer siempre complace —respondió el Gran Crítico, no sin un toque de dignidad profesional—, pero tienes mucho que aprender acerca del maullido de los gatitos.
JUNTÓ A LA MARGEN DEL RIÓ
IENDO que un Político tomaba un baño, un Observador, curioso acerca de los extraños hábitos de los animales inferiores, exclamó:
—¡Qué! ¿No te queda para tomar nada más valioso que un baño? ¿Por qué haces eso?
—He estado en manos de mis amigos —respondió el Político.
—Entonces te sugeriría el despellejamiento —dijo el Observador.
—Llegas tarde, amigo; ya alguien se lo sugirió a ellos. Estoy limpiando las marcas de dedos de mis huesos.
EL ASUNTO PRINCIPAL
N Poeta que ofrecía su obra a un Editor dijo:
—Este es un poema pequeño, pero el asunto principal es la calidad. Me atrevo a pensar que usted lo considerará auténtica poesía.
Después de leerlo, el Editor lo puso en un cajón, y extendiéndole al Poeta una moneda de diez centavos, dijo:
—Esta es una moneda pequeña, pero soy tan temerario como para esperar que usted quedará encantado con su pureza. Es casi toda de plata.
EL SECRETO DE LA FELICIDAD
ABIÉNDOSE enterado por obra de un ángel, que Noreddin Becar era el hombre más feliz del mundo, el Sultán ordenó que lo trajeran a palacio, y le dijo:
—Impárteme, te lo ordeno, el secreto de tu felicidad.
—Oh, padre del sol y de la luna —respondió Noreddin Becar—, yo no sabía que era feliz.
—Ese —dijo el Sultán— es el secreto que yo buscaba.
Noreddin Becar se retiró profundamente afligido, temiendo que su recién descubierta felicidad lo abandonara.
COMPENSACIÓN
OS Mujeres en el paraíso reclamaban a un Hombre que acababa de llegar.
—Yo fui su esposa —dijo una.
—Yo su amante —señaló la otra. San Pedro le dijo al hombre:
—Baja al Otro Lugar... Ya has sufrido bastante.
LOS DOS LOROS
N Autor que había hecho una fortuna escribiendo vulgaridades, tenía un Loro.
—¿Por qué no tengo una jaula de oro? —preguntó el ave.
Y le respondió su dueño:
—Porque tú piensas mejor de lo que repites, como lo demuestra tu pregunta. Y porque no tenemos la misma audiencia.
UNA PARTE DE LA RECOMPENSA
A nuestra es una vida de autosacrificio —decía un Clérigo—. Mientras otros corren atrás de la ganancia o el placer, nosotros vemos arder el aceite de medianoche estudiando cómo cascar las más duras nueces teológicas. Y todo ¿por qué recompensa terrestre?
—Bueno —dijo su Feligrés, meditativamente—, están las almendras, por ejemplo.
LOS INTOLERABLES GEMELOS
NA Serpiente de Cascabel, observando que se acercaba un Hombre con una Cámara Fotográfica, se arrastró debajo de una piedra plana, y no dejó expuesta otra cosa más que la punta de su nariz.
—No iba a fotografiarte —explicó el Hombre de la Cámara, con un toque de tristeza en su voz—. Poseo la antigua fe en la divina sabiduría de las serpientes, y he venido a preguntarte por qué soy odiado y evitado por toda la humanidad.
—Cielos —dijo la Serpiente de Cascabel—, los dioses me han negado ese conocimiento. ¿Puedes decirme tú por qué yo no soy muy requerida como compañera?
CONSUELO
N Gran País había reivindicado su coraje y su bravura a través de quince derrotas en las cuales las tropas enemigas no sufrieron ninguna baja, y su Primer Ministro pidió la paz.
—No seré duro con ustedes —dijo el Vencedor—: conservarán todo excepto sus colonias, su libertad, el crédito y su autoestima.
—Ah —dijo el Primer Ministro—, usted es verdaderamente magnánimo; nos deja nuestro honor.
DESENGAÑO
N Perro que había estado persiguiendo su propia cola abandonó la caza y se echó a reposar, encogido. En su nueva postura, descubrió que su cola estaba al alcance de sus dientes. La mordió con avidez, pero la soltó de inmediato, respingando por el dolor.
—Después de todo —dijo—, hay más alegría en la persecución que en la posesión.
EL SANTO Y EL ALMA
AN Pedro estaba sentado a la puerta del Paraíso, cuando se aproximó un Alma y, haciendo una cortés reverencia, le extendió su tarjeta.
—Lo siento mucho, señor —dijo San Pedro, después de leer la tarjeta—, pero realmente no puedo admitirlo. Usted tiene que ir al Otro Lado. Lo siento, señor, lo siento mucho.
—No importa —dijo el Alma—; he pasado todo el mes en un balneario, y el cambio será agradable. Sólo venía a preguntar si mi amigo Elihu Root está aquí.
—No, señor —replicó el Santo—; el Sr. Root no está muerto.
—Oh, eso lo sé —dijo el Alma—. Pensé que podría estar visitando a Dios.
IMPREVISIÓN
NA Persona que había caído de la riqueza a la indigencia pidió limosna a un Hombre Rico.
—No —dijo el Hombre Rico—, no conservaste lo que tenías. ¿Qué seguridad tengo de que conservarás lo que yo te dé?
—Pero no quiero conservarlo—explicó el mendigo—. Lo quiero para cambiarlo por pan.
—Eso es exactamente lo mismo —dijo el Hombre Rico—. No conservarías el pan.
LA OVEJA Y EL LEÓN
RES una bestia de guerra —le dijo la Oveja al León—, por eso los hombres te buscan para matarte. A mí, que soy una creyente en la no resistencia, no me cazan.
—No necesitan hacerlo —replicó el hijo del desierto—; pueden criarte.
LA VIUDA INCONSOLABLE
NA Mujer con lutos de viuda lloraba sobre una tumba.
—Consuélese, señora —dijo un Simpático Desconocido—. La piedad del Cielo es infinita. En algún lado hay otro hombre, además de su esposo, con quien usted puede ser feliz.
—Lo había, lo había —sollozó ella—, pero está en esta tumba.
UNA INTRUSIÓN
A Moralidad puso la punta del pie en la política internacional, y rápidamente se lo cortaron.
—Mil gracias —dijo la Diplomacia, con graciosa reverencia— lo conservaremos como recuerdo del más distinguido honor.
Y desde aquel día, la Moralidad cojeó un poco.
LA PALABRA MISTERIOSA
L Jefe de un batallón de corresponsales de guerra leyó la crónica escrita de una batalla.
—Hijo —le dijo a su Autor—, tu historia no sirve para nada. Dices que sólo perdimos dos hombres en vez de cien; que las pérdidas del enemigo son desconocidas, en vez de diez mil, y que fuimos derrotados y fugamos. No es manera de escribir.
—Pero considere —objetó el escriba consciente— que mi historia puede ser insípida con respecto al número de nuestras víctimas, decepcionante en lo que hace a los daños causados al enemigo y chocante respecto al desenlace, pero tiene la ventaja de ser la verdad.
—No entiendo del todo —dijo el jefe, rascándose la cabeza.
—Bueno, la ventaja —exclamó el otro—, el mérito... la distinción... la provechosa excelencia... el...
—Oh —dijo el jefe—, conozco muy bien el significado de "ventaja"; ¿pero qué demonios quisiste decir con "verdad"?
REVELACIÓN
N León fue atacado por una manada de Lobos hambrientos, que lo rodearon, aullando lo más fuerte que podían, aunque ninguno se atrevió a acercársele.
—Estas son criaturas muy útiles —dijo el León, mientras se echaba para su siesta de la tarde—, me dan parte de mis virtudes. Yo no sabía que era comestible.
UN ÁGUILA ENCADENADA
N legislador recientemente elegido para el Parlamento de Despotamia, declaró que presentaría una resolución criticando al rey. Cuando dejó el Parlamento, encontró a un Desconocido, quien le previno que si persistía en su desleal proyecto, perdería la cabeza.
—Eso —dijo él—, sería una privación más pequeña que la pérdida de mi libertad.
—No sé qué es eso —respondió el Desconocido—. La libertad es algo que no puedo apreciar correctamente, porque nunca la tuve. Yo soy el rey.
EL POETA IMPOTENTE
N poeta que nunca hacia el correcto escandido de sus versos, fue emplazado a presentarse ante el Rey, quien le ordenó que dijera algo en su defensa para evitar ser condenado a muerte.
—Si tu oído es imperfecto —dijo el Rey—, podrías contar tus sílabas con los dedos, como un trabajador honesto.
—Yo cuento mis sílabas —dijo el Poeta, reverentemente—. Pero observe: a mi mano izquierda le falta un dedo... lo mordió un crítico.
—Entonces —dijo el Rey—, ¿por qué no los cuentas con la mano derecha?
—¡Cielos! —fue la respuesta del poeta, mientras elevaba su mutilada izquierda—. ¡Eso es imposible... no tengo nada con qué contar! El dedo que me falta es el índice.
—¡Hombre infortunado! —exclamó con simpatía el monarca—. Tenemos que hacer que tus limitaciones e incapacidad no te pesen. Escribirás para las revistas.
EL LOBO Y LA TORTUGA
N Lobo se encontró con una Tortuga, y le dijo:
—Amiga, eres la cosa más lenta que anda por el mundo. No veo cómo te las arreglas para escapar de tus enemigos.
—Como me falta la capacidad para huir —replicó la Tortuga—, la Providencia sabiamente me proporcionó un caparazón impenetrable.
Tras reflexionar largo, tiempo, el Lobo dijo:
—Me parece que igualmente fácil le hubiera resultado darte patas largas.
DE LO GENERAL A LO PARTICULAR
N Hombre Sincero le dijo a su Esposa:
—No puedo permitir que me imagines mejor de lo que soy. Tengo muchos vicios y debilidades.
—Eso es sólo lo natural —dijo ella, sonriendo dulcemente—; ninguno de nosotros es perfecto.
Envalentonado por su magnanimidad, él le confesó una mentira particular que le había dicho una vez.
—¡Abominable canalla! —gritó ella, y golpeó tres veces con sus manos.
Apareció un gigantesco esclavo nubio, que despachó al marido con una cimitarra.
UN FILÓSOFO DESCONCERTADO
L Rey de Remotia tenía un filósofo favorito, a quien dijo:
—Tú has sido para mí un esclavo tan fiel que deseo premiarte. Pide cualquier cosa que quieras tener.
—Dame —dijo el Filósofo— un cabello de la cabeza de un hombre que no te haya lisonjeado nunca.
El Rey le prometió hacerlo y lo despidió. Al día siguiente, lo mandó llamar frente al trono y le extendió un cabello.
—Estás intentando engañarme —dijo el Filósofo, examinando cuidadosamente el regalo—. Este pelo es de la cabeza de un adulador que te aseguró que sería un honor para él ofrecerte también su cabeza.
—No eres tan astuto como crees —replicó el Rey—. Ese cabello es de la cabeza del único sordomudo del reino.
EL LIMITE
L Rey de las Islas Faraway designó primer ministro a su caballo, y cabalgaba sobre un hombre. Observando que bajo el nuevo orden de cosas el reino prosperaba, un Anciano Estadista aconsejó al Rey que se pusiera a pastar y ubicara un buey en el trono.
—No —dijo el soberano, pensativamente—, un buen principio puede ser llevado a extremos injuriosos. La verdadera reforma se detiene a un paso de la revolución.
EL ZORRO Y EL PATO
N Zorro y un Pato habían disputado sobre la propiedad de una rana, y llevaron el asunto ante un León. Después de oír una enorme cantidad de argumentos de uno y de otro, el León abrió la boca para emitir juicio.
—Ya sé cuál es tu decisión —dijo el Pato, interrumpiendo—. Es que de acuerdo con nuestra propia exposición, la rana no pertenece a ninguno de nosotros dos, y que tú te la comerás. Permíteme decirte que esto es injusto, como lo demostraré.
—Para mí está claro —dijo el Zorro— que tú darás la rana al Pato, y me darás el Pato a mí, y luego me comerás a mí. No me falta experiencia acerca de la ley.
—Estaba por decirles —dijo el león, bostezando—, que durante la discusión de este caso, la propiedad en disputa se fue a los saltos. Quizá puedan procurarse otra rana.
EL LADRÓN ARREPENTIDO
N Muchacho a quien su Madre le había enseñado a robar, creció hasta ser hombre, y se convirtió en Funcionario Público profesional. Un día fue sorprendido con las manos en la masa y condenado a muerte. Mientras marchaba al lugar de la ejecución pasó junto a su Madre, y le dijo:
—¡Contempla tu obra! ¡Si no me hubieras enseñado a robar, yo no habría llegado a eso!
—¡Claro! —dijo la Madre—. ¿Y quién, dime, te enseñó a que te descubran?
EL LOBO Y EL CORDERO
N Cordero perseguido por un Lobo, buscó refugio en el templo.
—Si te quedas ahí, el sacerdote te atrapará y te sacrificará —dijo el Lobo.
—Me da igual ser sacrificado por el sacerdote o devorado por ti —respondió el Cordero.
—Amigo mío —dijo el Lobo—, me apena ver cómo consideras una cuestión tan importante desde un punto de vista meramente egoísta. No me da igual a mí.
EL PESCADOR Y EL PESCADO
N Pescador que había atrapado un Pez muy pequeño lo estaba poniendo en su cesto, cuando el pez le habló:
—Te suplico que me arrojes de vuelta al agua, porque no puedo serte útil; los dioses no comen peces.
—Yo no soy un dios —dijo el Pescador.
—Es cierto —dijo el Pez—, pero apenas Júpiter se entere de tu proeza te elevará a la deidad. Eres el único hombre que alguna vez haya pescado un pez pequeño.
EL LOBO Y LOS PASTORES
N Lobo que pasaba junto al refugio de unos Pastores, miró adentro y vio a los pastores comiendo.
—Entra —dijo uno de ellos irónicamente—, y sírvete un pedazo de tu plato favorito, una pata de cordero.
—Gracias —dijo el Lobo, mientras se alejaba—, pero tienen que disculparme: acabo de comerme un cuarto de pastor.
EL LEÓN, EL GALLO Y EL BURRO
N León estaba por atacar a un Burro que rebuznaba, cuando un Gallo que estaba cerca cantó estridentemente y el León huyó.
—¿Qué fue lo que lo asustó? —preguntó el Burro.
—Los Leones tienen un miedo supersticioso de mi voz —respondió con orgullo el Gallo.
—Bien, bien, bien —reflexionó el Burro, sacudiendo la cabeza—; diría que cualquier animal que tiene miedo de tu voz y no se asusta de la mía debe poseer un oído de lo más extraordinario.
LA VÍBORA Y LA GOLONDRINA
NA Golondrina que había construido su nido en una Corte de Justicia crió una hermosa familia de jóvenes aves. Cierto día, una Víbora salió de una grieta en la pared y ya estaba por comérselas, pero el juez Justo, de inmediato libró un oficio, y dando orden de que las golondrinas fueran trasladadas a su propia casa, se las comió él.
LA GALLINA Y LAS VÍBORAS
NA Golondrina se acercó a una Gallina que había empollado pacientemente unos huevos de víbora, y le dijo:
—Qué estúpida eres al darle vida a criaturas que te premiarán destruyéndote.
—Soy un poquitito destructiva —dijo la Gallina, engullendo tranquilamente a uno de los pequeños reptiles—, y no es un acto de locura proporcionarse los bocados de la estación.
EL LEÓN Y LA ESPINA
N León que vagaba por el bosque se clavó una espina en la pata, y al encontrar un Pastor, le pidió que se la extrajera. El Pastor lo hizo, y el León, que estaba saciado porque acababa de devorar a otro pastor, siguió su camino sin hacerle daño. Algún tiempo después, el Pastor fue condenado, a causa de una falsa acusación, a ser arrojado a los leones en el anfiteatro. Cuando las fieras estaban por devorarlo, una de ellas dijo:
—Este es el hombre que me sacó la espina de la pata.
Al oír esto, los otros leones honorablemente se abstuvieron, y el que habló se comió él solo al Pastor.
EL MILANO, LAS PALOMAS Y EL HALCÓN
NAS Palomas expuestas a los ataques de un Milano solicitaron a un Halcón que las defendiera. El Halcón consintió. Admitido entre ellas, esperó al Milano, se abalanzó sobre él y lo devoró. Cuando estuvo tan saciado que casi no podía moverse, las agradecidas Palomas le arrancaron los ojos.
EL LOBO Y EL BEBE
N Lobo hambriento pasaba cerca de la puerta de una cabaña en el bosque, y oyó que una Madre le decía a su Bebé:
—Tranquilízate, o te arrojaré por la ventana y te comerán los lobos.
De modo que esperó todo el día al pie de la ventana, sintiendo más y más hambre a medida que pasaba el tiempo. Pero a la noche, el Padre, al volver del club del pueblo, arrojó por la ventana tanto al Niño como a la Madre.
EL LOBO Y EL AVESTRUZ
N Lobo que al devorar a un hombre se había atragantado con un manojo de llaves, le pidió a un avestruz que introdujera la cabeza a través de su garganta y las extrajera, lo que el Avestruz realizó.
—Supongo —dijo el Lobo— que esperas una retribución por ese servicio.
—Una buena acción —replicó el Avestruz— es su propio premio; me he comido las llaves.
EL CABALLO DE GUERRA Y EL MOLINERO
ABIÉNDOSE enterado de que el Estado estaba a punto de ser invadido por un ejército hostil, un Caballo de Guerra perteneciente a un Coronel de la Milicia ofreció sus servicios a un Molinero que por ahí pasaba.
—No —dijo el patriota Molinero—, no emplearé a uno que abandona sus posiciones a la hora del peligro. Es hermoso morir por la propia patria.
Algo en esta opinión le sonó familiar al Caballo de Guerra, y mirando más de cerca al Molinero, reconoció a su dueño disfrazado.
EL LEÓN Y EL RATÓN
N León había atrapado a un Ratón y estaba a punto de matarlo, cuando el Ratón dijo:
—Si me perdonas la vida, otro tanto haré yo por ti algún día.
El León, bondadosamente, le permitió irse. Poco después ocurrió que el León fue capturado por unos cazadores y atado con cuerdas. El Ratón pasó por el lugar, y viendo que su benefactor estaba indefenso, se puso a roerle la cola.
EL CORDERO Y EL LOBO
N Lobo estaba calmando su sed en un arroyo, cuando un Cordero se apartó de su pastor, bajó hacia la orilla del arroyo, y pasando ostentosamente alrededor del Lobo, se preparó para beber corriente abajo.
—Le ruego que observe —dijo el Cordero— que por lo común el agua no corre hacia arriba. Que yo beba acá no puede contaminar el agua que toma usted; de modo que no tiene el menor pretexto para asesinarme.
—No sabía —replicó el Lobo— que necesitaba un pretexto para que me gusten las chuletas de cordero.
Fin de ese pequeño lógico.
EL PADRE Y LOS HIJOS
N Padre afligido por una familia de Hijos pendencieros, les exhibió un atado de varas y pidió a los jóvenes que lo rompieran. Tras repetidos esfuerzos, admitieron que les resultaba imposible.
—Vean —dijo el Padre— las ventajas de la unidad; mientras esas varas permanecen unidas son invencibles; y observen lo débiles que se muestran individualmente.
Sacando una vara del atado, fácilmente la rompió en la cabeza del Hijo mayor, y repitió el procedimiento hasta que todos fueron servidos.
EL LEÓN Y EL RATÓN
un juez lo despertó el ruido de un abogado que procesaba a un Ladrón. Rojo de ira, ya estaba por sentenciar al Ladrón a prisión perpetua, cuando este dijo:
—Le suplico que me libere, y algún día retribuiré su bondad.
Complacido y lisonjeado al ser coimeado, aunque no fuera por nada más que una promesa hueca, el juez lo dejó irse. Poco después, comprobó que había sido más que una promesa hueca, porque habiéndose convertido él mismo en Ladrón fue liberado por el otro, que se había convertido en Juez.